La inseguridad sigue en la cresta de la ola

El año electoral determinó que la atención se centrara en el plano político, pero la inseguridad sigue preocupando -y mucho- a los mendocinos.

La inseguridad sigue en la cresta de la ola

Ya no se trata de un hecho puntual, como sucedió en su momento con la muerte de un turista neozelandés en el parque General San Martín, sino de situaciones que se viven a diario a lo largo y a lo ancho de la provincia.

Los delitos siguen en la cresta de la ola y pareciera ser que no hay una fórmula efectiva que permita disminuirlos, aun a pesar de que la propia gente está atenta para llamar a la Policía cuando observa algún tipo de movimiento extraño en las cercanías de su hogar.

Con un elemento no menos preocupante, como es el caso de que los malvivientes actúan con absoluta impunidad, adosándole una inquietante dosis de violencia la que, en muchos de los casos, permite presuponer que no tienen el mínimo respeto por la vida de sus semejantes.

Debemos partir de una base: Mendoza se ha convertido en una ciudad “grande” y comienza a tener los problemas propios de ese tipo de conglomerados urbanos, entre ellos el de la inseguridad. Quedó atrás aquel “pueblo” en el que todos nos conocíamos y donde los vecinos se convertían también en amigos.

Décadas atrás, el por entonces jefe de Policía de la provincia manifestó, durante una entrevista, que a un delincuente le resultaba muy difícil actuar ya que la llegada a un barrio era inmediatamente advertida y que “escapar” de la provincia también le generaba un serio problema en razón de que Mendoza se encuentra a 170 kilómetros de San Juan, a 268 de San Luis y a 236 de San Rafael y, entre una y otras ciudades, sólo hay campo.

Pero ahora la situación cambió sustancialmente porque la población creció y paralelamente lo hicieron los lugares donde los malvivientes pueden encontrar dónde resguardarse.

También se ha modificado la actitud asumida por la delincuencia. Los robos existieron desde siempre pero había un respeto por la vida y por la integridad física de los afectados. Ahora los malvivientes demuestran un nulo respeto por sus semejantes y hasta pareciera ser que no pueden delinquir sin tratar de hacer el mayor daño posible.

Pasa en los grandes centros urbanos y también en las zonas rurales, donde las distancias entre una vivienda y otra les permite actuar con mayor impunidad.

A esos aspectos habría que sumar el fenómeno de la droga que, si bien no encuentra en Mendoza el problema profundo que se advierte en otros lugares del país, como Rosario, Capital Federal o el Gran Buenos Aires, no dejan de preocupar las muertes de jóvenes en barrios conflictivos, muchas veces calificados como “ajuste de cuentas” por parte de las autoridades. Un aspecto en el que hay que trabajar antes de que el fenómeno se profundice.

Debemos reconocer también que Mendoza en los últimos años ha mostrado una cara distinta a la Nación, ya que mientras en Buenos Aires, ante situaciones similares los funcionarios salieron a denostar a quienes realizaron críticas o minimizaron situaciones graves asegurando que sólo se trataba de una “sensación” de inseguridad, en la provincia las autoridades aceptaron las dificultades y decidieron actuar, convocando a las fuerzas políticas a debatir los problemas y a buscar soluciones en conjunto.

Es más, en un afán por evitar que algún sector político intentara imponerse individualmente, los temas fueron derivados a la comisión Bicameral de Seguridad que, por ley, siempre debe ser presidida por un diputado o senador surgido de la oposición. Hubo numerosos proyectos que ganaron las bancas legislativas y durante un tiempo la atención se centró en ese plano.

Sin embargo, el “año electoral” actual motivó que la atención se dirigiera hacia el plano político, con el agravante de que la seguridad no formó parte del eje de campaña en la provincia y tampoco en la Nación.

Resta un par de semanas para que las nuevas autoridades se hagan cargo de la gestión gubernamental. Por de pronto, todo lleva a indicar que la mira de los futuros funcionarios está centrada en la situación institucional, en el pago de haberes a los trabajadores estatales o en la situación de la agroindustria, pero resulta necesario que también se haga hincapié en la inseguridad.

En ese marco sólo cabría recordar que el próximo gobernador conoce del tema, ya que en su oportunidad ocupó la jefatura del ministerio correspondiente.

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