Debido a la alta inflación y al estancado nivel de actividad que lo tiene a maltraer, el gobierno nacional anhela más que nada en este mundo tocar de una vez por todas el fondo de la pileta con las puntas de los pies para impulsarse hacia arriba en materia económica y social. En este contexto, tiene al tema del empleo y a la relación con los sindicatos en medio de sus tribulaciones principales.
Esta forma de avanzar por sorpresa, tal como lo ha hecho el presidente Mauricio Macri en materia laboral, ganando la cuerda con hechos antes que con discursos, le ha vuelto a dar cierto volumen político, que ya se verá cuánto le dura, porque la llamada ley anti despidos tiene media sanción en el Senado y avanza a los tumbos en Diputados, pero avanza.
El momento es clave, ya que el oxígeno comienza a faltar y está a la vista alguna alteración nerviosa que se lo hace consumir a mayor velocidad, debido a su propia impericia política.
Blandir el veto antes que el diálogo, por ejemplo, lo obligó a soltar aire mucho más rápido que lo previsto. También sentir que, de algún modo, el gobierno central es rehén de los gobernadores peronistas y sobre todo que podría serlo en cada ocasión que se los necesite, lo agitó en demasía. De allí, esta respuesta netamente política.
Seguramente, a Macri se le dirá que 90 días no son seis meses y que un “compromiso” no tiene fuerza de Ley y, en ese sentido, es verdad que el acercamiento con los empresarios por el empleo que intentó no es más que algo moral, tal como se lo ha presentado. Pero, haber hablado al menos con varios sindicalistas para explicarles las jugada resulta ser una apertura más que interesante que, si bien no borra lo que ha avanzado la oposición en el Congreso, políticamente la desacomoda bastante.
Es cierto que no es ésta la tradicional receta peronista de los acuerdos de tres patas, pero se intenta que se le parezca, por lo cual a muchos diputados de ese palo se le van a cruzar bastante las prioridades, especialmente a Sergio Massa y a Diego Bossio, quienes hasta ahora habían jugado abiertamente junto al kirchnerismo, aunque con varias e importantes reservas en relación a las pyme.
Y también a varios gobernadores del mismo palo que, hijos de la chequera oficial y pese a varias promesas al respecto, nunca le reclamaron ni a Néstor ni a Cristina Kirchner que siguieran la tradición de avanzar en esos pactos tripartitos que impuso Juan Perón.
No se calló el Presidente cuando los descalificó a todos ellos, a la hora de decir que “reunirse para crear instrumentos que traben el desarrollo es bastardear la política”. Esta contundente marcación de cancha tiene que ver con la pelea por el fondo de la cuestión, la puja por los dos paradigmas en juego: “no es hacer política crear trabas e impedir el desarrollo de la comunidad”, sostuvo Macri.
Esta reacción política es un vínculo más que evidente hacia el ya famoso "segundo semestre", que es cuando el Gobierno espera comenzar a asomar la cabeza para tomar aire puro, pero, además, no deja de ser un argumento de justificación por si debe aplicar finalmente el amargo remedio de la censura que prevé la Constitución. DyN