El presidente Emmanuel Macron dejó en claro que no dará marcha atrás con su plan para aumentar el precio de los combustibles aunque se comprometió a dialogar con las clases medias y los trabajadores del interior del país que son los más afectadas por las medidas.
En un discurso para presentar su política energética, el mandatario anunció que aumentará la financiación de las energías renovables y prometió que el temido aumento de los impuestos al combustible tendrá en cuenta las fluctuaciones del petróleo.
El anuncio llega después de una semana de intensas protestas por parte de los llamados "chalecos amarillos", un grupo sin líderes ni ideología clara que se ha movilizado por todo el país cortando rutas y que el último sábado protagonizó una multitudinaria manifestación en París que se desmadró antes del comienzo y fue reprimida por la Policía.
Este movimiento nació en pocas semanas al margen de los sindicatos y los partidos políticos. Su detonante: el alza de los precios de los carburantes.
Su nombre hace referencia a las prendas fosforescentes que debe utilizar todo automovilista en Francia en caso de incidente en una carretera para tener mayor visibilidad.
Respaldado principalmente por la gente que vive en la periferia, provincias o zonas rurales, se ha convertido en un movimiento más amplio contra la política tributaria del gobierno, que para muchos favorece a los más ricos.
"El movimiento de los chalecos amarillos emerge en un momento en el que el sentimiento de injusticia fiscal es particularmente fuerte", explica Alexis Spire, director de investigación del CNRS.
"No se está cuestionando el impuesto en sí, sino la idea de que no está siendo repartido equitativamente", añade.
Reivindicaciones diversas
Además de protestar contra el alza de los carburantes, las reivindicaciones de los "chalecos amarillos" son diversas. Algunos reclaman que se restablezca un impuesto a los más ricos, otros, medidas para aumentar el poder adquisitivo y los más radicales piden la renuncia de Macron.
Este movimiento se inscribe en la larga historia francesa de contestación social contra los impuestos.
Algunos lo comparan con la revuelta de los "gorros rojos" bretones que obligaron al gobierno socialista de François Hollande (2012-2017) a eliminar un impuesto a los camiones para luchar contra la contaminación.
Pero para Danielle Tartakowsky, profesora de historia contemporánea, es "inédito" en varios aspectos. "Primero porque nació en las redes sociales [...] y segundo porque recurre a un nuevo modelo de organización", desligado de los cuerpos intermediarios.
Y aunque tiene algunas similitudes con "Nuit Débout", la versión francesa de los "Indignados" del 15M en España, los analistas coinciden en que sociológicamente no se trata de las mismas bases.
Los "Indignados franceses" eran jóvenes urbanos, con diplomas, preocupados por la falta de oportunidades, mientras que los "chalecos amarillos" son obreros, empleados precarizados, de zonas rurales o ciudades de tamaño medio, señala Jérôme Sainte-Marie, director del instituto de sondeos PollingVox.
"Estos territorios han sufrido una disminución de los servicios públicos en los últimos años. Sus habitantes se sienten abandonados por los políticos y por poderes públicos", apunta Spire.
El sábado 17 de noviembre, en el primer día de acción nacional convocado por los "chalecos amarillos", unas 300.000 personas participaron en protestas en todo el país, con un balance de dos muertos y más de 600 heridos.
Las protestas esporádicas continuaron a lo largo de la semana, con bloqueos de rutas y de depósitos de combustibles. El sábado pasado, en el llamado "acto II" del movimiento, solo participaron un poco más de 100.000 personas en manifestaciones en toda Francia, 8.000 de ellas en París.
La atención se focalizó en la capital francesa, en donde se produjeron disturbios entre manifestantes y la policía en la famosa avenida de los Campos Elíseos, con un saldo de 103 detenidos.
Pese a que según los sondeos la mayoría de los franceses apoya el movimiento, Macron no cambiará de rumbo.
Según el mandatario, las protestas fueron una "llamada de alerta social", pero ninguna respuesta puede suponer ignorar "nuestras responsabilidades", ya que también hay "una llamada de alerta medioambiental".
Francia tiene que admitir que ha hecho "demasiado poco" en asuntos climáticos, señaló, recordando que otros Gobiernos antes que el suyo aprobaron subidas en los impuestos a los combustibles.
Apoyo
Por ahora, los "chalecos amarillos" gozan de un amplio apoyo público. Un sondeo realizado la semana pasada mostró que alrededor del 70% de los encuestados consideraba justificadas las protestas.
Pero la caída de la participación en las manifestaciones sugiere que el movimiento de los "chalecos amarillos" esta decayendo. "El movimiento podría desaparecer por desgaste", advierte Jérôme Sainte-Marie. "Si el próximo sábado sólo salen 50.000 personas a la calle podría ser su fin", predijo.
Lo que quedó claro, según Sainte-Marie, es que lo que arrancó como un movimiento "espontáneo", ahora está tratando de organizarse.
Macron promete cerrar reactores nucleares
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, anunció que pretende cerrar 14 de los 58 reactores nucleares franceses en funcionamiento para 2035, incluidos entre cuatro y seis antes de finales de 2030. Este total incluye el cierre anunciado previamente de los dos reactores más antiguos de Francia en la central de Fessenheim, en el este del país.
En un discurso dedicado a exponer la política energética de su gobierno, Macron subrayó que “reducir el papel de la energía nuclear no significa renunciar a ella”.