La grieta no se arregla poniéndose en el medio de ella - Por Carlos Salvador La Rosa

La grieta no se arregla poniéndose en el medio de ella - Por Carlos Salvador La Rosa
La grieta no se arregla poniéndose en el medio de ella - Por Carlos Salvador La Rosa

Hoy existe una tendencia simplista en política que le echa la culpa de todo lo que está pasando en el país a la grieta, la cual ubica en un extremo a Cristina Fernández y a Mauricio Macri en el otro, y que propone una especie de reconciliación entre los opuestos.

Eso puede ser posible cuando lo que ocurre es una división política general donde cada parte debe ceder un poco para eliminar viejas peleas en nombre de nuevos acuerdos. Pero la grieta es un tipo de división política sui generis que muy difícilmente permite reconciliaciones hasta que no se eliminen las causas culturales que la fueron gestando. Causas que no sólo afectan a los supuestamente agrietados, sino también a los que se creen sus superadores por la simple razón de ubicarse en lo que suele llamarse la ancha avenida del medio. Lamentablemente, no se solucionan las grietas ubicándose en el medio de ellas, sino poniéndose por arriba, y para eso se requiere una credibilidad que hoy casi nadie tiene en la Argentina.

Además, el “estado cultural de grieta” tiene algunas características no susceptibles de ser superadas mediante el diálogo. Como las siguientes:

1) Cuando existe estado de grieta se transforma en normal el suponer que el que piensa distinto es porque está loco. O sea, se reemplaza la política por la psicología ya que al ser tanto el fanatismo, es imposible entender que frente a la duda que viene instalada en nuestras mentes desde que nacemos, lo más racional es que haya posturas diversas e incluso opuestas para interpretar el mundo y que lo más irracional es que haya una postura única. Alguna vez citamos la historia de los decretos del gobernador mendocino rosista Félix Aldao que le expropiaba los bienes a los unitarios bajo el argumento de que estaban locos y por eso no podían administrarlos. Y estaban locos sólo por pensar distinto. Esa idea hoy está instalada en el centro del debate político nacional y mientras no se la supere seguirá la grieta.

2) Otro síntoma del estado de grieta es cuando la ideología fractura las relaciones personales, incluso entre aquellos que pensaban parecido pero que la grieta hizo de esas diferencias adjetivas algo sustantivo. No sólo transformó al adversario en enemigo, sino al amigo en enemigo. E incluso,  aún más grave, lo teorizó como positivo, reivindicando siempre las ventajas del conflicto por sobre el consenso.

3) Transformar a la política en una especie de "totalitarismo ideológico", vale decir, proclamar que todo lo que hacen los hombres es político. Que incluso las razones personales tienen un fundamento último que es político. Y al explicarse todo desde la política, se cometa el delito que se cometa, nunca nadie es culpable porque no hay crímenes ni delitos, solo hay ideología. Entonces, si se trata de corrupción, en todo caso roban las ideologías, no las personas. Por ende, si se roba para un proyecto que se supone "justo", no hay delito sino razones políticas . Pero si se forma parte de un proyecto "injusto", aunque no se robe, se es igual cómplice del sistema que por definición es corrupto.

4) Alabar dictaduras en democracia es otra tendencia cultural que fortalece el estado de grieta. Variadas formas del populismo suelen practicar esta conducta, ya que para ellos la forma no importa tanto como el fondo, y como la democracia es una forma, si no tiene los contenidos ideológicos que ellos proponen, sirve de poco y nada. En estos momentos hay dos ejemplos contundentes de lo que decimos: El presidente brasileño Jair Bolsonaro quiere reivindicar históricamente a la dictadura de su país porque coincide con su ideología derechista. Y, de modo calcado,  muchos sectores de izquierda reivindican a la Venezuela de Maduro que hace años viene atacando desde adentro a todo vestigio de democracia que le iba quedando. No es fácil poder dialogar racionalmente con aquellos que en nombre de la imposición de su ideología están dispuestos a cuestionar e incluso aceptar la clausura del sistema democrático.

5) Una lógica parecida es la que expresan aquellos que igualan a las democracias con las dictaduras. En la Argentina eso se expresa en la consigna "Macri, basura, vos sos la dictadura". Y que no está basada tanto en la supuesta represión a los derechos humanos o el autoritarismo política (que los tuvieron en mayor medida los que acusan de ello al actual gobierno) sino en el programa económico al que igualan con el de la dictadura (lo mismo hacen con Menem, que también sería otra expresión política más cercana a la dictadura que a la democracia, según este razonamiento).

De este modo, el macrismo y los que no se le oponen frontalmente, hacen desaparecer y matan a las personas aunque se pruebe lo contrario y tienen presos políticos aunque nadie esté preso por sus ideas políticas sino por los delitos que cometieron desde la política, que es absolutamente otra cosa. Por lo demás, comparar a una democracia con la dictadura, más que herir a los que se acusa, banaliza a los acusadores porque éstos en el fondo menosprecian los males que las dictaduras hacen en la sociedad. Si un joven que se ahogó en un río es lo mismo que un detenido desaparecido que fue torturado y masacrado en las mazmorras del régimen, o si un chorro como Boudou es un preso político como los que la dictadura encarceló... estamos en serios problemas para superar la grieta a través del debate racional.

O sea, los que defienden el estado de grieta alaban dictaduras a las que suponen democráticas porque comparten ideología, y critican democracias a las que suponen dictaduras porque no comparten ideología. Así se hace casi imposible llegar a ningún acuerdo como quieren los conciliadores de lo inconciliable.

Hoy tenemos en la Argentina un gran desagrietador de ese imposible estilo, el ex presidente Eduardo Duhalde, un hombre que con la claridad que otros que piensan igual a él ocultan,  dice cuáles deberían ser las propuestas para superar el estado de grieta:

Primero, que no exista una Corte Suprema de Justicia independiente del poder político. Los jueces supremos deben adherir a la ideología oficial porque lo más importante es el modelo de país que debe ser compartido por los tres poderes en vez de entorpecerlo con los grandes fallos, los cuales deben ser resueltos por la política más que por la Justicia.

Segundo, la unión nacional debe apoyarse en el indulto a los delitos cometidos desde la política. Duhalde defendió el indulto a los militares, indultó a dos golpistas de la democracia (Seineldín y Gorriarán Merlo). Y hoy propone el indulto contra los delitos de corrupción, particularmente para Cristina y  para los empresarios, a fin de olvidar el pasado y reconciliarnos todos.

Tercero, la lógica corporativa es la esencia conceptual del modelo que Duhalde trajo a la Argentina: que las corporaciones gobiernen al país en nombre de la “producción  y la cultura nacionales”. Que se ubiquen en ambos lados del mostrador. Defendiendo sus intereses sectoriales y gobernando en su nombre a todo el país, como si fueran una sola cosa.

En síntesis, claro que para tener un país en serio hay que superar la grieta, pero no del modo que proponen los actuales desagrietadores, porque entonces será peor el remedio que la enfermedad. Es imposible conseguir la Reconciliación a cambio de renunciar a toda Justicia y a toda Verdad.

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