Lejos de la imagen de un Brasil violento e inseguro, Luis Cardoso, conocido en la zona como Piúga, recibe con una sonrisa a cualquier extraño que se acerca a su casa y le ofrece sombra y silla en la terraza de su vivienda.
Este agricultor de 73 años vive en el municipio de Santa Luzia, estado de Paraíba, en el empobrecido nordeste brasileño, y explica a los curiosos que ha dejado de producir algodón para vender viento.
Piúga cultivaba algodón, maíz y frijoles en un estado marcado por fuertes sequías que dificultan la producción agrícola y que parecía castigado, pero que guardaba un as en la manga, el viento.
Los vientos fuertes y constantes que se registran en la zona nordeste brasileña favorecen el desarrollo de proyectos eólicos y las grandes industrias se ven atraídas por la fuente de generación enérgica que existe.
Así es como Iberdrola, a través de su filial brasileña Neoenergía, decidió construir un parque eólico en el estado de Paraíba y se interesó por las tierras que trabajaba Piúga.
El agricultor cuenta cómo en el año 2010 unos "extraños" se presentaron en su casa y le explicaron que querían comprar viento, estaban interesados en colocar tres aerogeneradores sobre sus tierras como parte del proyecto del complejo eólico de Santa Luzia.
En cuanto escuchó la propuesta, Piúga "dio su palabra" y cerró el acuerdo, iba a alquilar su propiedad a la empresa enérgica.
"Yo nunca había oído hablar de que se podía vender el viento", explica Piúga "todavía asombrado".
Para la construcción del complejo eólico que forman los tres parques que a día de hoy están en funcionamiento en la zona, Neoenergía alquila tierras a 23 familias, una de ellas es la de Piúga.
El agricultor relata que cuando llegó ese día a su casa y le comunicó a su mujer que iba a "vender el viento", ella se quedó "desconfiada".
"Mi mujer aseguraba que íbamos a perder lo poco que teníamos pero yo ya había dado mi palabra, no podía echarme para atrás", narra el agricultor, quien ahora agradece haber tomado esa decisión.
Piúga es hijo de agricultores, aunque con 14 años se quedó huérfano de padre y madre por causa del cáncer y se crió solo junto a sus 14 hermanos.
Su padre tenía varias tierras en propiedad, que fueron repartidas como herencia entre todos los hermanos de manera que cada uno se quedó con 50 hectáreas.
Así es como empezó a trabajar como agricultor y a plantar algodón, maíz y frijoles, aunque la fuerte época de sequía que azotó a la región nordestina en la década de los setenta y ochenta dificultó la producción agrícola y trajo grandes dificultades económicas.
"Estos terrenos no los quería nadie, no servían para nada, pero ahora hay viento y yo lo alquilo", afirma.
Para el agricultor la idea de "vender viento" era "imposible" pero ahora, gracias a la renta que recibe como alquiler de sus tierras, consigue ayudar a sus hijos y nietos.
"Antes esto era una zona seca y nadie quería un terreno pero desde que llegaron los molinos todo el mundo está interesado en el lugar", añade.
Ahora, afirma que esos molinos son los culpables de que haya "dejado de trabajar con el algodón para vender viento".
En 2020 se iniciará una amplificación de la planta que rodea la tierra de Piúga de 15 parques más, por lo que el complejo eólico pasará a estar formado por 18 parques y dará lugar al más grande de América Latina.
Según un informe de la Asociación Brasileña de Energía Eólica (AbeEólica), el 14 % de la energía producida en Brasil es eólica, sin embargo, en la región nordeste las cifras alcanzan el 70 %, razón por la que la zona empieza a ganar atractivo como punto de inversión.
Asimismo, cada año Brasil escala un puesto en la clasificación de países que generan energía eólica, y a día de hoy ocupa el octavo lugar en el mundo, según el Consejo Global de Energía Eólica (GWEC).
En el gigante suramericano hay más de 7.000 aerogeneradores en funcionamiento y 569 parques eólicos, y la mayor presencia se encuentra en la región nordeste del país, debido a las condiciones favorables del lugar.