Visto por última vez en 1958, en algún lugar de la zona más helada del planeta, probablemente enterrado bajo metros de capas y capas de hielo, se encuentra uno de los vehículos más fascinantes, enormes y espectaculares de la historia: el Antarctic Snow Cruiser.
En 1939, el gobierno de Estados Unidos y el sector privado se pusieron a trabajar en un proyecto en común tratando de buscar una respuesta a la siguiente pregunta: ¿Cómo atravesar las extremas y complicadas tierras de la Antártida?
La respuesta la tuvo, aparentemente, el físico y explorador Thomas C. Poulter, quien diseñó a través del Armor Institute of Technology en Chicago, el gigantesco Snow Cruiser, la máquina de exploración más insólita hasta la fecha con la que Estados Unidos intentaría tomar posesión de la Antártida.
Para entender cómo surgió la idea del Antarctic Snow Cruiser tenemos que situarnos en el contexto de la época. En el período previo a la Segunda Guerra Mundial, declarar grandes porciones del continente no reclamado se había convertido en algo así como un deporte para los aventureros, y la élite de Estados Unidos quería estar ahí.
Había mucho en juego dentro de la Antártida. La conquista de estas tierras era un desafío irresistible que traería admiración y respeto a quienes tuvieran éxito. También oportunidades invaluables para el estudio científico con la posibilidad de establecer observatorios meteorológicos que serían de gran ayuda con el pronóstico a largo plazo. En juego, también, la posibilidad de dar con reservas de carbón, petróleo, cobre, estaño y níquel bajo la nieve.
Así que Poulter se puso manos a la obra. Lo hizo tras una experiencia traumática donde estuvo a punto de perder la vida en una expedición previa al quedar atrapado por el clima en una remota base antártica. Aquello fue una inspiración, porque el explorador pensó que si hubiera sido móvil, su vida nunca habría estado en peligro.
El 29 de abril de 1939, Poulter y The Research Foundation of Armor Institute of Technology mostraron los planes a los funcionarios en Washington. La fundación financiaría el coste y supervisaría la construcción, y prestaría el vehículo al Servicio Antártico de los Estados Unidos.
El vehículo fue concebido como una fortaleza imparable para viajes de larga distancia en las interminables franjas de nieve y hielo del continente, especialmente en condiciones climáticas adversas. Un esfuerzo que abarcó aproximadamente dos años de diseño, entre 1937 y 1939.
Mientras tanto, el famoso explorador Richard Byrd estaba planeando su tercera expedición antártica en la primavera de 1939. ¿Qué mejor forma de estrenar el Snow Cruiser que con la expedición de Byrd?.
Finalmente, el vehículo fue una realidad con un coste de 150.000 dólares de la época (casi tres millones con la inflación actual). Una bestia de 17 metros de largo, 6 metros de ancho y cinco metros de altura.
Impulsando el vehículo había dos motores diesel Cummins. Sus 300 caballos de fuerza combinados hacían girar dos generadores, que a su vez enviaban su potencia a cuatro motores, uno por cada gigantesca rueda. Por tanto, teníamos un híbrido nunca visto hasta entonces, algo así como un tren de transmisión diesel-eléctrico en un vehículo.
Según rescató Gizmodo, las ruedas mismas podrían retraerse hacia atrás dentro de los largos voladizos del cuerpo cuando se presentaran grietas que detenían el progreso. El juego de ruedas delanteras se podía rastrillar, mientras que las ruedas traseras usaban su contacto con el suelo para empujar el extremo delantero del Snow Cruiser sobre cada espacio. Una vez sobre la grieta, el método se repetiría para las ruedas traseras. Un sistema innovador y único.
Con dirección en las cuatro ruedas controlada por dos palancas (en lugar del volante convencional), el Snow Cruiser podría subir y bajar su suspensión, permitiéndole (teóricamente) empujarse en grietas anchas sobre su "vientre liso".
Todas estas características combinadas hicieron del Snow Cruiser una maravilla tecnológica que capturó la imaginación del público.
En el interior, una cabina de control, sala de máquinas, cocina, trastero y zonas comunes a modo de habitaciones que podían acomodar a una tripulación de cinco personas.
Finalmente, el 24 de octubre de 1939, el vehículo se puso en marcha por primera vez y comenzó el viaje de 1.640 km al muelle del ejército de Boston. Durante el mismo, un sistema de dirección dañado provocó que el vehículo saliera de un pequeño puente en la autopista y entrara en un arroyo cerca de la ciudad de Gomer, Ohio, donde permaneció durante tres días. Después de llegar a Boston, partió hacia la Antártida el 15 de noviembre de 1939 a bordo del USCGC North Star.
El Snow Cruiser llegó a Little America en la Bahía de Ballenas, Antártida, a principios de enero de 1940. Nada más llegar experimentó un gran número de problemas. En primer lugar, era necesario construir una rampa de madera para descargar el vehículo. Cuando el vehículo se descargó del barco, una de las ruedas atravesó la rampa.
El gigante finalmente se liberó de la rampa, pero al llegar a la nieve y hielo no podía moverse. Lo cierto es que había un fallo de diseño bastante gordo. Los neumáticos grandes, lisos y sin huellas giraban libremente, proporcionando muy poco movimiento hacia delante y hundiéndose hasta 1 metro en la nieve.
La tripulación colocó las dos llantas de repuesto en las ruedas delanteras del vehículo e instaló cadenas en las ruedas traseras, pero tampoco pudieron superar la falta de tracción.
Así llegamos a un momento hilarante, cuando la tripulación descubrió que los neumáticos producían más tracción cuando se conducían hacia atrás. Desde entonces, y durante los siguientes 150 km de camino que emprendieron, la expedición fue conduciendo a través de la nieve con el flamante y monstruoso Snow Cruiser… marcha atrás.
Cuenta la historia que, una vez ubicados, los científicos realizaron experimentos sismológicos, mediciones de rayos y muestreo de núcleos de hielo mientras vivían en el Snow Cruiser cubierto de nieve. Sin embargo, la financiación del proyecto se canceló con la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial.
El Snow Cruiser solo había recorrido esos 150 km hasta entonces, y la expedición decidió dejarlo en esa misma zona junto a unos postes de madera sobresaliendo a su alrededor para ayudar a marcar su ubicación dada la constante nevada.
Pasaron los años, y en 1946 lo encontró una expedición de la Marina de EE. UU. Más tarde, en 1958, el gigante fue nuevamente descubierto por casualidad: un equipo internacional vio los postes, cavó a través de la nieve y descubrió que su impermeabilidad se había mantenido y el interior seguía tal y como lo había dejado la tripulación original.
Fue la última vez que alguien lo vio, y dado que su ubicación se encontraba dentro de la plataforma de hielo Ross que se rompió hace poco, su paradero es desconocido. Es posible que el gigante Snow Cruiser se encuentre a la deriva en el mar, o simplemente enterrado bajo el hielo. De cualquier forma, posiblemente alguien vuelva a encontrárselo con el paso de los años.