La Lepra cambió para Berti igual

Con la llegada del nuevo DT, Independiente no mostró ninguna mejoría y el resultado fue el mismo: empate.

La Lepra cambió para Berti igual

Los apellidos que estaban en cancha habían perdido crédito tras la seguidilla de partidos sin victorias (el Azul acumula ahora 9 encuentros sin sumar de a 3 puntos). La esperanza, entonces, estaba en el banco de los relevos: debutaba Alfredo Berti. Se entendía la llegada del ex Newell's como una evolución del 4-3-3 que propone el Azul. Se hablaba de intensidad, de presión bien alta y de más concepto. Nada de esto se vio en campo de juego.

Fue más de lo mismo y el puñado de falencias que ya no había podido resolver el cuerpo técnico anterior: mucha gente en ofensiva de manera improductiva por la escasa movilidad; se veía un equipo largo, que dejaba una estancia a espaldas de los volantes y una presión alta que se insinuó en un arranque de manera tibia y que se fue perdiendo con el correr de los minutos hasta desaparecer por completo en el complemento.

Se buscó salir jugando desde la última línea defensiva pero todos los posibles receptores en ofensiva estaban de espalda al arco y no eran alternativa válida de pase porque cualquier intento de conexión iba a favorecer a la defensa de Santamarina.

Entonces Dolci optaba por el pelotazo largo a las bandas, principalmente por el lado de Curuchet, la principal arma ofensiva de este Independiente muy tibio, para llevar preocupación al arco de Papaleo. Dos intervenciones de Curu, precisamente, hicieron tambalear la estructura defensiva de la visita: en la primera el arquero le tapó a Tarragona un remate cruzado y en la segunda Cardozo anticipó su marca pero su remate fue ancho.

En el amanecer del complemento, un frentazo de Callejo ponía todo aún más cuesta arriba. Y para que el panorama sea más oscuro, Yeimar se iba expulsado porque atropelló a Callejo en un regreso enérgico del colombiano para volver a ocupar su lugar. Todo parecía terminarse para el equipo de Berti, sin embargo en ese lapso del partido, se vio lo mejor del Azul. Lo tocaron en su orgullo y salió la rebeldía a flote.

Con un hombre menos en cancha, la Lepra lo guapeaba, lo peleaba con enojo. Sin fútbol, sin demasiadas ideas ni conceptos y muy lejos del arco de Papaleo. Tan lejos del arco de Papaleo estaba Independiente Rivadavia, que el gol tuvo que llegar por medio de una genialidad de Tarragona que vio adelantado al arquero visitante y la puso por sobre su humanidad desde casi 35 metros. No había otra manera de convertir. Debía aparecer un destello de lucidez, un dejo de talento individual.

En lo colectivo, el equipo sigue sin aparecer en este 2017 y el correr del campeonato comienza a achicar el margen de error y a agigantar el nerviosismo y la impaciencia. Los Caudillos del Parque ya exteriorizaron su disconformismo. 

En el campo de juego, Independiente Rivadavia fue más de lo mismo. Por eso el resultado final fue más de lo mismo: séptimo empate consecutivo.

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