Carlos Salvador La Rosa - clarosa@losandes.com.ar
Junto a la gran transformación interna que permitió al partido radical llegar a la presidencia argentina en 1983, al poco tiempo el peronismo vivió su profunda renovación que básicamente consistía en rescatar los mejores elementos del peronismo histórico y desechar todos los muchos otros y ponerlos al servicio irrenunciable de la nueva democracia de los argentinos. Ese buen intento naufragó a los pocos años cuando la mayoría de los cuadros renovadores se entregaron como meros gerentes al neopopulismo neoliberal menemista.
En los años 90 la izquierda en general vivió una tragedia histórica y epocal con la implosión del comunismo en todas sus formas. Sin embargo, a partir de allí, se fue gestando desde abajo un progresismo reformista que se propuso como objetivo salvar de la hecatombe las banderas rescatables de la vieja izquierda. Un progresismo que aceptaba, por ahora, vivir dentro del capitalismo pero que no renunciaba a gestar un sistema alternativo; eso sí, ya nunca más separado de la democracia sino al servicio, siempre, dentro o fuera del capitalismo, de su fortalecimiento. Lamentablemente, en la Argentina al entrar el siglo XXI, apareció el kirchnerismo y puso casi todos esos progres al servicio de un nuevo neopopulismo de izquierda donde la democracia volvía a ser un mero adjetivo para usarlo o tirarlo según el caso. El modelo de esa gente, la Meca, en términos históricos fue Cuba, pero en términos de construcción de una alternativa actual, todas las miradas se fijaron en la Venezuela chavista.
Entonces, así como el peronismo se quedó sin renovación, la izquierda se quedó sin progresismo porque éste, a partir de su afiliación al neopopulismo bolivariano, no se cansó de contradecirse, de negarse a sí mismo, de adoptar las peores actitudes de la derecha, de tragar todos los sapos habidos y por haber, como lo demuestran con creces todos los progres que justifican o permanecen callados, cómplices manifiestos frente al drama venezolano y la transformación de su sistema en una dictadura más.
He aquí, entonces, un decálogo de los principales sapos “progresistas”.
1) Rememorando una de las peores frases de Franklin D. Roosevelt, el inefable (y odiado por la izquierda) Henry Kissinger dijo sobre uno de los Somoza, dictador derechista de Nicaragua: "Sí, es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta".
Hoy, toda la izquierda chavista del mundo dice en off lo mismo de Maduro, con igual dosis de cinismo.
2) A las naciones latinoamericanos con dictaduras militares que pulularon durante todo el siglo XX se las llamaba repúblicas bananeras y la definición de ellas es la siguiente: "República bananera es un término peyorativo para un país que es considerado políticamente inestable, empobrecido y atrasado, cuya economía depende de unos pocos productos de escaso valor agregado (simbolizados por las bananas), gobernado por un dictador o una junta militar, muchas veces formando gobiernos forzosa o fraudulentamente legitimados".
Desafiamos a cualquier progre chavista a que nos pueda establecer una diferencia entre la definición de república bananera y la república bolivariana, en particular ahora que hasta ha renunciado al voto popular.
3) Hablando del voto, en los años 30 del siglo XX, los gobiernos conservadores de la Argentina llamaron fraude patriótico a las elecciones amañadas y tramposas que efectuaban. Decían, en su justificación, que a fin de salvar la patria de la disolución, el fraude era necesario.
Exactamente igual al fraude colosal que el domingo pasado hizo el madurismo con la elección de los convencionales constituyentes donde hasta la empresa encargada de la verificación electoral denunció estafa.
4) Un sabio dicho afirma que "la más demoledora prueba de la existencia del demonio en la tierra es que todo, absolutamente todo, se puede explicar". Es por eso que aún hoy, luego del Holocausto, sigue habiendo gente que justifica o niega al genocidio nazi. Lo mismo hicieron grandes núcleos de la vieja izquierda frente a los crímenes stalinistas. Y hoy, ante Venezuela, la mentira o el silencio adjetivados como "revolucionarios", están a la orden del día. Y hay cosas aún peores: Atilio Borón, quien pide literalmente la eliminación física de los opositores a Maduro, avanza más allá de la mentira o el silencio: él justifica el asesinato en nombre de la revolución. Él convoca al demonio a la tierra. Es uno de los jinetes del Apocalipsis. Y lo peor de todo es que lo explica.
5) Uno de los antecedentes de Maduro es Daniel Ortega, el supuesto revolucionario nicaragüense que poco a poco se fue transformando en una evidente reencarnación por izquierda de quien fuera su principal enemigo histórico e ideológico: la dinastía de los Somoza. Para hacerse reelegir indefinidamente, Ortega declaró inconstitucional la Constitución con la que había llegado al poder. Y Maduro, continuándolo, hizo algo aún peor: para convocar a una trucha Constituyente que cambie el sistema democrático por uno dictatorial: a lo que declaró inconstitucional es a la mismísima Constitución... chavista. El colmo de los colmos. Negar los mismos fundamentos de la revolución para salvarse a sí mismo y a la nueva oligarquía en que ha devenido la élite bolivariana, sus capitalistas amigos y su ejército aliado. En términos de izquierda, todas estas cosas no son más de “derecha” porque no se puede. Pero no sólo Borón, sino también grandes y respetables íconos de la izquierda latinoamericana como Enrique Dussel o Adolfo Pérez Esquivel, defienden, en nombre de sus valores, los antivalores maduristas que contradicen su propia revolución... o tal vez la desnudan tal como siempre fue.
