El paso de Argentina por el Mundial España 2014 dejó una conclusión dolorosa y ejemplar: el grupo de la Generación Dorada que emocionó en la última década ya no pertenece a la elite.
¿Razones? Muchas y variadas. La primera que surge a simple vista, la constituye el hecho de que “los años pasan para todos” y los protagonistas que antes apenas superaban los 20 años hoy tienen más de 33 y con lesiones a cuestas. Molestias que, en casos, impidieron fueran a este torneo, como Ginóbili y Delfino.
Otro argumento que explica el declive radica en que el recambio no goza de experiencia necesaria. “Es algo que no se compra. Los jóvenes argentinos no pueden hacer un curso acelerado para rendir en competencias internacionales” dijo antes de nuestra eliminación, Magnano (DT de Brasil).
Él, como pocos, sabe de las vicisitudes que atravesó esta camada que se abrazó a la gloria, con el oro en los JJ.OO de Atenas 2004 como punto más alto de una nutrida serie de éxitos.
Porque Argentina, en distintos torneos, del Premundial Neuquén 2001 a la fecha, nunca se bajó de un quinto puesto como pasó en Turquía 2010, con el hándicap de vencer a España (86-81), equipo que luego fue plata olímpica en Londres 2012.
“Es hora de que aparezcan los chicos del ‘90. No podemos pretender que nos sigan salvando los de la generación del ‘80 o antes”, dijo Lamas, en cuanto al período de transición.
“No veo que haya mucho de Generación Dorada en este equipo. De 2002 a hoy solamente tres jugadores: Nocioni, Leo Gutiérrez y yo”, contó Scola, quien pese a sus 34 años será el abanderado rumbo a Río de Janeiro 2016, y en ese tiempo, el último ídolo de esta “Generación A-Dorada” le pondrá fin a su carrera de celeste y blanco.
Entonces, el recambio será lento, sin olvidar cuestiones que incidirán en futuras planificaciones. Con una Confederación (CABB) casi en ruinas, a partir de una pésima gestión que encabezó el ex titular Germán Vaccaro (el pasivo que ronda en los 30 millones de pesos), la Selección intentará seguir nutriéndose de chicos que ya mostraron condiciones: Campazzo, Laprovíttola y Delía) y con otros que necesitan fogueo: Bortolín, Gallizzi, Garino y Bertone.
Además, tal como indicó Fabricio Oberto, en el básquetbol nacional “hace falta trabajar a conciencia en las formativas para buscar jugadores de talla más alta, que serán claves para competir a nivel internacional. Esa situación no se dará de un día para el otro. En el camino habrá golpes, tal vez, y recién con el tiempo se verán los frutos”.
Así se van 15 años poblados de pasajes a semifinales, de medallas, títulos y gestas inigualables: poner de rodillas a estrellas de la NBA y llevarse un oro olímpico no es poco cosa de este grupo que ahora recibirá el nombre de “Generación A-Dorada”.
Y esa idea nace porque esa camada naturalizó lo improbable, hizo posible lo imposible y nos acostumbró a estar arriba. Esta Selección es la mejor de la historia en lo suyo pero también la que supo ofrecer el deporte argentino, y eso porque agotó las virtudes que atañen a un equipo excepcional.
Talento de sobra, egos administrados, sentido colectivo, humildad, entrega, entendimiento del juego, coraje y jerarquía: ¿qué más? O como los pintó Oscar Sánchez, el Huevo: “un grupo de cracks que además se amaban”. Eso es: un grupo de profusa siembra y cosecha. Dorados y adorados.
Los primeros que se bajan para el futuro
Es normal. Duele porque el cariño de la gente es tan grande que cada partida es un duelo. Y este Mundial generó varios duelos. Luego de la derrota con Brasil hubo charla con los líderes tomando la palabra (Scola, Prigioni, Nocioni, Leo) y Campazzo por parte de los jóvenes.
Entre las cosas que se hablaron, la más importante fue la confirmación de varios que no volverán a jugar en la Selección. Prigioni lo había anticipado.
Veía casi imposible seguir, aunque abría la puerta por una emergencia. Nocioni, con 34 años, no tuvo el Mundial esperado y probablemente eso también influyó en su decisión de no continuar.
Gutiérrez, un año mayor, lo siguió en la determinación. Tres carreras inolvidables y por las que el gracias es poco como para que suene a justicia.
Fuente: Basquetplus.com