-"La ola más poderosa y la rompiente más famosa".
-"La más peligrosa entrada y salida al mar".
- El lugar más hermoso e imponente para ver este deporte.
El más alto nivel de surf y el más tradicional cierre del torneo nacional".
- "El mejor mix de competidores, con leyendas, consagrados y nuevos talentos".
- "El más impactante marco de público para un campeonato nacional".
- "La mejor organización y un increíble despliegue gastronómico".
Estas siete frases son la mejor forma de resumir lo que se vivió este fin de semana en el kilómetro 10 de la ruta 11. El Quiksilver Open La Paloma se convirtió en la verdadera fiesta del surf que cerró de forma lujosa el circuito nacional de la ASA.
El torneo más especial, difícil y prestigioso del surf argentino se realizó, como desde hace 14 años, en Playa La Paloma con los mejores surfistas del país, aunque en esta edición con todos los talentos de la nueva camada. De paso, un hermoso sol otoñal ayudó a que unas 2.000 personas se acercaran durante estos dos días para disfrutar, además, de la mística que provoca ver surf en este acanti1lado.
Un torneo que, además, tuvo un despliegue organizativo por encima de lo habitual, con valiosas comodidades para los riders, la mejor música con DJ Cofla y una excelsa oferta gastronómica. Dos foodtrucks se complementaron con la creación de Rodo Puente. Invitado por Galicia Move, el cheff armó una improvisada cocina a lo Francis Mallman para luego repartir sus cazuelas de pollo y pescado cocinadas a leña. También hubo personalidades famosas de distintos ámbitos. Estuvo el músico Sr Flavio, bajista de los Cadillacs, quien se declaró fana y “aprendiz crónico” del surf.
El campeón olímpico Sebastián Crismanich, de paso por Mar del Plata para dar un clínica, sintió curiosidad y pasó a ver surf. Y también el futbolista Pablo Lugüercio.
El Payaso quedó sorprendido por el ambiente y el nivel competitivo, además de contar que ya se mete al mar con la tabla.
“Esto es increíble. Cuando deje el fútbol me voy a venir a vivir a Mardel y a seguir aprendiendo de este deporte espectacular. Me encanta el ambiente y la filosofía de vida de los surfistas. Esto es mucho más relajado que el fútbol”, reconoció.
El torneo fue dominado por los consagrados. El ganador resultó el ingeniero Nahuel Rull. El flaco exhibió su técnica para consagrarse tras cuatro subcampeonatos y llevarse $30.000 de los 60.000 que hubo en premios.
Maxi Siri, cinco veces rey nacional, fue finalista tras eliminar en cuartos al vigente campeón, Lele Usuna, y en semi a Lucas Santamaría, que venía en alto nivel logrando la mejor ola (tubazo que mereció 9 puntos) y la más alta combinación de puntajes. Los chicos también brillaron con luz propia, sobre todo Juan Cruz Ruggiero (15 años), el rider de Quiksilver que llegó hasta octavos de final luego de pasar dos series, la segunda ganándole a un ex campeón argentino, el veterano Alejo Martínez. “Las figuras te imponen respeto, pero igual trato de ganar, como en mi categoría. Me pongo menos presión, trato de surfar por diversión, quizás eso me juega a favor”, dijo el Negro. Y sí, fue una edición para recordar porque la nueva generación fue protagonista de un torneo lleno de historias.
Como la que vivimos con Nazareno Pereyra, el más peque en todo sentido.
La joya de Miramar tiene 13 años y dice medir 1m46, pero parece menos. Más cuando agarra su tabla (de su misma estatura) y camina entre otros surfistas que, en muchos casos, lo duplican en edad y en físico.
Pero él no tiene miedo. Como ninguno de los pibes de la nueva camada que, por primera vez, se inscribieron en masa en este evento.
El campeón nacional de la categoría M14 no expresa temor pese a que, el jueves por caso, el mar asustó por la potencia y fuerza de sus olas de más de 3 metros.
“Respeto, sí. Temor, no tengo”, explicó. Tampoco le mueve el piso, como le pasaría a cualquier mortal, cuando tiene que tirarse al mar por esa mítica bajada de 20 metros (ver video) que es una extraña mezcla de escalera, soga y roca. Cuando empezás a bajar, el vértigo se hace presente, en especial porque te das cuenta que es una escalera a la nada porque el mar se llevó la arena y los últimos escalones.
Los surfistas, que no quisieron quedarse sin surfar en un point especial, los reemplazaron por una soga para poder descender. Desde donde se corta la escalera hasta una explanada de piedra hay 4 metros, y por ahí hay que bajar, con la tabla en una mano y la otra en la cuerda.
Luego se debe hacer pie en una roca resbaladiza, bajar un desnivel importarte sin caerse y después, desde la punta de un rocón, lanzarse al agua con la tabla.
La dificultad no termina ahí, aún falta entrar al mar, la peor parte cuando la marea está alta y las olas ganan poder. “Hay que elegir el mejor momento para hacerlo porque las olas rompen con mucha fuerza y no te dejan pasar la rompiente.
Se debe remar y filtrar (ir por debajo) rápido las primeras olas para que la marea no te empuje contra los acantilados, que ya cuentan con varios surfistas heridos en su colección... Hubo ediciones que, por la marea alta y violencia del mar, salir ileso del agua fue una aventura”, explicó Siri.
Pero, claro, luego de la competencia, hay que subir y el acantilado vuelve a ser un obstáculo. Los surfistas deben ascender, mojados y cansados, por otra soga mientras sostienen su tabla hasta llegar a la escalera que está por la mitad. “Hay que tener respeto y cuidado porque podés lesionarte.
Es más, diría que son más difíciles la salida y la entrada que la ola misma”, cuenta Franco Radziunas, otro de los talentos jóvenes (14) que tuvo su bautismo de fuego y se dio el lujo de compartir torneo con su padre Luis (47).
Todos condimentos que han convertido al Quiksilver Open La Paloma en un clásico argentino y, en esta 14ª edición, en la gran fiesta del surf nacional.