Después del caos desatado tras las PASO, la economía argentina sigue viviendo en un clima de incertidumbre. Los inversores saben que les van a renegociar la deuda pero no desconocen si será amigable o violenta. Por eso la mayoría trata de deshacerse de títulos argentinos. Además, se niegan a negociar con este gobierno y esperan hacerlo con el que surja de las elecciones de octubre próximo.
Lo que los acreedores quieren saber, antes de acordar, cuál es el plan fiscal del próximo gobierno, es decir, cuánto va a gastar, en qué lo hará, si bajará el gasto o lo aumentará y si bajarán los impuestos o no. De las respuestas a esos interrogantes dependerá el futuro desenvolvimiento de la economía argentina, y de su resultado surgirán o no los fondos para pagarles.
La incertidumbre se aceleró a partir de las medidas de control de cambio establecida la semana anterior que, aunque ha tranquilizado el dólar en el mercado doméstico, está muy movido en los mercados informales donde las grandes empresas, que no pueden sacar dólares por la vía formal, están dispuestas a pagar hasta un 20% más por sacar sus dólares del país.
Esta locura está alcanzando a los inversores minoristas y no se descarta que el Banco Central tome decisiones para cortar esta nueva bicicleta industria nacional bautizada como el “rulo”, donde se compran dólares con los que compran títulos que luego venden en pesos ganando 7% en un día, haciendo diferencias que luego vuelven a repetir y de ahí el nombre de fantasía. El Banco Central está tratando de ponerle un freno a esta práctica.
Una variable no es ecuación
Por otra parte la población vive su propia incertidumbre, con salarios deprimidos por la devaluación y la inflación sin tener un horizonte claro, y las empresas viviendo en una situación de ahogo de costos sin poder usar las ventajas que les daría un tipo de cambio tan favorable. Parece una paradoja pero deja claro el nivel de ignorancia de los políticos que simplifican las cosas y creen que una sola variable puede dar vuelta la ecuación.
Algunos hablan de tener un tipo de cambio alto para favorecer las exportaciones pero en la actualidad esto no se verifica, salvo en las materias primas. Es que la economía está aplastada por el peso del Estado, con una presión impositiva asfixiante mientras muchos procesos dependen de insumos importados, que con la devaluación aumentan los costos. Así, es muy complejo para muchos alcanzar condiciones competitivas y, realmente, no hay dólar que pueda satisfacer, sobre todo a empresas que generan productos con valor agregado.
Estamos llegando al fin del recorrido. Si bien hay que tener un tipo de cambio competitivo, este no puede ser demasiado alto porque complica los costos y la que hace falta es bajar los costos de la economía, donde los impuestos juegan un rol fundamental.
La estructura impositiva argentina tiene una fase distorsiva y se basa en gravar el valor agregado. Todas las imposiciones nacionales, provinciales y municipales atacan el valor agregado y le quita competitividad a los productos de una forma tal que no hay devaluación que alcance. Por eso hay parálisis, falta de inversión y nula creación de empleo.
Inflación agrava el panorama
El problema del crecimiento sostenido de precios ya parece no tener solución para la clase dirigente. Todos buscan excusas cuando está claro que la causa matriz de la inflación es la creación de dinero para financiar déficit fiscal, pero esencialmente el problema está dado por el tamaño de Estado, que debes ser financiado con impuestos.
Hoy el volumen de los impuestos es tan grande que paraliza la economía ya que le quita capacidad de compra a los consumidores y a las empresas. El tema se agrava con la inflación generada por los déficits que fueron financiados con emisión monetaria, en el gobierno anterior, y con deuda externa en el actual.
Si bien el proceso venía disminuyendo, tenía situaciones inestables ya que estaban los precios contenidos por las emisiones de Leliq con altas tasas de interés, lo que mostraba también que se mantenía cierta estabilidad en el dólar, pero no era una baja real.
Cuando se desató la crisis a raíz del resultado electoral, el dólar tuvo una fuerte suba y esto disparó el crecimiento de los precios y volvió a mostrar la inestabilidad de todo el sistema.
El índice de precios de Agosto marcó 4% a nivel nacional y un 4,2% en Mendoza y es una mala noticia teniendo en cuenta que el Gobierno eximió de IVA a muchos productos de la canasta básica. De no haber sido por esto, el aumento hubiera sido mayor. El problema es que esta excepción rige solo por 90 días, lo que significa que a fin de año tendremos que ver la verdad y será más dolorosa.
La situación no es nada buena. El gobierno actúa a la defensiva, la oposición le da muchas señales y trata de disfrutar de la crisis porque le favorece electoralmente. Lo cierto es que el próximo gobierno no podrá eludir tomar medidas durísimas. Lo grave es que es probable que quieran seguir ajustando al sector privado, lo que agravará la situación social y la conflictividad mientras no se avizoran medidas serias para encaminar la Argentina por un camino que le permita avanzar con seguridad.