6) Varas distintas I: Guillermo Moreno, el un tanto autoritario ex-secretario de comercio K, dice que a Macri lo que no se le puede perdonar es que le sacó la comida de la boca al pueblo. Pero no dice nada de Maduro.
La nota principal de tapa de Página 12 de ayer sábado no se refiere a la absolución de Boudou ni al inicio de la trucha Constituyente madurista. Pone como foto central al supuesto intento macrista de querer echar a la procuradora Gils Carbó. Lo hace justo en el mismo día en que la Constituyente chavista decreta, como primer acto de su gestión, la expulsión de la fiscal general de Venezuela, fuera de cualquier legalidad.
La izquierda argentina deplora, como lo hacemos todos, esos tristes momentos en que tantos disidentes a la dictadura militar del 76 (como el mismo Héctor Cámpora), debieron refugiarse en las embajadas para no ser detenidos o eliminados o desaparecidos. Pues bien, esa misma izquierda nada dice de los jueces venezolanos que deben exiliarse en las embajadas extranjeras para no ser metidos presos. Nada de nada de nada.
7) Varas distintas II: Toda la izquierda bolivariana, incluyendo como voz central a Cristina Fernández de Kirchner, alzó su voz indignada cuando se destituyó a Lugo en Paraguay o a Dilma en Brasil o al reeleccionista trucho de Manuel Zelaya en Honduras. A Paraguay incluso se lo suspendió del Mercosur sin dar tantas vueltas como se dio ahora con Venezuela. Y eso que las tres destituciones se sujetaron a la ley formal aunque de hecho y de fondo hayan sido muy discutibles. Pero ocurre que ahora Venezuela se alza contra la propia Constitución chavista y avanza hacia una dictadura igual a las militares (si ya no lo es) y la izquierda no luce nada indignada. Peor aún es cuando comparan la represión macrista legal a Pepsico con la masacre más que ilegal perpetrada por Maduro. La represión brutal en Venezuela primero merece el silencio de la izquierda, luego la minimizan, después la explican por culpa del imperialismo y finalmente -cuando ya no les quedan excusas- dicen, volviendo al stalinismo, que se trata de violencia revolucionaria. Quienes así razonan no tienen vergüenza.
8) Varas distintas III: Miles de manifestantes de izquierda que en los países latinoamericanos y en general en todo Occidente concurren entusiastas a las marchas por mayor libertad sexual, a la vez apoyan -sólo porque están contra EEUU- a países como Irán o Rusia donde los homosexuales son perseguidos y hasta exterminados. Y en el colmo de los colmos, muestran simpatías poco disimuladas por Donald Trump debido a su proteccionismo antiglobalización. Ese Trump que expulsa los transexuales del ejército. Contradicciones en el seno del "pueblo" diría Mao.
9) Ayer se lo dijo Maduro al pro-iraní Luis D'Elía en su programa de radio: "Nos van a bloquear los EEUU como hicieron con Cuba". Eso no se trata de un lamento sino que es la última esperanza chavista: que los bloqueen, para poder explicar lo inexplicable por culpa del imperialismo. Anhelan, quieren, desean el bloqueo que dicen deplorar. Lo que ocultan es que lo que le ocurrió a Venezuela, no es por culpa de un ataque imperial sino por una implosión debido a causas internas. No son Cuba sino la ex-URSS cuando igualmente implosionó no por EEUU sino por culpas todas propias.
Venezuela no sufre por golpe ni por invasión, sino por su élite gobernante que liquidó solita al país.
10) Aunque los pobres progres sigan diciendo que Venezuela es la última esperanza revolucionaria que les queda, no se detienen en ella para tragar sapos. Los tragan en todos lados. Daba pena ver las manos levantadas por la supuesta izquierda peronista camporista para defender a Julio de Vido en el Congreso. Pero más pena daba pensar que muchos de ellos no son corruptos sino apenas cómplices -por levantar la mano- de un corrupto comprobadísimo. Tan paradojal como atacar el mal gobierno de Macri y quedarse callado ante el increíblemente pésimo gobierno K de Alicia en Santa Cruz, una provincia que recibió más plata de Macri que de Cristina y que está volando por los aires, con el año escolar perdido y con todos los empleados estatales sublevados. La provincia peor administrada del país, la que no puede echarle la culpa a nadie de sus falencias salvo a treinta años continuados de kirchnerismo. Y a la vez la Meca, el lugar en el mundo de la izquierda K.
En fin, que luego de esta infinidad de sapos tragados (que pueden ser completados por muchos más) a los buenos progres devenidos popu-kirchner-bolivarianos, lo más probable es que les empiece a gustar comer sapos.
PD: Dos excepciones a reconocer: la del CELS de Horacio Verbitsky que publicó un comunicado criticando duramente muchas medidas de Maduro, algo poco inusual en este tipo de izquierdas. Si bien trata de repartir las culpas entre los victimarios oficialistas y las víctimas opositoras, al menos no defiende lo indefendible.
Y una gran alegría porque al fin el Papa Francisco dijo algo crítico sobre el régimen venezolano. Con todo el respeto al Santo Padre, y con la mayor felicidad por sus declaraciones, al mismo le es enteramente aplicable el dicho aquél de que "más vale tarde que nunca". Dicho con buena onda.