La jerarquía individual muchas veces termina haciendo la diferencia en un juego que es, por naturaleza, colectivo. Cuando mejor se encontraba Gutiérrez en el encuentro, Gimnasia acertó un contragolpe y Palacios Alvarenga no perdonó.
Con esa sola aparición del “9” en el corazón del área alcanzó para que el Lobo siga metido en un juego al que parecen haberlo llamado: el de los candidatos al ascenso. Mientras, el Celeste, que cada vez sufre más la ausencia de triunfos, pelea los partidos, muerde en todos los sectores y ni así alcanza a revertir una racha que empieza a pesar como un secreto inconfesable.
Los de Bermegui fueron mejores durante esa primera media hora del capítulo inicial, pero bastó que llegara la estocada del paraguayo para que todo se derrumbara. No es que el local renunció a buscar el partido; más bien todo lo contrario.
Siguió yendo al frente con más empuje y ya sin tanta inteligencia. En media hora de juego, sin llegar a ser profundo en sus ataques, había merodeado el área de un Gimnasia que defiende con una fortaleza que bien podría ser la envidia de cualquiera.
Fuentes parece haber dotado a su equipo de un sentido colectivo propio de aquellos que reconocen profundamente sus virtudes y sus defectos. “Y en días donde no se puede jugar, hay que meter”, reza el viejo axioma futbolero.
De eso se abrazó Gimnasia, que más allá de los nombres propios, no hizo un buen partido en el aspecto que, curiosamente, presenta mayores virtudes: el ofensivo. Cucchi tuvo algunos raptos de lucidez pero no fue el de San Luis; “Pala” se las tuvo que ver en soledad contra los centrales locales y Espinosa no pesó sobre la banda derecha.
En el local hubo intenciones. Y de las buenas. Pero ya no alcanzan. Parece haberse agotado el tiempo de tratar la pelota a ras del piso. El momento exige otras variantes y el hincha pide a gritos un cambio que saque cuanto antes al equipo del fondo.
Falló en los metros finales el conjunto de calle Boedo. No tuvo claridad ni calma para elegir la mejor opción cuando pisaba el área rival. Abusó del pelotazo y se enredó en sus propios nervios. Gatto demasiado solo, Juncos sin socios, Capurro contenido y Gómez sin hacer la diferencia, determinan un juego de escasas chances. Apenas Díaz sobresalió por su intento para jugar vertical en el complemento.
Los aportes de Barrientos y Rodríguez le dieron otro aire al equipo local, fueron una especie de revulsivo ante un equipo que se dejaba encerrar en su campo apostando a un contragolpe.
Sin embargo, a tal punto llegó la anemia ofensiva que ni los propios hinchas creyeron en el milagro. Fue la gloria para uno y Devoto para el otro.