La isla radical resistió el asedio peronista - Por Carlos Salvador La Rosa

Los radicales hicieron de mendoza una fortaleza inexpugnable, como En el álamo de davy Crockett.

La isla radical resistió el asedio peronista - Por Carlos Salvador La Rosa
La isla radical resistió el asedio peronista - Por Carlos Salvador La Rosa

Aunque nada es nunca igual, lo que ocurrió ayer en Mendoza es comparable con lo que aconteció en 2003 donde el radicalismo para presidente sacó el 2% de los votos, mientras que el mismo partido, pocos meses después, se impuso en Mendoza con Roberto Iglesias transfiriéndole la banda gubernamental a Julio Cobos, pese a la debacle delarruista. Mendoza comenzaba a transformarse en la isla radical, ese lugar donde los “correligionarios” encuentran un refugio cuando andan mal las cosas por el resto del país.

En esta ocasión, luego del aluvión peronista que con las PASO nacionales sumadas a la inmensa mayoría de las gobernaciones provinciales, parece ir transformando al país, nuevamente, en un unicato peronista, el radicalismo se impuso holgadamente en un territorio que de haberlo perdido podía arrastrar con ello a la desaparición del tradicional partido o algo similar.

Por eso lo de ayer para los ganadores es un triunfo estratégico. En cambio, si se hubieran impuesto los peronistas  habría sido para ellos apenas la frutilla del postre de un expectante pero altamente probable triunfo nacional dentro de poco menos de un mes.

Paradojalmente, en Mendoza se vivió este domingo una elección de características altamente provincializadas que, sin embargo, obtiene el mayor grado de nacionalización que en muchos años haya obtenido un comicio mendocino.

Vale decir, el pueblo votó con criterios relacionados con la valoración positiva de la gestión local de Alfredo Cornejo y porque le pareció sensato y razonable el candidato propuesto, Rodolfo Suárez. Pero el país entero tuvo ayer los ojos puestos en la provincia, no porque les interesaran demasiado las anécdotas locales sino por la inevitable trascendencia nacional que alcanza el triunfo de una coalición local identificada con Cambiemos luego de la estrepitosa derrota en las primarias.

Los justicialistas que hasta ayer intentaron por todos los medios nacionalizar la elección mendocina, desde hoy girarán 180 grados y  provincializarán su resultado sosteniendo que el mismo nada tiene que ver con un resurgir de Cambiemos en la Nación.

Y los de Cambiemos, que se quedaron todos en absoluto silencio aceptando que sólo hablara Cornejo recontraprovincializando el comicio, ahora intentarán nacionalizar el resultado, aduciendo que el rumbo ha cambiado y que después de la épica batalla mendocina, Macri puede dar vuelta el resultado adverso en el país.

Sin embargo, lo que importa es que así como la elección primaria nacional la ganó quien desarrolló una mejor estrategia, acá ocurrió lo mismo. En las PASO Cristina tuvo razón en no presentarse en primer lugar y Macri no tuvo razón en no bajarse como hizo su archi-adversaria. No fue la única razón pero fue clave para que el resultado fuera tan abrumadoramente abultado en contra de Cambiemos.

En Mendoza, a su nivel, pasó exactamente lo mismo: los electores votaron en cada elección por lo que le proponían los candidatos y no arrastrados por alguna ola nacional como ocurrió en otras ocasiones. El justicialismo creyó que como había ganado en Mendoza las PASO nacionales, ese resultado anulaba el de las PASO provinciales donde ganó el radicalismo. Y que, por ende, de lo que se trataba en de trasladar el triunfo de Alberto Fernández a Mendoza. Cometieron el error de no analizar los resultados de las elecciones  municipales justicialistas que ocurrieron en el medio, donde se vio con claridad que los mendocinos tenían más propensión de votar por cuestiones locales que nacionales.

Eso, en cambio, el radicalismo lo leyó bien; entonces cerró todo contacto con el mundo externo a Mendoza. Si en las PASO provinciales se ignoró a Macri, en estas elecciones no sólo se lo ignoró, sino que el mismo Rodolfo Suárez cuando le preguntaban por el presidente, lo criticaba como si fuera un opositor más. Los radicales hicieron de Mendoza un fuerte resistente a todo influjo de afuera y combatieron con sus solas armas (como en El Álamo hicieran David Crockett y los texanos). Es lo que los mendocinos querían, por eso los premiaron con muchos más votos y bastante más participación que en las PASO provinciales. Y a diferencia de  ‘El Álamo’, resistieron el asedio del mucho más poderoso ejército enemigo. Y ganaron.

Pero además de esa buena lectura política radical, el peronismo contribuyó con sus errores para amplificar el triunfo de sus adversarios. Que tuvieron que ver con las faltas cometidas por su candidata provincial, Anabel Fernández Sagasti, y su candidato nacional, Alberto Fernández.

La joven senadora que había ganado la interna partidaria mostrándose exclusivamente con Cristina, ahora hizo desaparecer a la expresidenta como el radicalismo hizo desaparecer a Macri de la campaña. Y se fotografió pura y exclusivamente con Alberto Fernández, diciéndole a los mendocinos que ella le convenía más a Mendoza por su cercanía al probable futuro presidente. Repitió la cantinela de Paco Pérez de que hay que ser parte del “proyecto nacional” para recibir el apoyo de la Nación. Cosa que hasta ahora no ha sido nunca comprobada, o ha resultado en contra. Ya que suele beneficiar más un gobierno autónomo con fortaleza propia que una casi delegación nacional.

Si bien Anabel intentó cubrir su prédica nacionalista con adjetivos provincialistas, parece no haber convencido demasiado. Además su poca experiencia le jugó en contra. Empezó muy bien con su entusiamo juvenil y su triunfo interno, pero poco a poco fue demostrando que le faltaba madurar bastante más para un cargo tan importante como ocupar el sillón de San Martín. Fue de mayor a menor, como que aún no era su tiempo. Ella representa más un futuro probable que el presente concreto. Será su responsabilidad y su oportunidad ayudar a renovar un justicialismo muy esclerosado como el mendocino y quizá tenga nuevas posibilidades. A pesar de todo, ella hizo un papel digno.

Además, el principal error no lo cometió ella, sino Alberto Fernández con un cierre de campaña increíble y surrealista donde llegó en malón a la provincia acompañado por casi todos los gobernadores y candidatos a gobernadores del PJ. Muchos de ellos, como si fueran jeques árabes, viajaron a la reconocidamente austera e institucional Mendoza (que Anabel, correctamente, se cuidó mucho de no subestimar) en costosos aviones privados (aunque tuvieran sus provincias en llamas), o incluso en ¡¡¡aviones sanitarios!!! Una verdadera orgía de gastos ofensivos en un país en emergencia alimentaria. Un despropósito por donde se lo mire que alcanzó proporciones de cataclismo simbólico al mostrar cómo se maneja nuestra elite. Algo aún más imperdonable cuando ya habían cometido exactamente el mismo error en Tucumán donde su gobernador recibió a Alberto con un asado faraónico para cinco mil personas. Asado que hasta la misma Anabel criticó duramente. Por eso grande debe haber sido su estupor cuando una Armada Brancaleone de señores feudales hizo lo mismo en su Mendoza. Pero esta vez no pudo decir nada porque le ocurrió a ella. Ayer, bastante de lo que pasó tuvo que ver con eso. Mejor hubiera sido que Alberto viajara solo a apoyarla en vez de traer esa corte carnavalesca. A Mendoza no le gustan esas cosas.

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