Desde los comienzos de campaña de Donald Trump, el presidente de Estados Unidos hacía fuerte hincapié en lo desigual del comercio bilateral de ese país con China. El déficit comercial de Estados Unidos con respecto a China, es decir lo que importa con respecto a lo que exporta, es de casi U$S 375.000 millones. La evolución del déficit sigue creciendo y comienza a ser cada vez más preocupante para el gigante de América. Un análisis cualitativo de las importaciones chinas enciende aún más luces de alarma, ahora los productos chinos tienen mayor valor agregado y el origen del capital que los produce ya no e occidental sino que es chino.
Desde la asunción de Xi Jinping, la economía china cambió, el nuevo gobierno busca consolidar el consumo de su población y también aumentar el valor agregado de sus productos y servicios. China está suplantando la importación de productos occidentales por productos de origen local. La apertura de China en particular en los 90 se produjo en base a las inversiones extranjeras, pero las mismas debían tener socios locales y transferir el know how.
Hoy en China es común observar los Mercedes Benz locales que cuestan mucho menos que los de origen alemán, sin embargo cada año la diferencia de calidad de los productos es menos perceptible. China ya no depende de Occidente para brindarle a su población alto valor agregado, e incluso ahora lo exporta.
Desde la reunión en Singapur entre Trump y Kim Jong-un, Estados Unidos retomó su guerra comercial con China e impuso impuestos, de un promedio de 25%, sobre una gran cantidad de productos chinos valuados en U$S 50.000 millones. China reaccionó colocando fuertes tarifas sobre soja, cerdo, algodón, autos y aviones. Se espera que Estados Unidos redoble su apuesta y aplique nuevas tarifas y restricciones a los productos chinos, lo cual podría llevar a que China tome represalias y castigue a productos de empresas líderes estadounidenses como Apple o Microsoft.
Trump también abrió dos nuevos frentes igual de combativos con sus socios del Nafta, México y Canadá, y con Europa. Estados Unidos aumentó aranceles sobre una importante base de productos. La Unión Europea, México y Canadá respondieron con aranceles a productos estadounidenses, por lo cual recibieron amenazas de Trump sobre nuevas medidas. Algunas empresas como Harley Davidson anunciaron que mudarían su producción a Europa, Trump prometió fuertes impuestos y restricciones a la empresa si cumplía lo prometido. Parece que el conflicto se intensificará en los próximos meses.
El libre comercio permite que los consumidores puedan acceder a precios más bajos, ya sea porque el producto final es más económico o porque la industria local puede acceder a insumos más baratos para producir los bienes finales. Es decir que la primera turbulencia que trae una guerra comercial es el aumento de precios, obligando a los Bancos Centrales a subir las tasas de referencia y por lo tanto el rendimiento de los bonos. Los grandes fondos de inversión, ante la gran incertidumbre de la guerra comercial y de los mejores rendimientos de los Bonos, dieron la orden de “Fly to quality”, es decir, vender todos los activos en países emergentes y comprar Bonos del Tesoro estadounidense. La coyuntura genera una importante salida de capitales, dólares, generando devaluaciones en las monedas locales y caídas en las cotizaciones de las acciones en los países emergentes.
Argentina recibe ese impacto de la guerra en forma directa porque ha sido el destino de muchas de las inversiones de los fondos de inversión en los últimos 2 años, pero la coyuntura argentina y su dependencia de dólares frescos hacen que la situación sea aún más grave. Argentina tiene un déficit comercial muy importante, producto de la inflación y de un dólar subvaluado durante muchos años. La alta inflación argentina producto del aún fuerte déficit presupuestario del gobierno, mantiene las tasas de Lebac y plazos fijos muy altas, generando una economía que funciona sin capacidad de financiarse. El acuerdo con el FMI impuso condiciones necesarias para equilibrar las finanzas, pero el mercado no cree que el gobierno pueda cumplirlo y además sabe que al menos en los próximos 8 meses Argentina experimentará estanflación, caída en el PBI e inflación. La fuerte caída en las acciones del día miércoles y la subida del dólar de los últimos tiempos, marcan que los capitales dejaron de confiar en los países desarrollados, en particular en Argentina.
El futuro parece complejo para la economía mundial, especialmente para Argentina, que se muestra expuesta por sus desequilibrios internos y externos. El ajuste parece inevitable ya que el único lugar al cual acudir hoy parece ser el FMI, quien impone que el “gradualismo” se acelere y encuentre un nuevo equilibrio. Mendoza probablemente sufrirá menos el impacto, ya que sus finanzas están más equilibradas y un dólar más fuerte permitirá que las economías regionales mejoren su rentabilidad.