Salía casi todo bien. Quizá por lo muy pobre que mostraba el local, pero todo iba sobre rieles. Había posesión del balón, intensidad en los movimientos ofensivos, aunque faltaba profundidad.
Independiente no acertaba en el último pase y la pelota parada ofensiva, que es una alternativa más que válida, es una materia pendiente hace tiempo de este equipo.
Tan bien iba todo, que nada hacía suponer lo que iba a pasar a los 19 minutos. Una pelota llovida que cae al borde del área grande, un mal dominio de Vila genera un par de rebotes entre él y Rodríguez, aunque el beneficiado final fue el atacante de Gimnasia, quien en situación óptima de gol no perdonó.
Ni los locales esperaban tanta generosidad en el resultado. El Lobo había corrido casi todo el tiempo detrás de la pelota, sin embargo el marcador indicaba que estaba arriba. Independiente, que había mostrado quizá su versión con más lustre en mucho tiempo, se iba al descanso con las manos vacías.
Para el complemento las cosas no fueron las mismas. Independiente ya había perdido esos buenos modales de la etapa inicial y Pity Aracena le dio una vida más al equipo tapándole un mano a mano a un Vila que estaba endemoniado.
Reinoso saltaba a la cancha para cortar con tanta dulzura. A la carga, barraca. Había que empatarlo por arriba o como fuera. La Lepra iba como le salía.
Y, paradójicamente, iba a encontrar el empate con una belleza de Dolci. El volante metió un pase exquisito de por lo menos 30 metros que cayó a las espaldas de Ferreyra y Cardozo, que entró a espaldas del lateral derecho, marcó una paridad que estaba más que merecida.
Si no se puede con sanas intenciones como las del primer tiempo, Independiente aprendió también a sumar con coraje, con actitud. Y así va. No detiene su marcha, lleva cinco sin perder y se hace cada vez más difícil no dejar de ver la tabla de posiciones.
La de los promedios lo tiene en zona roja. Poco importa, porque el equipo entusiasma con algo más que quedarse en la categoría. Y quién te dice...