La historia de dos bebés que reflejan cómo el botulismo afecta al Valle de Uco

Un pequeño de un mes de vida sigue internado en terapia intensiva del Notti. Hace meses, otro niño sufrió la misma enfermedad.

La historia de dos bebés que reflejan cómo el botulismo afecta al Valle de Uco
La historia de dos bebés que reflejan cómo el botulismo afecta al Valle de Uco

Su realidad de zona árida, con continuos episodios de viento Zonda, escasas precipitaciones, una geografía de depresión cordillerana y una economía basada netamente en la agricultura inciden en las causas por las que hoy el Valle de Uco es la región de Mendoza con mayores índices de botulismo lactante.

Además, un estudio realizado por especialistas locales en 2010 sobre suelos de Tupungato específicamente, mostró un alto nivel de prevalencia de las esporas de CPNB (62,12 por ciento) en tierra, estas son los clostridios productores que colonizan en el intestino del bebé y liberan la neurotoxina botulínica.

El reciente caso de Fausto, un bebé de San Carlos de un mes de vida que está en terapia intensiva del Notti, libró una luz de alerta sobre esta patología, que está entre las llamadas "enfermedades raras" pero que va aumentando su incidencia en la población.

Si bien las estadísticas muestran que Mendoza está segunda en el país en la incidencia de esta patología, se refiere a la toxiinfección producida por el botulismo alimentario, presente en población infantil y adulta. En cuanto al botulismo lactante, la Provincia ocupa el cuarto lugar, con 192 casos registrados desde 1982 hasta 2015.

Esta patología se presenta en bebés menores de un año, sobre todo en los primeros seis meses de vida. Se genera por el contacto con la tierra, el hábitat donde viven las esporas de Clostridium.

Otro caso

Eugenia Narvaez, quien reside en la villa de San Carlos, meses atrás sufrió el mismo calvario que hoy vive su coterránea Diana Ortega, mamá del niño internado. Alejo recién tiene siete meses y ya pasó dos veces por terapia intensiva a causa del botulismo lactante.

“Mi hijo no tenía fuerza para tomar la teta, ni para llorar, se puso como ‘blandito’ y estaba constipado”, relata Eugenia. Entonces, Alejo tenía un mes. Ella lo llevó a la guardia del Scaravelli (Tunuyán) y le diagnosticaron un resfrío. Insistió al otro día, pues lo veía muy mal y la pediatra de turno lo derivó enseguida al Notti. Meses después, el bebé reincidió en la patología y estuvo aún más grave; pasó dos meses en terapia y alimentado con sonda. Sigue en estudio.

“Mientras estuve en el hospital, me encontré con otros cuatro casos iguales al de mi hijo. Empezamos a buscar causas, todas se relacionaban con contacto con la tierra. Una mamá le había dado miel al bebé”, cuenta Eugenia, quien vive cerca de tierras sembradas con hortalizas.

“El Valle de Uco es una de las zonas con mayor incidencia de esta enfermedad. El viento Zonda, pocas lluvias y mucha actividad agrícola hacen que sea un lugar propicio”, explicó Rafael Fernández, docente emérito a cargo del Laboratorio de Botulismo en la Facultad de Ciencias Médicas de la UNCuyo.

El especialista señaló que “de los ocho casos registrados en Mendoza en lo que va del 2017, tres son del Valle de Uco”. Además dijo que en los últimos años se notó una disminución que “puede estar dada por las abundantes precipitaciones”.

En el 2010, el bioquímico tupungatino Octavio Carlos Berducci investigó por qué había tantos casos de botulismo en lactantes en la región. Lo hizo como trabajo de tesis para su especialización en Bacteriología Clínica en Microbiología de la universidad de San Luis y el lugar de desarrollo fue en el laboratorio de la UNCuyo, junto a Fernández y Laura De Jong.

A Berducci le llamó la atención la cantidad de casos manifiestos en su pueblo. De los 134 que había tenido Mendoza, desde 1982 hasta 2009, 48 pertenecían al Valle de Uco y la mitad de esos a Tupungato. Entonces, se tomó el trabajo de entrevistar a todas las familias, cuyos hijos habían sufrido la enfermedad y tomó muestras de los terrenos aledaños a esas viviendas.

El trabajo mostró un elevado índice de toxinas presentes en el 62% de las muestras. También, pudo deducir otras cuestiones interesantes. El 92% de los pacientes, tenían padres que trabajaban en la agricultura (como tractoristas, agricultores, obreros de galpones de ajo, etc.). Casi el total de los casos se presentan en los meses de invierno y primavera, donde hay más presencia del Zonda.

“El secreto está más que nada en la prevención. Es importante que los padres se higienicen las manos y ropa antes de alzar al bebé o de preparar sus alimentos, que limpien la casa con trapos húmedos, que se protejan del zonda tapando con los mismos ventanas y puertas; que no usen lampazos, escobas o plumeros”, dijo Berducci.

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