La escuela secundaria

La escuela secundaria
La escuela secundaria

Las clases en la escuela secundaria acaban de comenzar. El hecho es muy importante en la vida de los adolescentes y quiero hacer algunas reflexiones respecto de este tema, dirigidas a padres y alumnos. Éste es el momento de pensar en ingresar a la universidad. Es decir, los estudiantes durante el cursado en la escuela secundaria deben prepararse, desde primer año, para ingresar a la universidad.

¿Cómo es la preparación a la que aludo? Estudiando diariamente una cantidad adecuada de horas. Cuando el estudiante secundario hace eso y lo adquiere como rutina, comienza a incorporar el hábito de la lectura, del estudio. No hay dudas de que la adquisición de esos hábitos hace que luego se disfrute de la lectura, del estudio y que ello, lejos de ser una pesadumbre y una carga agobiante, sea algo natural y agradable.

Los estudiantes que están en el último año de la escuela secundaria son los que deben esforzarse para llegar a fin de año con un caudal de conocimientos y hábitos de estudio bien consolidados.

Pero me parece que es necesario poner el énfasis en los primeros años. En un artículo publicado el domingo 15 de febrero de este año en Los Andes, aparece la atroz cifra de que 40% de los alumnos podría repetir el año.

Es decir, son alumnos que deben rendir y aprobar tres o más materias para pasar al año inmediato superior. Es posible que algunos logren aprobar. Seguramente muchos no han disfrutado plenamente de sus vacaciones y sus padres tampoco.

Por otro lado me permito dudar de los conocimientos adquiridos en estas circunstancias, sobre todo los que adeudan varias materias. Supongo que seguramente los conocimientos adquiridos a las apuradas no deben ser sólidos y permitir un buen rendimiento en el próximo año lectivo.

Además, hay que tener en cuenta el efecto multiplicador que tiene la situación de tener que estudiar en febrero. Ello conduce a que los adolescentes empiecen el año cansados, obviamente contrariados e irritados y seguramente un poco desilusionados.

No es difícil darse cuenta de que esta situación lleva a que el nuevo año empiece teñido con elementos negativos. Si el estudiante no logra preparar sus materias solo o si los padres no tienen conocimientos suficientes como para ayudarlo, la familia deberá recurrir a docentes particulares, lo que es muy oneroso y son pocas las familias que pueden absorber un gasto de esa índole.

Evidentemente cuando esta situación se repite un año tras otro, aparece el riesgo de la deserción escolar y nos encontramos ante el dilema de tener que resolver el problema de una cantidad de jóvenes que al fin de la adolescencia y ya transitando la juventud, no estudian ni trabajan.

Todos los trabajos exigen en este momento dominio de la lectura, de la redacción, conocimientos de matemáticas, aunque sea a un nivel elemental, y de algún idioma; cuando estas destrezas no han sido adquiridas oportunamente, difícilmente las personas puedan insertarse laboralmente.

Es claro que el problema de la educación presenta varios aspectos. Los fundamentales son: el estudiante, los padres y la escuela. El estudiante debe estudiar a diario y ese buen hábito debe iniciarlo desde el primer año de la secundaria y continuarlo hasta llegar al fin de la misma.

Los padres deben acompañarlo, estimularlo y controlarlo muy de cerca; deben involucrarse, deben conocer los horarios, saber el nombre de las materias, las horas de cursado.

Me resulta inadmisible escuchar a padres decir, en algunas reuniones, que su hijo es tan “inteligente y brillante” que casi sin estudiar tiene excelentes notas. Indudablemente de lo que se jacta en realidad es de tener un hijo especulador. Es posible que la escuela hoy permita que exista la especulación y que muchos alumnos lleguen al último año de la secundaria habiendo estudiado casi nada.

