¿Cómo suenan los últimos días de una mente dedicada a la música? Cuando arrecia la sensación de que estamos cerca de un final, ¿la creatividad se desespera, o simplemente se resigna...?
Para saberlo, será interesante asistir al concierto que mañana dará la Orquesta Filarmónica de Mendoza, que -pese a no tener un título específico- sí tiene un motivo conductor muy claro.
Es que se interpretarán, bajo la dirección de Gustavo Fontana, las dos últimas obras compuestas por dos de los últimos compositores llamados hoy “posrománticos”. Esos que, en medio de años turbulentos para la música del siglo XX (la vanguardia ya había empezado con su implacable trabajo de deconstrucción), siguieron aferrados a la tonalidad como medio de expresión.
El primer caso: en sus “Danzas Sinfónicas” (1940), Sergei Rachmaninov (1873 - 1943) recuperó temas populares de una Rusia para él lejana en el espacio y en el tiempo. Sabemos que murió “del otro lado del mundo” a causa del exilio, porque cuando se hizo insostenible su relación con el gobierno revolucionario se vio obligado a deambular de un lado a otro, hasta morir paradójicamente en la soleada y poco proletaria Beverly Hills.
En un principio, los movimientos habían sido titulados “Mediodía”, “Atardecer” y “Medianoche”, en clara alusión al ciclo de su vida. Escuchamos secciones grandilocuentes, con arrebatos rítmicos y percusiones furiosas, aunque en otras también se inspira para sacar luces melancólicas, esas que lo han hecho famoso.
El segundo caso: las “Cuatro últimas canciones” (“Vier letzte Lieder”, 1948) de Richard Strauss (1864-1949) no fueron escritas como un ciclo, pero claramente se adivina una preocupación por la muerte. Fueron escritas para una soprano, parte que llevará mañana Griselda López Zalba, y para una orquesta.
Y no es casual que en los poemas que usó para musicalizar también se hable del paso del tiempo, del florecer y de la oscuridad: “Primavera”, “Septiembre”, “Al irme a dormir” (de Herman Hesse) y “En el ocaso” (de Joseph von Eichendorff).
Strauss, que cultivó una música entre truculenta y sublime, que muchas veces habló de amaneceres nietzschianos y de atardeceres alpinos, de metamorfosis, de muertes y de transfiguraciones, aquí pareciera haberse recostado a descansar después de un largo día: “Lejana, calmada paz / tan profunda en el crepúsculo. / Cuan cansados estamos del camino, / ¿es esto quizás la muerte?”, dicen los últimos versos de la última de estas canciones, que compuso cuando ya tenía 84 años y que se estrenaron después de su muerte. Es decir: nunca las escuchó.
Sobre la solista
Griselda López Zalba realizó sus estudios en la Licenciatura de Música especializada en Canto de la UNCuyo. Completó su perfeccionamiento de técnica vocal en Argentina y Brasil, a cargo de maestros como Rosa Domínguez, Gonzalo Cuadra y Neyde Thomas.
Ha sido dirigida por directores como Gregorio Gutiérrez, Antonio María Russo, Bruno D`Astoli, Alexei Izmirliev y Mario Peruso. Son recordados sus protagónicos en producciones líricas en Mendoza, como Gilda (“Rigoletto”, de Verdi), Adina (“L’elisir d’amore”, de Donizetti y Pamina (“La flauta mágica”, de Mozart).
Especializada en la música del período preclásico, actúa asiduamente con el ensamble de música barroca Violetta Club y forma junto al arpista Ramiro Albino el Dúo Nautas.
La ficha
Orquesta Filarmónica de Mendoza, dirigida por Gustavo Fontana
Solista: Griselda López Zalba (soprano)
Programa: "Danzas Sinfónicas" (Sergei Rachmaninov) y las "Cuatro últimas canciones" (Richard Strauss).
Fecha y hora: mañana jueves 28 de setiembre, a las 21
Lugar: Teatro Independencia (Chile y Espejo)
Entrada: $100 (general) y $60 (estudiantes y jubilados), en la boletería de 18 a 21.