La escuela Tolosa, cuna de maestros, cumple un siglo

Considerada un faro en la educación regional, se formaron allí centenares de docentes. Hoy dicta clases en cuatro niveles y estudian o trabajan casi 5.000 personas.

La escuela Tolosa, cuna de maestros, cumple un siglo

En los próximos días, la escuela Profesor Francisco Tolosa cumple cien años y es por eso que el viernes habrá festejo en Rivadavia, con un acto en el patio del establecimiento.

En medio del preparativo de los docentes para el homenaje, que ya lleva diez meses de trabajo y que tiene a todos emocionados, la gente que quiere a la Tolosa destaca su evidente trayectoria y recuerda aquello que la distingue: a lo largo de casi todo el siglo pasado, en sus aulas estudiaron centenares de futuros maestros, que ya con el título en mano salieron a enseñar y a dar clases por las escuelas de la región.

Con el tiempo, la Tolosa se ha convertido en una estructura enorme y hoy, es la única escuela de Rivadavia que dicta los cuatro niveles de la educación, desde el inicial al terciario y así, en una ingeniería de horarios y optimización de los espacios, a lo largo del día pasan por sus aulas cerca de 5.000 personas, entre alumnos y docentes.

“Los chicos de la secundaria cursan en la mañana, los de la primaria por la tarde y en planta baja, el terciario tiene clases de 8 a 22 en el primer piso y los niños del jardín su propio edificio junto al nuestro”, detalla Patricia Abraham, rectora de un establecimiento que tiene además, cuatro directores: “Con tantos alumnos cursando todo el tiempo, no tenemos pausa ni espacios muertos en ningún momento”, dice con una sonrisa, mientras ordena papeles sobre su escritorio y hace lugar para un café que convida.

La escuela nació en 1917 por decreto presidencial de Hipólito Yrigoyen y abrió un 2 de setiembre, con el nombre de escuela Normal Mixta y la tarea de formar preceptores que, con un par años de estudio, salían como ayudantes de maestros. "Hay que tener en cuenta el contexto en el que se crea esta escuela", pide el historiador Gustavo Capone: "En esos años, Rivadavia ya mostraba un gran desarrollo, la bodega Gargantini, por ejemplo, tenía mil obreros y había otras 40 empresas con 300 empleados de promedio; Rivadavia tenía su banda de música, teatro y cine, hoteles, una biblioteca importante y estaba además el ferrocarril; todo ese sector productivo y cultural tan pujante, que llevó a duplicar la población del departamento entre los censos de 1895 y 1914, requería de muchas escuelas primarias y en la región eran más de 25; por eso había mucha necesidad de nuevos maestros y de una escuela que los preparara".

Y aunque la escuela Normal comenzó dando estudios para celador, al poco tiempo fue jerarquizada con el título de maestro nacional y regional. De esa recategorización a que abriera su propio nivel primario hubo solo un paso y fue entonces, frente a esos pequeños alumnos, que los nuevos docentes hacían sus prácticas.

La escuela tuvo su primer domicilio en un viejo bodegón alquilado en la esquina de lo que hoy es San Isidro y Alem y funcionó allí hasta 1940, cuando se mudó a otro caserón, también alquilado, en la esquina de San Isidro y Fleming, donde ocupó un terreno de más de dos hectáreas junto a la comisaría y al registro civil, muy cerca también de la parroquia.

“Ahí la escuela tenía sus aulas y sus galpones, pero también sus granjas, conejeras y gallineros; había colmenas que atendían los muchachos y un corral con animales; luego estaban la cocina y el campo de deporte”, recuerda Florinda 'Yeyi' Seoane, que fue alumna, pero también docente y directora de la Tolosa.

