Ahí anda el Cruzado, sumando horas de vuelo, afilando la espada de la revancha, que espera sea terrible. Sabe que los tiempos se aceleraron (el vecino ya lo alcanzó) y que el destino le da una nueva oportunidad para volver al sitial de privilegio que supo ocupar: la B Nacional.
El trayecto en el renovado torneo que comenzará el 22 de marzo tiene un tinte más que especial: revalidar los pergaminos en un clásico departamental que jamás perdió pasión ni vigencia.
Atrás quedó una temporada dolorosa que culminó con otra triste eliminación tras empatar en cero ante San Lorenzo de Catamarca en el Omar Higinio Sperdutti.
De una vez por todas, el Cruzado quiere olvidar aquella tarde, signada por un desenlace violento bajo el lacerante “que se vayan todos”.
Más que nunca, con la llegada de Andrés Villafañe (un DT con impronta en la categoría y poseedor de una identidad futbolística bien marcada) y de once futbolistas con recorrido en las categorías de ascenso, el Cruzado no se desliga de su condición de candidato y se abraza a la ilusión que lo condena desde que abandonó la segunda categoría del fútbol argentino, allá por 1992.