Evocando el 37° aniversario de la Gesta de Malvinas, quiero advertir por este medio a los argentinos de buena voluntad que aman a la Patria (la inmensa mayoría), que en este último tiempo se ha hecho ya evidente la intención de intereses espúreos, en dividirnos.
La “grieta” es la gran enemiga de la Patria.
El método es simple: identificar y poner sobre el tapete toda y cualquier cuestión que genere o tenga potencial de generar división entre los argentinos. Claro que -y ésto también aparece como notorio-, con carácter previo se ha preparado sagazmente el terreno, predicando o inculcando la intolerancia y la violencia que es su consecuencia.
De la intolerancia a la violencia
Pruebas al canto: programas de televisión que presentan como lo “naturalmente cotidiano” la agresión y la descalificación permanente “del otro”. Ese otro es el distinto... o el diferente... y eso es malo, porque si no piensa como yo, o viste cómo yo, o tiene otros modales, costumbres o religión, entonces es sin dudas peligroso y por tanto merece nuestro rechazo, nuestro repudio, nuestra indiferencia ante su dolor o ante su eventual desaparición.
Preguntas sin respuestas
Ante esta afligente realidad, pregunto: ¿dónde están los gobernantes?, ¿dónde los pastores o dignatarios de los distintos cultos autorizados en Argentina?, ¿dónde los politiçólogos, los presidentes de los partidos políticos, los responsables de los distintos medios de comunicación?, ¿dónde el secretario de Ambiente de la Nación, rabino Sergio Bergman, quien por su doble función pública (ante todos los argentinos como funcionario público y ante la comunidad judía por su ministerio religioso), guarda el más inexplicable silencio no obstante su lúcido intelecto?, ¿dónde la jerarquía de la Iglesia Católica de Roma, que ha hecho caso omiso -salvo honrosas excepciones- del pedido del Papa Francisco en cuanto abandonar la comodidad de sus espacios y salir en busca de la necesidad y del conflicto para combatirlos con la única e infalible receta: el Amor?
Lecciones del Martín Fierro
Bastarían los dichos de José Hernandez: “Los hermanos sean unidos, porque esa es la ley primera, tengan unión verdadera, en cualquier tiempo que sea, pues si entre ellos pelean, los devoran los de ajuera”.
Ahí están los ejemplos de la desunión provocada en Irak, en Afganistán, o de la concretada por Gran Bretaña al término de la II Guerra Mundial (1945/1947) y que culminó -traicionando los anhelos de Gandhi-, con la cruenta división de India y Paquistán a través de un proceso que causó más de un millón de desaparecidos; y tantas otras de las que sólo resultó -invariablemente- el triunfo de los intereses identificados con la muerte.
Esperanza, pero con acción
¿Queremos hoy los argentinos ser pasto tierno de esos intereses?
Si así debiera ocurrir, prosigamos con nuestra bronca, nuestra indiferencia o con nuestro egoísmo; en definitiva con nuestra intolerancia y violencia: River o Boca, radicales o peronistas, abortistas o no abortistas, liberales o socialistas, semitas o antisemitas, privatistas o estatistas... el campo de batalla es enorme y peligrosísimo, porque todos conducen inexorablemente al mismo destino: la muerte de la Patria.
Argentinos: reaccionemos hoy porque mañana será tarde... digamos No y denunciemos con valentía a los predicadores del odio y la desesperanza.
Sigamos -en síntesis y a modo de conclusión- el ejemplo y los valores que en sus conductas empeñaron San Martín, Belgrano, Alicia Moreau de Justo, el enorme y recordado René Favaloro y tantos argentinos que vivieron y que viven enarbolando a diario la dignidad de la Celeste y Blanca.