A medida que se van conociendo nuevos valores, la inquietud se va incrementando.
Sucede que la brecha entre lo que percibe el productor en la finca y lo que paga el consumidor en el caso de las frutas y verduras, se va ampliando en forma permanente en razón de que la intermediación genera valores que terminan deteriorando las reglas del libre mercado, que se mueven de acuerdo con la oferta y la demanda.
Así quedó claramente graficado días pasados, cuando un estudio sobre el Índice de Precios en Origen y Destino, de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) determinó que, en el caso de la zanahoria, la diferencia fue de 14,3 veces, lo que significa que mientras el productor cobró sólo 1 peso el kilo, el consumidor pagó 14,70 pesos.
Debemos reconocer que en la zanahoria existe un componente especial. No todo el producto que se recoge en la chacra va a parar a las verdulerías.
Existen "lavaderos" distribuidos en las cercanías de las zonas productoras que realizan la tarea de selección, por lo que el "descarte" es importante.
Pero de allí a que el precio final se incremente en 14 veces es algo que no se puede comprender, en razón de que se trata de un producto que no sufre un deterioro en el corto plazo.
Y es aquí donde surge otro hecho a considerar: se asegura que el precio aumentó porque hubo una retracción en la oferta, pero que después bajó para el productor porque hubo una sobreoferta temporal. Sin embargo, el precio al público sólo bajó un 5 por ciento.
Lo que sucede con la zanahoria se repite en otras verduras.
Podemos señalar que, en el caso de la lechuga, la persistencia de los días de lluvia meses atrás provocó que no se pudiera ingresar a las chacras a recoger el producto. Así entonces, una caja se llegó a pagar en la finca a 140 pesos, lo que llevó a que en las verdulerías el kilo de pagara a 30 pesos.
Sin embargo, pasada la lluvia, la caja se le pagó al productor a 14 pesos, mientras en las góndolas los valores no bajaron en la misma proporción, disminuyendo sólo un 50 por ciento.
Podemos tomar por caso lo que sucede actualmente con la acelga, en razón de que al productor se le pagan 5 pesos por "fardo" (que consta de 10 atados) y en la verdulería el consumidor está pagando, como "oferta", 15 pesos por dos atados.
El estudio de la CAME manifiesta su "extrañeza" con lo que sucede con el zapallito, porque en setiembre se produjo una caída del 50 por ciento en origen, pero aumentó un 5,7 por ciento al público, mientras al ajo se pagó a 3,20 pesos al productor y se vendió en góndola a 12,40 pesos, y la cebolla se pagó a 2,30 pesos en finca y se vendió a 11,60 pesos en la verdulería.
El estudio indica que las frutas tampoco fueron la excepción, porque la manzana roja se pagó a 5,30 pesos al productor y se vendió a 33,80 al público y en el caso de la pera se pagó a 4 pesos en la finca y se vendió a 31,40 en la góndola.
En estos dos últimos productos puede señalarse que existe un componente importante, como es el frigorífico, pero de ninguna manera puede influir tanto en los precios finales.
En todo el panorama mencionado, queda en claro que la intermediación se queda con la parte del león en la comercialización del producto y que los perjudicados son las dos puntas de la cadena, el productor y el consumidor.
En el primero de los casos, los finqueros son los que se encuentran más desprotegidos porque en su gran mayoría, tanto las semillas como los agroquímicos son importados.
En ese esquema, cuando el dólar sube, también suben los precios, pero cuando el dólar se mantiene estable, como ha sucedido en los últimos meses, los precios aumentan "por la inflación" interna.
Así entonces, se encuentran cada vez más comprometidos para continuar son sus tareas.
Y el restante perjudicado es el consumidor, que muchas veces se ve obligado a restringir sus compras porque el dinero no le alcanza.