Más allá de la mejora genética y las buenas perspectivas comerciales que se abren para la ganadería, en la reciente Exposición Rural de Palermo quedó en evidencia que la producción de carne, más que nunca, está en el ojo de la tormenta. Los veganos y Greenpeace hicieron lo suyo y la sociedad se hace eco, y el sector productivo no puede hacer otra cosa que asumir los desafíos que el contexto genera.
Así lo entiende el analista del mercado de carnes Víctor Tonelli, quien participó en un panel sobre el tema en la primera jornada del Congreso de Aapresid en Rosario. Según explicó, a la presión interna se suma la que viene con el acuerdo del Mercosur con la Unión Europea, ya que los congresos de los países europeos exigirán que se respete la sustentabilidad productiva, con fuerte foco en cuestiones de bienestar animal, seguridad ambiental y empleo. Y para completar el combo, suma la expansión del mercado de carnes que no son carne pero que compiten con la carne. “Estos asuntos ya no son de un grupo de trasnochados sino que van en serio y hay que prestarles atención. Hay que aceptarlo y ocuparse, hacerse cargo”, advirtió el consultor, y añadió: “El manual de buenas prácticas ganaderas presentado la semana pasada es un paso gigantesco, al igual que el trabajo que se hace desde la Mesa Argentina de Carne Sustentable (MACS)”.
Y para ilustrar de qué se tratan las llamadas buenas prácticas ganaderas, Aapresid invitó una vez más a Miguel Ángel Álvarez, quien contó los detalles de su esquema ganadero en el establecimiento de engorde a corral La Loma, en Lincoln, provincia de Buenos Aires. Allí, a pesar de no ser propietario del campo, Álvarez lleva adelante un esquema que le valió la confianza tanto del pueblo como del propietario de la tierra, ya que ya lleva 15 años ininterrumpidos de alquiler, con contratos de cinco años.
El sistema del empresario, quien solo engorda hacienda propia, incluye, por ejemplo, un manejo prolijo de la alimentación, con foco en la buena conservación y manipulación del forraje para evitar desperdicios; sanidad y bienestar animal -”mejor prevenir que curar”-, permanentes mediciones y estudios del impacto ambiental; manejo de residuos con zona de compostaje, análisis nutricional del estiércol y un programa de retiro de residuos especiales; un manejo especial de aguas residuales; monitoreo periódico de las aguas profundas y manejo de cadáveres según los parámetros determinados por la provincia.
Teniendo en cuenta los alimentos, el agua, los animales, la infraestructura y ambiente, el productor dejó claras las bases para un protocolo de Buenas Prácticas Ganaderas. “Trabajamos para crear las mejores condiciones de trabajo y de crianza tanto para los empleados como para los animales. En conclusión, trabajamos para la comunidad de Lincoln porque cuidamos su ambiente”, resaltó Álvarez.
Por Lucas Villamil