La inseguridad en zonas rurales

Los hechos de inseguridad se han multiplicado en los últimos tiempos en las zonas rurales. Ahora está en peligro también la producción, porque bandas organizadas proceden al hurto de nueces, por ejemplo, y se prende la alerta ante la llegada de la cosecha

La inseguridad en zonas rurales

Los datos son más que preocupantes; Mendoza es la provincia que cuenta con el índice más alto de robos en todo el país. Tomando como base sólo los casos denunciados, en 2015 se registraron 64.239, con una tasa de 3.407 cada 100 mil habitantes, superando a la ciudad de Buenos Aires -2.054 por cada 100 mil habitantes y 63.042 robos.

Problemática también es la tasa de homicidios, ya que nuestra provincia se encuentra por encima del promedio nacional, aun a pesar de que el año pasado se produjo una leve baja y pasó de 8,8 muertes por cada 100 mil habitantes en 2014 a 7,5 en 2015 -promedio nacional: de 6,6-.

Si bien la estadística no profundiza en cuanto a las zonas con mayor cantidad de delitos dentro de la provincia, las crónicas de los medios permiten determinar que los robos y asaltos se han multiplicado en un nivel exponencial en las zonas rurales, con el agravante del ensañamiento con que suelen actuar los delincuentes, para quienes la vida humana y el dolor de las víctimas no tienen ningún valor.

Aprovechando las distancias entre una vivienda y otra, los malvivientes tienen todo el tiempo del mundo para operar llevándose los elementos del hogar, rodados y, en muchos casos, con datos conseguidos de antemano, lo percibido por los finqueros en la venta de sus productos.

Las denuncias se suceden ininterrumpidamente y se dan casos llamativos, como el de un habitante de San Martín que sufrió 30 robos en menos de dos años o el de un joven de Los Corralitos que se quedó a dormir en su casa a medio construir para evitar el hurto de materiales pero fue asaltado y le llevaron el auto. En todos los casos, las víctimas terminan agradeciendo el hecho de permanecer vivos, a pesar de haber sido golpeados.

Ahora ha llegado la época del robo de la producción. Lo denunciaron días pasados los finqueros de Tupungato, al señalar lo que sucede con las nueces; en horas de la noche arriban a las propiedades bandas organizadas que proceden a llevarse los productos, realizando pingües negocios, mientras el propietario, que invirtió a lo largo del año y que debió multiplicar los gastos para evitar los robos, debe correr con las pérdidas.

Los hechos hacen recordar lo que sucedió años atrás con el robo permanente que sufrían los productores de aceitunas. Fue tal la cantidad de delitos que se cometían que la Legislatura decidió establecer la presentación de un remito con la procedencia de la mercadería para todo aquél que transportara aceitunas. Similar decisión se adoptó para las nueces y otros productos, pero los mismos afectados indican que no dio los resultados esperados porque existe un mercado negro con mecanismos muy bien aceitados muy difíciles de controlar.

Las denuncias permiten establecer que en el Gran Mendoza siguen existiendo zonas rojas en las que se producen mayor cantidad de delitos. Pero los hechos dejan conocer también que, ante el mayor control registrado en los lugares poblados (más policías, seguridad departamental, cámaras de seguridad, etc), los malvivientes han modificado el ámbito de actuación y se han dirigido hacia las zonas rurales, donde el control es más laxo por la escasa cantidad de efectivos de prevención y de medios de movilidad adecuados.

Si bien es cierto que últimamente hubo temas que ganaron la atención de la ciudadanía, no es menos real que la inseguridad sigue preocupando a los mendocinos. La dirigencia política debe ocuparse del tema y tratar de llevar una solución a todos los habitantes, sin excepción.

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