Chapeux para los muchachos de Berti. El técnico le agarró la mano al plantel en poco más de un mes de trabajo y entendió rápidamente quiénes debían estar afuera y quiénes afuera.
No sólo eso. En tiempo casi récord logró imprimirle una idea de juego, convencerlo de un concepto a un grupo de futbolistas apesadumbrados y golpeados psicológicamente.
El equipo, como hace mucho tiempo no lo hacía, contagia desde adentro hacia afuera. Levanta al hincha y hace enrojecer las palmas del plateísta.
La Lepra se la cree, saca pecho y no se apichona. Ya lo había sufrido el todopoderoso Argentinos, que seguramente jugará en Primera División.
El partido de anoche fue un calco al del Bicho. Un once metido cien por ciento en su idea, con una presión sofocante en el mediocampo y lacerante en los últimos metros.
Sin temores, sin fantasmas; con coraje y determinación. Así había que jugar Lepra, sea por la permanencia o por el ascenso.
Cardozo se la encontraba en el área para el 1-0 y luego el propio Cardozo ponía el 2-0 en un contragolpe magistral encabezado por Cerutti.
Y era poco para ese primer tiempo que no tuvo fisuras. Y sin exageraciones. Porque el Azul lo pasó por encima a Chacarita con fútbol, carácter y mucha personalidad para jugar otra “final” y evitar el descenso.
Para el complemento el compromiso fue el mismo pero la intensidad era hasta lógico que mermara, por el desgaste y la diferencia en el marcador.
Lo que no bajó fue la efectividad: pelota que domina Tarragona y habilita de manera perfecta a Disanto para que el pibe enfrente a Trípodi y lo deje sin reacción al arquero. La alegría era completa: el canterano llegaba al gol por primera vez con la casaca de Independiente. Y pocas cosas más podían inflar más el pecho del hincha, que no paró de disfrutar en las tribunas.
No hay cucos para este Azul demoledor. Pasó Argentinos y le tocó el turno a Chacarita. Y ahora que pase el que siga. En el Parque, hay equipo de sobra.