El pésimo resultado alcanzado por nuestros alumnos en las pruebas PISA es un exponente claro del problema que tenemos hoy en la educación argentina. Esto es muy grave, ya que en otros tiempos la Argentina ocupaba lugares de distinción y ahora hemos caído vertiginosamente a lugares bajos de la tabla.

Seguramente hay varios factores que explican el lamentable resultado de las pruebas: el haber importado programas educativos que ya habían sido abandonados en algunos países por haber demostrado que no servían para nada; la permisividad de la escuela y el rechazo a la exigencia; el no reconocimiento a los mejores, a los más comprometidos y esforzados con ese afán de pasar un rasero a todo y de nivelar para abajo.

Con esa manía de “igualar” lo que no puede ni debe ser igualado. Esta situación supone una grave falacia, ya que cuando llega la hora de aspirar a tener un empleo, las exigencias saltan: todas las que ya han sido mencionadas, conocimientos de matemáticas, de informática, de lengua, de idioma extranjero y así sucesivamente.

Un problema que he observado repetidamente durante toda mi carrera docente es el hecho de que muchos estudiantes no pueden resolver problemas en los exámenes porque no entienden las preguntas; ello es el resultado de la falta de hábito de la lectura.

Cuando se les explica la pregunta, entonces pueden resolver el problema, sea éste de física, química o geometría. Demuestran así que la falta de lectura los ha llevado a una pobreza notable en el manejo del idioma.

De modo que los alumnos con el apoyo de los padres, deben comenzar a estudiar desde el primer año de la escuela secundaria y crear el hábito de la lectura y del estudio. Así adquieren la habilidad de redactar bien. Sólo de esa manera podrán llegar al ingreso a la universidad y sortear sin dificultad el acceso a cualquier facultad.

Los programas de ingreso a las facultades no tienen ni un solo punto que no figure en los programas de la secundaria. Pero es claro que al alumno que ha estudiado poco o casi nada durante todos los años de la secundaria, cualquier examen de ingreso le parece una dificultad insalvable.

De modo que ahí el alumno pretende ingreso irrestricto a la universidad e ingenuamente cree que podrá avanzar estudiando muy poco y repetir lo actuado en la secundaria. Después pretenderá recursado de materias y repetición de exámenes ilimitadamente; tal vez de algunos centros educativos -por cierto bochornosos- una minoría consiga egresar.

Pero luego tendrá que enfrentar otros “accidentes académicos” en su vida: los egresados aspiran a lograr becas para continuar los estudios o insertarse laboralmente; obviamente todos pretenden acceder a los mejores lugares.

Todas las instituciones públicas y privadas tienen topes a la edad de ingreso; de hecho los estudiantes que han tardado muchos años en egresar por pésimo desempeño se ven excluidos y, además, la gran mayoría tiene exámenes mediante los que los aspirantes son seleccionados.
Los jóvenes admiran a los deportistas, a los músicos, a los bailarines.

La admiración es por el éxito, por el brillo, por la fama y hasta por los copiosos ingresos. Está bien que así sea, pero los jóvenes deberían igualmente considerar que nadie es estrella en un campo deportivo o en un escenario estudiando o practicando una hora o poco más por semana; muy por el contrario, cada tenista, cada futbolista, cada músico, cada compositor, cada bailarina de ballet que nos maravillan y despiertan nuestra admiración estudian, trabajan y practican muchas horas diarias. No hay otra fórmula para alcanzar la excelencia.

Como conclusión puede decirse que los alumnos que este año terminen la escuela secundaria y que aspiren a ingresar a la universidad, deben esforzarse al máximo para lograr el cometido. Los que empiecen a cursar primer año deberían plantearse seriamente el futuro y conceder a la escuela secundaria el enorme valor que tiene.

El alumno que curse toda la escuela secundaria con la verdadera intención de aprender, de adquirir conocimientos, puede tener certeza de que estos le servirán para siempre. Tanto si decide ingresar a la universidad como si decide incorporarse a la actividad laboral.

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