La industria de la vitivinicultura vivió a fines del siglo XIX uno de sus mejores momentos de su historia. Fue cuando los bodegueros más importantes de la provincia obtuvieron el reconocimiento mundial en una de las capitales del vino: Francia.
Entre los precursores de la industria del vino se encontraban Salvador y Francisco Civit, Hilario Lasmastres, Isidro Escudero, Carlos González, Honorio Barraquero, Tiburcio Benegas, Emiliano Torres, Germán Puebla, Rodolfo Zapata, Ángel Ceretti, Antonio Tomba, Carlos Delaballe y Toribio Barrionuevo.
Solo una palabra: progreso
Mendoza se encontraba en una situación privilegiada económicamente, eran tiempos en donde la palabra 'progreso' estaba en todos lados. El agua corriente, la electricidad, el ferrocarril y otros 'nuevos' medios de locomoción como el tranvía a caballo o tranway, se instalaron en la ciudad para brindar mayor confort a la población.
También otro de los factores fue llegada de los inmigrantes, en su mayoría europeos, quienes traían un sueño: el de trabajar y prosperar económicamente. Todo el mundo hablaba de Argentina y especialmente de Mendoza, por sus productos vitivinícolas que eran exportados a los países más poderosos de aquel tiempo.
Potencial bodeguero
Por esos años existían en Mendoza unas 750 bodegas, cifra que ubicaba a la provincia como un importante centro vitivinícola en el mundo. A pesar de todo, en estos establecimientos, los cultivos y los procedimientos de vinificación eran todavía un tanto primitivos y empíricos.
Los viñedos estaban librados al criterio de los contratistas y las bodegas en general eran manejadas por el contador del establecimiento, pues se consideraba esta actividad una labor netamente comercial. Pero con el tiempo se fue adquiriendo tecnología extranjera y destreza en la producción. Las prácticas enológicas eran sencillas y los vinos se elaboraban de acuerdo con métodos heredados de la época colonial.
Pero el volumen de la producción de vino aumentó considerablemente y se vendieron cientos de miles de litros. La mayoría se enviaba a otros puntos del país. En consecuencia, el consumo de los mendocinos era relativamente pequeño.
Una escuela para el vino
En 1894, el diputado Ángel Ceretti presentó en la Cámara baja del Congreso Nacional un proyecto para crear una escuela de vitivinicultura y enología en Mendoza. Poco tiempo después, en setiembre de ese año, se autorizó al Poder Ejecutivo a invertir hasta 50.000 pesos para tal fin.
El 3 de agosto de 1897 abrió sus puertas la primera Escuela de Enología del país. Su primer director fue el ingeniero Domingo Lino Simois, quien contó con el decidido apoyo de las autoridades nacionales y provinciales, muy especialmente del ingeniero Ricardo J. Huergo, jefe de enseñanza agrícola del Ministerio de Agricultura de la Nación.
Su creación coincidió con una época en que, si bien nuestra provincia y San Juan eran los centros vitivinícolas más importantes del país, nuestra industria madre se reducía a la explotación de contadas variedades de uvas de mesa para vinificar.