La Lepra, a Caballito de la felicidad

Independiente mandó al diablo las estadísticas y venció por primera vez a Ferro en su cancha.

La Lepra, a Caballito de la felicidad

Venga ese abrazo, leproso. Grítelo bien fuerte. Festeje. Disfrute. Después de tanto sufrir, una alegría como la de ayer es para gozar por partida doble.

El equipo de Martín Astudillo ganó su primer partido en el campeonato, nada menos que frente a un adversario que venía goleador y puntero y al que nunca había podido derrotar en condición de visitante.

El plantel de Independiente, que llegó a Buenos Aires vía terrestre (y así lo harán hasta que se habilite nuevamente nuestro aeropuerto) se volvió a Mendoza a “Caballito” de la felicidad. En realidad, a caballito de Tarragona, el “9” bravo que definió la historia con esos dos estiletazos mortales para un Ferro que se encaminaba cosechar su tercera victoria consecutiva.

Era injusto porque aún con sus errores conceptuales e intermitencias a cuestas, Independiente había sido más que el Verde. Por actitud, convicción y ganas de ir al frente, el equipo de Astudillo había logrado maniatar a los volantes externos de Ferro (Vernetti y Borrego) y generar juego en los interiores.

Eso sí, faltó el recorrido que el DT pide por los costados (especialmente en el retroceso) y la sintonía fina entre los de arriba. Activos Cardozo, Fernández y Tarragona, el primero cayó no menos de cuatro veces en offside. Y si la Lepra no se fue al descanso en ventaja fue -en gran parte- porque los de arriba manejaron mal dos o tres contragolpes en los que tenía superioridad numérica, campo y espacio.

La noche se vino temprano, oscureció antes de tiempo. Antes del minuto del complemento, y después de que Aracena se lo tapara dos veces a Salmerón, el infortunio de Maidana hizo presagiar lo peor. Otra vez. Pero si algo tuvo el equipo fue reacción.

A diferencia de otros encuentros en los que sintió el impacto y se apichonó, esta vez sacó a relucir su orgullo, temple, corazón y... juego. Porque el equipo jamás renunció a la propuesta de atacar por las bandas para llegar con desequilibrio hasta la zona caliente. Porque colocó gente en ataque y forzó el error del rival. Y así llegaron los goles.

En ese lapso furioso de 30’ a pura intensidad, presión e inteligencia para explotar el sector más flojo (el derecho) de la defensa de Ferro. Bastaron dos apariciones supersónicas de Cardozo en la posición de extremo zurdo -la que mejor le sienta- para explotar la banda, ser profundo y meter dos puñaladas en el corazón del área Verdolaga.

Del resto, claro está, se encargó Tarragona, con su oficio para meter la cabeza y agarrar a contrapierna a Requena, en el primero, y su oportunismo para aparecer en el punto del penal y empujar el centro rasante de Cardozo, en el segundo. Justo. Merecido. Necesario. Festejado. En victorias que marcan hitos y que dejan huellas como la de ayer, los adjetivos calificativos suelen fluir por sí solos. Pero que el árbol no tape el bosque.

Hay cosas por corregir, de eso no hay duda. Como tampoco se puede negar que el temple, la identidad y el espíritu de los equipos se van configurando con el correr de los partidos. Recién van tres de cuarenta y seis. Falta una eternidad. Mientras tanto, la Lepra no se volvió a Mendoza en tren, ni en micro ni en avión. Regresó a Caballito de la felicidad.

Martín Astudillo. DT Independiente: "Contento con cada uno de los jugadores"

“Sabíamos que ganábamos por las bandas y buscamos sacar máximo provecho a eso con los cambios que metimos en el segundo tiempo, más aún cuando en Ferro ingrese Alderete. Por suerte los chicos entendieron rápidamente la idea y pudimos darlo vuelta. Realmente me voy muy contento por el rendimiento de cada uno de los futbolistas”, declaraba Astudillo ya casi arriba del colectivo. Había hinchas de Independiente muy cerca y el entrenador no pudo realizar sus declaraciones con calma. “El sistema depende de nuestras necesidades”, tiró al final.

Opinión

Por Gustavo Pinto - gpinto@losandes.com.ar

Jugar bien para ganar

A Martín Astudillo le tocó ser entrenador de Independiente Rivadavia en el tramo final de un torneo en el que no daba pie con bola y la permanencia estaba en riesgo. El escenario era crítico. Sin embargo, al técnico no le tembló el pulso.

Poco le interesaron las presiones, la mochila del promedio y todo el entorno. Su equipo debía salir jugando desde el fondo, debía ser corto, juntarse y llevar adelante una sana propuesta de buen fútbol.

De esta manera, contraria a la que muchos podrían pensar como la correcta, Astudillo aseguró la permanencia una fecha antes del final del torneo. Y para éste, no iba a cambiar el libreto.

Sabe que la Lepra es el peor equipo en la tabla de promedios pero la lealtad hacia su manera de entender el fútbol no iba a ser traicionado. Y está bien. ¿Por qué hay que plantear la absurda dualidad entre ‘jugar bien’ y ‘ganar’? Primero hay que jugar bien y lo otro cae por su propio peso.

Lo primero que tiene que lograr un equipo para ganar es justamente jugar bien. ¿Qué es jugar bien? No es ganar. Es entregar la pelota a un compañero, es progresar en el campo de juego con pases al ras del piso, tener la capacidad de mantener el balón y ser dañino cada vez que se mete en los últimos metros. Y sí, defender de manera correcta y ser inteligente para anular al adversario. Jugar bien para ganar. Y no ganar a cualquier costo.

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA