He soñado los mapas y los reinos y aquel duelo en el alba
J L Borges – poema a Descartes
Premonición o coincidencia, albur o destino: un 9 de julio nació en Francia el agrimensor Balloffet. Gerónimo Claudio según el acta de 1831, Julio por adopción. Al llegar forzado a Mendoza en 1861 tras la huella de su mentor Augusto Bravard, director del Museo de la Confederación Argentina y fallecido en el terremoto de marzo, no imaginó que se quedaría para siempre.
En abril de 1859 gestionó en Paraná la convalidación del título para ejercer su profesión de agrimensor. El ingeniero De Laberge fue el examinador de la Confederación, y en la oportunidad lo encontró “... muy satisfactoriamente capaz en todas las materias”. En 1860, arribó a Buenos Aires en el vapor Corza. Allí nuevamente debió revalidar su título, siendo evaluado en teoría y práctica ante un tribunal muy exigente.
Abocado a la faena de diseñar y concretar el asiento de la Ciudad Nueva por encargo oficial, presenció las polémicas originadas por el lugar elegido y las innovaciones técnicas introducidas: calles amplias, varias plazas, anchas avenidas transversales, circunvalaciones perimetrales, la declinación magnética en la alineación del trazado, la referenciación geodésica de la planimetría y la articulación del riego, desagüe y orientación de los lotes. Fue precursor en la aplicación del Sistema Métrico Decimal por primera vez en América, en uso en Francia desde tiempos de Napoleón.
Sarmiento, por aquellos días auditor del Ejército en Mendoza como consecuencia de Pavón, había propiciado en 1857 que en Buenos Aires se usara el metro como unidad de medida. Señaló el sanjuanino que, en medio de la disputa de intereses cruzados, había que “...fijar lo que era urgente: un plano de ciudad”. Eusebio Blanco, diputado nacional por Mendoza, poco después presentaría el proyecto de uso del Sistema Métrico para toda la República.
La ubicación de la nueva Mendoza fue una controversia de características descomunales, equivalente a nuestros debates contemporáneos por el uso del suelo y el ordenamiento territorial. Pugnas de poder político y económico mediante, se impuso la “Hacienda de los Agustinos” y, con él, el modelo de ciudad que propuso Balloffet.
Más tarde, materializó la primera triangulación de la provincia, dirigida a dar los fundamentos para el catastro local. Instalando en el cerro “Jejenes” el pilar de azimut necesario para vincular las parcelas, inició la obra sobre bases exactas. El cerro pasó a llamarse “del Pilar” y ese nombre duró hasta la inauguración del monumento al Ejército de los Andes, cuando se lo denominó Cerro de la Gloria. La libreta de campaña, el plano original y la memoria del trabajo, hoy en poder de la familia Layera Balloffet, atestiguan la excelencia de las herramientas científicas utilizadas.
Contratado por el gobierno local, fue autor y gestor de obras hidráulicas, de un plano de la provincia para presentar en exposiciones internacionales, de instrucciones para el ejercicio de la agrimensura, participó en las tareas preparatorias del ferrocarril y formuló un proyecto de presa móvil sobre el río Mendoza, después modificada y transformada en misión cumplida por Cipolletti.
El censo de 1869 ya lo tiene como vecino de Mendoza, casado y establecido. El matrimonio con Aurora Suárez, a la que conoció casualmente mientras buscaba un globo aerostático perdido, les dio seis hijos.
Otra etapa de su ir y venir fue el desafío de San Rafael, iniciado con la construcción del Fortín Aurora, en la margen izquierda del Diamante, frontera con los indios. Se dedicó a planificar el diseño de la Villa del Diamante en tierras que fueron de su suegro y fomentó el desarrollo inmobiliario en la zona, convenciendo a otros franceses, como Iselín y Loasses, para radicarse. Ellos fueron los fundadores de la Colonia Francesa que, luego de la llegada del ferrocarril, pasaría a ser la cabecera del departamento. También el diseño y la mejora de importantes obras de canalización lo tienen como protagonista.
Alto funcionario público, miembro de la Legión de Honor de Francia y de instituciones científicas y hombre relacionado a la sociedad de la época, viajó a París y fue presentado junto al gobernador de la Provincia José Segura, Rufino Ortega, José Vicente y Rodolfo A. Zapata y Melitón González a la Sociedad de Geografía de Francia, que lo incorporó como miembro en 1884. El diploma cuenta con la firma de Fernando de Lesseps, constructor del canal de Suez.
Balloffet trajo un videógrafo o “lámpara mágica” que hacía las delicias de la familia. Abelardo Arias Balloffet, nuestro escritor, nieto del científico, reflejó en la novela Álamos Talados, reminiscencias de las vivencias en la finca de sus abuelos en épocas en que Aurora debió hacerse cargo de las responsabilidades familiares a causa del temprano fallecimiento de Julio.
La profesora María Izuel narra que en la orilla de los canales había plantado Balloffet unas cañas traídas de Europa, de las cuales se conservan pocas plantas, que son únicas en la zona y además, citando a Arias, “... las dos trincheras de álamos que casi se juntaban a lo lejos, dejando ver entre ellas la cresta de un cerro, enclavada como la mira de un fusil”. El proyector, los instrumentos de dibujo, el plano preparado para las exposiciones de Chile y Filadelfia y un óleo con su imagen se conservan en el museo Sanmartiniano.
Los años siguientes hasta su muerte, el 12 de setiembre de 1897, fueron muy prolíficos en lo profesional y en su vida personal.
En oportunidad de mudar el cementerio desde la Villa 25 de Mayo, se supo que había sido inhumado con el guardapolvo y los botines que habitualmente utilizaba en las campañas y que vestía el día que falleció mientras medía en la finca de Domingo Bombal, predio en el que hoy crece el laberinto de Borges.
Una calle de la Capital y otra de Las Heras llevan su nombre. Con más justicia en San Rafael, una gran avenida, una estación ferroviaria, un club deportivo, un barrio entero, una escuela y hasta un hotel, lo evocan. Un monolito con placa inaugurado por los profesionales del Sur, fue destruido en un accidente y se espera todavía la reposición. Un sencillo sepulcro en el cementerio sureño guarda sus restos en el antiguo sector de los pioneros ilustres.
Extraña constante del itinerario vital de este hombre inquieto fue la distancia. Se dedicó a tomar distancias y encontró, lejos de su tierra natal, las circunstancias determinantes de su existencia. Por su condición de inmigrante destacado y perseverante a quien le debemos sabios y generosos aportes, debemos mantener viva su memoria, que es también la nuestra, para evitar que el olvido haga su trabajo.