Por Rodolfo Cavagnaro - Economista y columnista, especial para Los Andes
Resuelto el proceso de destitución de la ahora ex presidente Dilma Rousseff, Brasil debe enfrentarse con su realidad, que no es nada buena, más allá de que los mercados apostaron por la gestión de Temer, creyendo en su promesa de “un gran ajuste” y generaron un crecimiento de la apuesta por los papeles de las empresas brasileñas. El real, en sintonía, tuvo una revaluación del 25% en un semestre.
El mismo mercado que apostó por Michel Temer comenzará a exigirle el cumplimiento de sus promesas. Una de ellas es una reforma constitucional para ponerle un techo al gasto fiscal ajustando el presupuesto a la inflación, y cuyo déficit ya trepa al 10% del PBI, mientras la deuda alcanza al 75% del PBI.
El problema es que estos resultados bursátiles han hecho creer a los políticos y al mismo Temer que, en realidad, no hace falta un ajuste tan grande. Por ese motivo, acaba de negociar un aumento salarial del 41% hasta 2018 con los empleados del Poder Judicial. Los críticos han dicho que es la peor medida, porque se le pide ajuste al pueblo para aumentarle sueldos al sector más privilegiado. Los salarios públicos están un 59% por encima de la media nacional.
Lo de Brasil es más grave de lo que ellos mismos piensan. Incluso, los que apoyaron la destitución de Dilma por violar la ley de Responsabilidad Fiscal, ahora van a exigirle a Temer que cumpla con la ley, algo que el nuevo presidente no está haciendo. La misma clase política no está entusiasmada con la idea de atar el presupuesto a la inflación o la revisión de un sistema de pensiones que es insostenible.
Justo el día de la destitución de Dilma, se conocieron datos del Banco Central que dan cuenta de una caída del 1% del PBI en julio, lo que muestra que la recesión sigue firme, mientras avanza el desempleo. Algunos analistas advierten que, el mayor riesgo es que Brasil caiga en un pozo económico y, luego, en un pozo social.
El Premio Nobel de Economía Paul Krugman publicó ayer una columna en el prestigioso The Wall Street Journal, donde afirma que “el resultado, dicen los economistas, es que entre las obligaciones de la seguridad social y los salarios públicos, el gobierno se ha quedado con pocos recursos para invertir en carreteras, escuelas y hospitales pese a contar con ingresos fiscales relativamente altos”.
Por su parte, Marco Nobre, profesor de filosofía política de Unicamp, publicó en el Diario Valor que “a lo sumo, el gobierno va a ser mero espectador del tira y afloje entre la inflación y algún milagro en la recaudación de fondos. Si los milagros vienen, se librará de la alta inflación.
De lo contrario, lo que se verá una vez más es el ajuste a través de la inflación que probablemente se impulse con el aumento de la presión fiscal. En tal escenario, el gobierno seguramente perderá al presidente del Banco Central. Y probablemente también a Henrique Meirelles”.
Brasil y Argentina
El futuro de los negocios con Brasil sigue siendo un interrogante para la economía argentina, que vivió muchos años de su empuje. Hoy, la posibilidad de volver a ese proceso parece cada vez más lejana y hasta existe el riesgo de que nos acompañen en la aventura inflacionaria.
Los negocios, por un largo tiempo, no volverán a ser los mismos. El sector automotriz ha comenzado, lentamente, a revisar sus estrategias. Algunos están achicando su presencia en Brasil, otros agrandan su presencia en Argentina y están tomando otros mercados para sus exportaciones y por eso presionan al gobierno de Macri para celebrar acuerdos de libre comercio con diversos países.
Para la economía mendocina, un Brasil empobrecido socialmente es una mala noticia. La mayoría de nuestros productos primarios son de consumo popular y, si aumenta el desempleo y la economía no crece, eso se nota en el consumo e influye en precios a la baja. Lo único que puede ayudar, temporalmente, es la apreciación del real ante el dólar.
Y decimos temporal porque en el mundo la moneda norteamericana se está fortaleciendo ante el anuncio casi cierto de un aumento de las tasas hacia fin de año.
Sacaron a Dilma, pero no sabemos si sabrán ponerle fin a los problemas, que son de naturaleza cultural.