Pasada la segunda vuelta de la elección para jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que dejó serias dudas sobre la fuerza de la candidatura de Mauricio Macri, el candidato del oficialismo, Daniel Scioli, inició una impresionante campaña publicitaria con vistas a las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) que el 9 de agosto dirimirán en todo el país quiénes serán los candidatos de los distintos espacios políticos en las elecciones presidenciales de octubre.
El primer "spot" de Scioli pivotea sobre la "industrialización" y muestra imágenes de instalaciones fabriles de supuesta avanzada. Son tomas de líneas de las armadurías fueguinas, una de las grandes estafas de la "década ganada", que ahondó del peor modo un régimen de promoción que ya existía desde 1972 (ley 19.640), al duplicar en 2010 la alícuota del IVA sobre los productos electrónicos no provenientes de ese distrito.
Esa industrialización trucha (las fueguinas no son más que armadurías de kits de partes importadas mayormente de Asia) tuvo al menos dos grandes costos: que los argentinos paguemos, por caso, un televisor LED el doble o el triple que chilenos o brasileños, y que cada empleo "industrial" en Tierra del Fuego cueste, según calculó en 2014 el economista Federico Muñoz, unos 890.000 pesos anuales al fisco, es decir, al conjunto de la sociedad.
El tema aquí no es el régimen fueguino sino el verbo "industrializador" del oficialismo, que baja desde la presidenta y sus ministros y repite no sólo su candidato a presidente, sino también su candidato preferido a gobernador de Buenos Aires, Julián Domínguez, cuyo objetivo -dice- es hacer de la provincia una "potencia industrial".
Ya en mayo pasado, Scioli había dicho "esta industrialización (por el docenio kirchnerista) llegó para quedarse". Fue al inaugurar "Expo Parque 2015" en el Polo Industrial de Ezeiza. Porque es así: la "industrialización" K es más cuestión de anuncios, exposiciones, ferias (como Tecnópolis, ya convertida en el Ital Park del siglo XXI) que de verdadera producción.
Allí las cosas corren por otro carril: justo en Ezeiza, la semana pasada la avícola Cresta Roja, en convocatoria desde agosto de 2014, envió 400 telegramas de despido y se teme el cierre definitivo de la empresa que, según a quién se consulte, tenía entre 3.600 (fuentes empresarias) y 5.000 (fuentes sindicales) empleados.
Algún lector podrá pensar que un frigorífico (avícola, vacuno, porcino; la diferencia no viene al caso) no llega a la categoría de "industrial" que sugiere el discurso oficial. Pues bien: los dos mayores empleadores del rubro "Industria Manufacturera", según cifras del Indec del mes pasado son: 1) Panaderías, 2) Matanza de Ganado. Eso que, gracias a la defensa de la "mesa de los argentinos" que el gobierno redobló a partir de 2008, desde entonces cerraron más de cien frigoríficos y se perdieron allí entre 12.000 y 15.000 empleos. Si no, ésa, una industria surgida a fines del siglo 19, seguiría siendo la principal empleadora "manufacturera" argentina.
Pero sigamos con el cuento: según el propio Indec, que probablemente sobreestima la "industrialización", la relación entre el PBI industrial y el PBI total era menor en 2014 que en 2003. Si se toman estimaciones más fiables, como las del economista Ariel Coremberg, que hace años revisa puntillosamente las estadísticas económicas argentinas, se ve que el grado de "industrialización" de la economía nacional se redujo de 16,8% en 2005 a 15,5% en 2013. Además, datos oficiales del Ministerio de Trabajo muestran que el "empleo industrial" pasó de ser el 17,9% del empleo total en 2003 al 16,2% en 2013.
La pérdida de peso de la industria, básicamente a manos del sector servicios, es un fenómeno global. Ocurre en la mayoría de los países del mundo, incluso en vecinos como Brasil. Hay allí fenómenos reales y otros "estadísticos", derivados de una diferente organización productiva. Si antes una acería tenía su propia división de marketing y publicidad (o de transporte y distribución o muchos otros ejemplos) y ahora contrata ("terceriza") esa actividad, la estadística mostrará una caída de "empleos industriales" y aumento del de servicios.
El problema es la industrialización del discurso trucho, del verso, de la mentira. Más trucho aún es que el Gobierno lo repita mientras, cada vez con mayor dificultad, busca sostener el atraso del tipo de cambio (dólar "oficial" relativamente barato) como única herramienta para evitar una estampida inflacionaria.
El dólar atrasado afecta en especial a los sectores "transables" de la economía, los más sujetos a los flujos de exportación e importación. Ergo, al agro y a la industria.
El agro (al menos el pampeano, las economías regionales son otra cosa) se defiende mejor.
La industria es la que más sufre, aunque el gobierno la "defienda" con cepos y controles que a su vez generan otros problemas, como la carencia de partes o insumos.
De un modo u otro, el costo lo pagan los ciudadanos, como consumidores y/o como contribuyentes.
La "narrativa" no es, por cierto, una creación original del kirchnerismo. La usó con maestría el primer Perón. Pero mientras el peronismo original mejoró de verdad las condiciones de vida de millones de "descamisados", los logros kirchneristas son mucho más discutibles. El 28,7% de pobreza que surge del recientemente difundido estudio del "Observatorio de la Deuda Social" de la UCA, es contundente al respecto.
En "El Relato peronista", una valiosísima investigación, la periodista Silvia Mercado muestra que la narración es en el peronismo un artilugio tan antiguo como el propio movimiento. Hurgando en testimonios de vida, en una profusa bibliografía y en los diarios de la época de países vecinos (Uruguay, Chile, Brasil), no sujetos a la morsa oficial, Mercado muestra, por ejemplo, cómo Perón "manufacturó" el 17 de Octubre, "invisibilizó" las masivas manifestaciones antifascistas de 1943 a 1945, se valió de personajes tenebrosos (Solveyra Casares, Pettinato, Lombilla, Amoresano), persiguió y reprimió a opositores (Balbín, Lebehnson, Pinedo) e incluso aliados (Reyes, Mercante), cooptó al sindicalismo e instaló en la sociedad argentina la creencia de que las leyes y la "Justicia Social" son creación del peronismo, pese a que gran parte de esa legislación ya regía en países como Uruguay y había sido propuesta e incluso iniciada en la Argentina varios años antes.
Todo eso, claro, es historia. Pero es bueno conocer la manufactura del Relato para no caer en la mentira de la industrialización y en la industrialización de la mentira.