La inflación destruye la economía regional

Muchos de los grandes problemas de las economías regionales no encuentran solución porque están sometidas a las políticas nacionales.

La inflación destruye la economía regional

Cada día que pasa se escuchan quejas más fuertes y justificadas sobre las graves dificultades que están enfrentando las economías regionales, en particular el sector agroindustrial de nuestra provincia. No es para menos. Hay serios problemas estructurales que no se han podido corregir porque la mayor parte de ellos son el resultado de las políticas nacionales pero también de acciones provinciales erróneas.

Ahora se agregan factores coyunturales que agravan la situación de la economía. Entre los factores estructurales que deben computarse está el enorme cambio en los precios relativos, consecuencia de los desequilibrios introducidos por la constante y creciente intervención del Estado, en particular la arbitraria política de fijación y control de precios. El otro factor que viene a agravar las consecuencias de la política de precios es que la inflación se ha tornado crónica, vamos por el octavo año de alta y creciente inflación. Ese escenario, en cualquier época que ocurrió produjo un profundo deterioro de la economía local. 

Resultado de esa combinación letal para la economía de Mendoza ha sido el atraso del tipo de cambio, que duró por lo menos un lustro y provocó daños hasta ahora irreversibles en la competitividad de las exportaciones de vinos, frutas, aceite de oliva, aceitunas, hortalizas y legumbres. La devaluación de enero de este año ha tenido poco impacto efectivo. Hay consenso tanto técnico como empresarial en que los efectos ya se evaporaron pero el constante incremento de los costos de producción sigue semana a semana. Frente al enorme desequilibrio entre la evolución de los costos de producción, los precios internacionales y también en muchos casos del mercado interno, no hay posibilidad cierta de que mejoras en la productividad de las empresas puedan compensarlos.

En tan difícil contexto, las medidas del gobierno nacional sobre el precio de los combustibles, cuya justificación no parece otra que “ayudar” a YPF, agravan a extremos un tema crucial para nuestra economía: el costo del transporte. Un aumento de 40% de naftas y gasoil en sólo seis meses implica un garrotazo sobre la producción agrícola, de la que son insumos insustituibles. Basta para calibrar la magnitud de este problema cuando se mide en cantidad de kilos de uva, litros de vino, kilos de aceitunas, ajos, o lo que sea, lo que hay que disponer para adquirir el gasoil para hacer funcionar el tractor, el camión o la camioneta, indispensables para el trabajo diario.

A estos costos se deben sumar otros que también se han ido convirtiendo en situaciones de difícil remoción. Sin duda una presión fiscal sin precedentes en la historia económica del país, hacen que el Estado sea el “socio” más caro de cualquier emprendimiento productivo.

Además, el sistema tributario y de tasas es complejo, exige costos de servicios técnicos y desgasta las energías empresariales. Lo mismo ocurre con una maraña de regulaciones, también de los tres niveles estatales, que hace que empresas y productores individuales pasen mucho tiempo haciendo interminables y casi siempre inútiles trámites en dependencias públicas, siempre atestadas de empleados que esos mismos productores y empresarios pagan y que en vez de ayudarlos a ser más eficientes y productivos, lo único que hacen es poner cada vez más obstáculos. Basta escuchar lo que se dice en cualquier reunión empresaria para advertir el enorme desaliento que va ganando la voluntad del sector privado.

Ahora como era previsible, con el manejo de la política económica equivocada y contradictoria de una década, ha llegado la recesión, reconocida hasta por los propios datos del cuestionado Indec. Con inflación que se acerca a 40% anual y recesión, la posibilidad de aumentar el precio de nuestros productos sin afectar el consumo es mera ilusión. Las acciones voluntaristas del gobierno provincial y la introducción de la discordia, vieja y conocida, entre sectores de una misma cadena de valor, no sirven nada más que para agravar los problemas. Lo mejor que podría hacer el gobierno de la Provincia es levantar fuerte la voz ante el gobierno nacional, sobre el verdadero problema: la inflación. Pero claro, su alineamiento incondicional se lo impide.

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