Luego de la inaguración el sábado, con la mítica "Ubú" del grupo cordobés Cirulaxia, el segundo día de la Fiesta Nacional del Teatro en la ciudad de Rosario fue una carrera vertigionosa y contundente por experiencias dísimiles en calidad y poéticas.
El punto más alto del día fue la obra "Millones de segundos", que se presentó en el lindísimo Teatro Municipal de la Comedia.
Ante 600 espectadores esta puesta porteña, escrita y dirigida por Diego Casado Rubio, fue de una potencia escénica tal que hizo levantar al público de sus butacas para aplaudir a los gritos.
La brillante mirada directriz de esta obra construyó un concepto dramático guiado por los mismos rasgos de su personaje protagonista: Alan, un adolescente transexual con síndrome de Asperger que encuentra en su perro la única posibilidad de conexión y afecto con el mundo.
La obra está basada en dos casos reales, uno de ellos de un chico estadounidense con Asperger y transexual y de otro español que padeció el bulling de sus compañeros por su condición de género. Pero lo poderoso y poético de esta puesta no es el argumento sino cómo decidió su director contar este drama interno y privado: el personaje principal enconsertado en su estructura psíquica interna, su imposibilidad de empatizar con el exterior y la de su madre de aceptar a su hijo tal y como es, se trasladan a la puesta con estos rasgos en el diseño del espacio escénico, la interacción entre los cuerpos y personajes y la estructura narrativa de la obra.
Menos es más, esta sentencia tan transitada se vuelve oro en "Millones de segundos", que parte de la luz, una mínima estructura en forma de kúbik, el sonido y un juego sutil de pantallas para gestar la desesperación y padecimiento de este adolescente.
Un punto aparte merece la actuación de Raquel Ameri (Alan): de tal intensidad, complejidad y absoluta comprensión de su personaje extraordinarias (nominada como revelación en los premios Trinidad Guevara).
Otro de los lindos apuntes que dejó este segundo día de la FNT rosarina fue una preciosa y simplísima puesta, construida con gran profesionalidad y compromiso. La obra, proveniente de Formosa, cerró la maratónica jornada de cinco espectáculos bajo el título de "Érase una vez... el Lobizón".
La puesta, construida bajo la premisa del juego teatral y las formulaciones poéticas de la Commedia Dell'Arte sorprendió a todos por su frescura y vitalidad.
Córdoba, por su parte, se jugó por una poética ultratecnológica, con cruces de performance, para la obra escrita por Rodrigo García: "Agamenón. Volví del supermercado y le di una paliza a mi hijo". La pieza, de una violencia brutal discursiva, se apoya en la idea de que la pura forma -sin contenido- del hiperconsumo es la que detona la frialdad y la deshumanización en las relaciones y justamente la que le de da sentido a esa violencia.
Así, el director Sergio Osses se juega por un dispositivo en las bandejas de un DJ, que es la que dosifica la sobreinformación, la banalización y la frustración devenida en maltrato. Un monólogo furioso de un padre, que se convierte a él y a los suyos en máquinas de consumo, es el que guía la ruta de la narración desaforada.
Salta se presentó con una obra que ya trae, en sí, una exigencia difícil: seguir los pasos irreplicables de Alejandro Urdapilleta y Humberto Tortonese cuando improvisaron junto a Batato Barea "La moribunda". Las actrices salteñas Natalia Aparicio y Daniela Canda son las que toman este desafío -en actuación y dirección conjuntan- y fraguan una puesta que no termina de independizarse de sus orígenes para construir un universo propio. Sin embargo, buenos momentos y la solvente relación entre los personajes permiten la diversión del público con esta historia sobre dos hermanas que esperan la muerte de una tercera.
El desatino del día fue la puesta que llegó de Santiago del Estero, "Traxtornadas o la casita de Madre Perla". Si bien la de plantear la diversidad sexual, en especial el travestismo, son buenas intenciones de la obra la imposibilidad de comprender cómo está construido el texto (no se entiende ni de qué se trata la obra), de proponer al espectador un paso itinerante por la puesta (sin un sentido) y las actuaciones inexistentes convirtieron a la puesta en un pastiche incomprensible.