Había materias teóricas y práctica, muchas de ellas pensadas para dictar clases en las escuelas rurales de la región: "Se preparaba al maestro para ir a enseñar a los niños del campo, por eso la granja escolar era tan importante y hasta los docentes compraban huevos producidos en la escuela; una granja que servía para aprender pero también para dar de comer a los alumnos que venían de lejos y que por 50 centavos tenían un almuerzo nutritivo", cuenta Yeyi Seoane y sigue entusiasmada: "Las niñas aprendíamos a cocinar, servíamos un almuerzo con postre y luego limpiábamos todo. Eso se hacía bajo la supervisión de la maestra de Cocina y le hablo de lo que ocurría en los años 50".

Con mucho esfuerzo de la comunidad escolar y con lo recaudado en rifas, ferias y bailes, la cooperadora logró reunir el 20% del presupuesto necesario para comprar terreno y levantar el edificio propio. Ese fue el acuerdo al que se llegó con el estado nacional, que puso el 80% restante.

Y aunque en 1983 la mudanza a la casa propia fue un paso decisivo en la vida de la Tolosa, lo cierto es que el traslado significó también abandonar parte de la tradición que distinguía al establecimiento. En efecto, el cambio implicó dejar atrás las colmenas, los caballos, los gallineros, las herramientas y la granja en general; en síntesis se abandonaron las materias rurales.

Con el tiempo, la Tolosa agregó nuevas carreras al terciario y además del título de maestro de primaria sumó media docena profesorados y un puñado de tecnicaturas: "La Tolosa es un orgullo en Rivadavia por todo lo que representa y ofrece. Yo hice acá la secundaria y ahora estoy por terminar el profesorado de Matemáticas", cuenta Ignacio Cornejo, presidente del Centro de Estudiantes: "Y la escuela está llena de gente como yo, que pasó buena parte o incluso toda su vida de estudiantes en estas aulas".

En el antiguo domicilio de la Tolosa, ese que estaba junto a la comisaría y cerca de la iglesia, había un enorme y centenario aguaribay  que dominaba el patio de la escuela con su sombra generosa y junto a su tronco, alguno de los maestros que también fue poeta, escribió “Elévate como el árbol, para ofrecer”; una invitación a todos los que entonces compartían el amplio patio de la escuela, pero también un estímulo y una consigna que perdura en la Tolosa.

"Las niñas aprendíamos a cocinar, servíamos un almuerzo con postre", recuerda Florinda Seoane, ex alumna y ex directora.

Docente de Catamarca

Hacia mitad del siglo pasado, a la escuela venían como docentes maestros de Chile, Perú, Bolivia y también del norte argentino. De hecho Francisco Humberto Tolosa fue un docente catamarqueño que llegó en 1950 para dar clases: “Esta escuela era una fuente importante de trabajo y además había un gran desarrollo académico en toda la región”, explica el historiador Gustavo Capone.

Tolosa fue un maestro muy querido por la comunidad educativa, que lo recuerda prestigioso y sencillo:  “Un catamarqueño al que solía verse caminar por la plaza departamental con sus bigotes, que le subrayaban la personalidad firme pero bonachona y envuelto en su manta marrón y de flecos”, puede leerse en una página local.

El maestro catamarqueño fue también director del establecimiento entre 1954 y 1990, el año en que se jubila. Y en el 2001, la escuela que a lo largo de su historia tuvo una decena de nombres, toma finalmente el de Profesor Francisco Humberto Tolosa.

Falta de espacio

A una escuela tan grande como la Tolosa siempre le faltan espacios. De hecho, cuando la comunidad escolar se mudó al edificio propio en 1983, lo hizo sabiendo que ya quedaba chico.

Así, con el tiempo y los recursos que nunca son suficientes, al edificio original se le agregó un nuevo cuerpo de aulas, pero también galpones y módulos. Además y para ganar espacios, un acuerdo con la comuna permitió que la biblioteca del terciario se mude fuera de la escuela. Hoy, el principal proyectos es la construcción de un nuevo edificio, con la idea de que allí funcione la primaria.

“Hay un terreno muy cerca que compró la comuna y la idea es hacer allí la primaria. Sería ideal que los más chicos se muden allí, porque hoy el terciario que cursan todo el día”, explican desde la administración.

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