Hace tres años la yazidí Yamila tenía solo 14 años cuando fue secuestrada en el norte de Irak y violada a diario por los yihadistas durante cuatro meses. Ahora, tras huir, ayuda a otras mujeres que han pasado por ese tormento para seguir con la vida y mirar hacia el futuro.
La vida era su primera opción, pero antes -explica- hay que "reconciliarse" con lo que ha pasado, algo que ha conseguido hacer compartiendo su experiencia con otras mujeres violadas y animarlas a "mirar hacia el futuro" y asegurarles "que la vida seguirá".
"(Cuando huí) muchas veces quería suicidarme pero al final la vida continuará y si voy a suicidarme no puedo hacer algo por mí ni por los yazidíes", cuenta Yamila, en la sede de la institución de los Asuntos Yazidíes, organismo que depende del Gobierno autónomo del Kurdistán, en la ciudad de Dohuk.
Allí ha conocido a otras chicas yazidíes violadas por los yihadistas del Estado Islámico (EI) y a las que ha ayudado a superar el trauma compartiendo su historia con ellas.
Yamila siempre empieza su relato desde el primer día, el 3 de agosto de 2014, cuando estaba durmiendo y de repente los yihadistas atacaron a su casa en Sinyar, se la llevaron junto a su familia y luego separaron a los hombre de las mujeres y niños.
Al final, separaron a las chicas "menores de edad y guapas" de sus madres, recuerda.
"Mi madre lloró y les gritó diciéndoles 'no os dejo mis hijas', pero luego los yihadistas le dijeron que somos infieles y tenemos que ser musulmanas para entrar al paraíso. Y luego le dieron patadas. En aquel momento mi madre se desmayó y nos llevaron a una sala que se llama Galagsy, en Mosul, donde esperábamos 20 días".
Luego los "emires" del EI vinieron y, cuando a uno le gustaba una chica, le daba un golpecito con una pala para indicarle que se fuera con él.
El destino de Yamila, de su hermana y otras 73 chicas, fue seguir al emir de Sinyar, cuyo nombre desconoce, y que luego distribuyó las adolescentes entre sus subalternos y solo se quedó con cuatro de ellas, incluidas las dos hermanas.
Este terrorista, de entre 50 y 60 años, se las llevó luego a la zona de Al Buseif, al sur de Mosul, donde se quedaron cuatro meses y las violó cada día.
Yamila recuerda cómo ató sus manos y brazos en una sofá para violarla él y luego cederla a sus guardias, para que también la forzaran, diciéndole: "Es normal, somos hermanos todos".
En la casa del emir, las cuatro niñas cocinaban para los yihadistas, limpiaban la casa y sus ropas, que llegaban cada día llenas de sangre, e incluso les cortaban las uñas.
"Éramos sus esclavas", resume Yamila.
Un día, en noviembre de 2014, los yihadistas decidieron venderlas a otros extremistas en Siria, diciéndoles que estaban "aburridos" de ellas.
Entonces aprovecharon que solo uno de los terroristas se quedó para guardar la vivienda mientras el resto se había ido a negociar la venta, para robarle el teléfono al guardia, llamar a sus familiares y huir por otra puerta de la casa.
En el camino les vieron algunos yihadistas y las persiguieron, pero en aquel momento llegaron sus familiares y se enfrentaron a los terroristas y así lograron escapar, primero a Erbil, la capital de la región del Kurdistán y luego a la localidad de Dohuk.
En este pueblo recibió tratamiento psicológico y luego empezó su trabajo con varias ONG para ayudar a otras chicas supervivientes.
Su trabajo con los psicólogos de la ONG de Nagam consistía en visitar a las víctimas de violación, hablar con ellas, decirles "a mí me pasó lo mismo" y animarles a seguir con sus vidas.
Según la institución de los Asuntos Yazidies, 1.102 mujeres han logrado huir de los yihadistas y todavía quedan en sus manos otras 1.597, que están ahora en zonas bajo el control del grupo en Irak y Siria, entre ellos una hermana suya, además de su padre.
Decenas de chicas recibieron la ayuda de Yamila en el campamento de Dohuk, donde viven miles de desplazados de esa minoría.
La joven también colabora a veces con otras ONG en la distribución de ayuda humanitaria a la gente en el campamento y, asimismo, cuida de su madre, que también logró escapar cinco meses después de la huida de sus hermanas.