En épocas de Coronavirus, la Fórmula 1 llegó a sus 70 años. El 13 de mayo de 1950, la máxima categoría puso primera en Silverstone, en el Gran Premio de Gran Bretaña, donde Giuseppe Farina quedó en la historia por ser el primer ganador de la disciplina.
En aquellos años de antiparras y casquillos de cuero, los motores estaban adelante, como los caballos a los carruajes. Sin embargo, en 1957 el equipo Cooper puso el motor detrás del piloto. Tras los títulos de Jack Brabham en 1959 y 1960, todos los fabricantes definieron esa tendencia desde 1961.
Al año siguiente, Lotus, entre sus tantas innovaciones, introdujo un monocasco de aluminio, inspirado en la industria aeronáutica. Dos décadas después, McLaren presentó el MP4/1 de fibra de carbono, que luego derivó en el F1 McLaren, el primer auto de serie con monocasco de fibra de carbono.
La aerodinámica, con el efecto suelo a mediados de los años 70, y luego la electrónica, con la suspensión activa, en el inicio de los 80, marcaron un quiebre. Los motores turbo, que alcanzaron el triunfo en 1979 de la mano de Renault en el GP de Francia, generaron una revolución.
El control de tracción, que facilitó la conducción y le quitó espectacularidad a las maniobras, y hasta el fenomenal sistema KERS, para almacenar energía, definieron eras en la siempre tecnológica Fórmula 1.
Más allá de la técnica, la Fórmula 1 está hecha por hombres. Juan Manuel Fangio fue imbatible con sus 5 títulos por casi medio siglo. Michael Schumacher rompió todos los números, Hamilton mantiene vigente su dominio, Alain Prost dictó cátedra y Sebastian Vettel asombró por su juventud. Lauda, Piquet, Stewart, Brabham fueron tricampeones. Pero además de los grandes, están los dioses. Ayrton Senna desplegó su magia, y Jim Clark, sus vuelos.
Pero los autos, tienen su encanto. Y allí, reluce Ferrari. Si, el cavallino. Sin Ferrari, no hay Fórmula 1, dicen. Y claro que no. Estuvo en todos los campeonatos. Y el rampante es único. Claro que otros equipos marcaron la historia también. Williams, McLaren, Lotus y Red Bull tuvieron su época dorada. Y Mercedes, ayer y hoy.
La Fórmula 1 evolucionó. Y de aquellos autos con ruedas finitas y con la muerte subida a los anchos cockpits detrás de los volantes de madera, el fatídico golpe en Tamburello marcó un antes y un después en la seguridad.
Como también la Fórmula 1 entró de la mano de Bernie Ecclestone en un camino económico, taquillero, marquetinero y glamoroso. Y como toda obra, necesita su escenario. Monza, Mónaco, Silverstone, Spa-Francorchamps y Nürburgring son los clásicos.
De la Mano del Chueco la Argentina se reconoció en el mundo de la velocidad. Con Froilán González llevando de la mano a Ferrari a la gloria. O el mismo Carlos Reutemann, otro campeón sin corona marcaron el rumbo de tantos pilotos nacionales que llegaron a la gran vidriera.
El autódromo de Buenos Aires tuvo su relación de amor y odio, con tantas intermitencias marcadas por los vaivenes económicos, entre sus 20 Grandes Premios.
Mucha historia para la más exclusiva, fabulosa, sorprendente, fascinante y siempre vanguardista Fórmula 1. No hay champagne, no hay abrazos de podio. En estos tiempos, salud a la distancia, hasta que se vuelvan a encender los motores de la gran pasión.