Días atrás, a través de estas columnas, Los Andes hizo hincapié en la necesidad de diversificar el modelo productivo.
Entre otros aspectos, hizo centro en que la vitivinicultura, a pesar de ser exitosa y de continuar creciendo, está comenzando a alcanzar sus límites de extensión y que surgía la necesidad de ampliar las posibilidades económicas.
En ese esquema, señaló que podría impulsarse el sembrado de pasturas en las tierras actualmente improductivas con derecho de agua, a los efectos de poder cubrir la demanda cada vez mayor que surge del crecimiento de la actividad ganadera que se observa a lo largo y a lo ancho de la provincia, con especial incidencia en el Sur.
Debería recordarse que décadas atrás la actividad ganadera en la provincia estaba centrada en la cría de ganado caprino, mientras la carne que consumíamos los mendocinos venía de ganado bovino criado y engordado en zonas de la pampa húmeda.
Sin embargo, poco a poco fue creciendo -afortunadamente- la actividad ganadera y hasta alcanzó repercusión nacional con la denominada "ganadería de zonas áridas", que se desarrolló en campos incultos, especialmente del Sur de la provincia.
Es más, el crecimiento permitió que se desarrollaran emprendimientos que permitían cerrar la cadena en lo relacionado con la crianza y también el engorde de animales, rompiendo la tendencia que se mantuvo durante años en que Mendoza era la aportante de terneros para el engorde en provincias vecinas con mejores pasturas.
Sin embargo, los incendios que se produjeron durante el verano y que afectaron a centenares de miles de hectáreas rompieron la estructura y dejaron prácticamente en el desamparo tanto a productores como a ganaderos con importantes inversiones en corrales de engorde.
El Gobierno provincial salió paliar la situación a través de distintos programas -uno de ellos denominado de destete precoz- y de líneas de crédito especiales, que fueron bienvenidas por los productores, quienes señalaron que ayudan a que no tengan que salir a quemar la mercadería.
Otros tuvieron que sacar la hacienda y trasladarla a campos de La Pampa o San Luis.
Al decir de los propios productores, en la actualidad la cría de ganado vacuno es una alternativa rentable "que permite producir y vivir de ella", expresando la información publicada por este matutino que después de la debacle provocada por la sequía entre 2009 y 2012, que determinó una merma del 30 por ciento en el stock ganadero, se inició un proceso de revitalización que aún se mantiene, cerrando 2017 con un stock de más de 500 mil cabezas de ganado, de las cuales el 66 por ciento está concentrado en el Sur, entre San Rafael (un 27 por ciento), General Alvear (24 por ciento) y Malargüe, con un 15 por ciento.
Tal como lo señalamos en un párrafo anterior, los incendios arrasaron las pasturas, afectando especialmente a los productores chicos.
Y se viven las secuelas de esta situación, nos encontramos con un resto de la provincia en la que abundan las hectáreas con derecho de agua que se encuentran improductivas, en muchos de los casos por falta de recursos de los propietarios para hacer frente a las inversiones que, por ejemplo, demandaría destinar la tierra a la implantación de viñedos o frutales.
Mendoza ha implementado un plan destinado a la producción de pasturas y otro tanto está haciendo San Juan -tomando como base los resultados de nuestra provincia- que consiste en el otorgamiento de créditos blandos para la compra de semillas y en muchos de los casos asegurando la ubicación de la producción.
Inclusive hay zonas del país, como sucede en Santiago del Estero, en que se están llevando a cabo emprendimientos destinados a la exportación de pasturas.
Lograr conformar un círculo virtuoso entre la producción de pasturas y la necesidad de las mismas para el engorde de animales se transformaría en una salida para la actividad económica que es necesario aprovechar.
