Por Fernando Iglesias - Periodista. Especial para Los Andes
Todos sabemos, a esta altura, lo que pasó con Cordera. Parece difícil agregar algo a los repudios que, con toda justicia, mereció su “Hay mujeres que necesitan ser violadas” y su lamentable intento posterior de presentar sus aberraciones como obra de arte. Parece imposible reflexionar sobre alguien que confunde sus vómitos declaratorios con el Guernica de Picasso.
A menos que saquemos el foco de Cordera y su delirio para preguntarnos un par de cosas acerca de nosotros mismos como sociedad. Por ejemplo: ¿cómo es que llegaron personajes siniestros y de escaso talento como Cordera a convertirse en referentes artísticos de millones de chicos? ¿Cómo es que hay tanto psicópata suelto? Y, ¿cuáles son los métodos en que se forman los futuros periodistas de la Argentina?
El apogeo de los Cordera es una expresión más de la decadencia cultural que las dos últimas versiones del peronismo han traído a la Argentina. Monstruosas en otros aspectos, llenos sus placares de monstruos de alta intensidad, la Argentina de los ’70 y la de los ’80 fueron culturalmente creativas y vivaces. Al menos, en lo musical. Acaso no llegó a las cimas difícilmente alcanzables del tango de la época de oro o de cierto folklore que logró ir más allá de los cánones básicos, pero el rock nacional de los ’70 y ’80 fue expresión de vanguardia de una sociedad culturalmente digna, y el mejor rock en castellano -por lejos- del planeta.
Los tres grupos fundacionales -Almendra, Manal y Los Gatos- y las figuras magnas de Luis Alberto Spinetta y Charly García fueron sus topes, según creo; pero hubo una explosión de talentos menores pero reconocibles (Pappo, Litto Nebbia, Miguel Cantilo, León Gieco y muchos otros) que se prolongó en el tiempo y tuvo su manifestación final en dos grupos valiosos aunque estéticamente opuestos: Los Redondos y Soda Stereo.
Hablo de los años setenta y ochenta, y sus prolongaciones. Nada de la producción actual le llega a las rodillas, me temo. Al menos, en el ámbito musical. Nadie se ofenda. Hoy proliferan los Cordera. Y resulta muy difícil separar la decadencia en el país de la principal cultura joven mundial, del cuarto de siglo comenzado en 1990 y el partido que, al son de la marchita y el bombo, fue responsable de la tragedia educativa nacional y de la farandulización tinellesca de la cultura argentina.
En cuanto a la abundancia de psicópatas y de justificadores de psicópatas: no sé de qué nos asombramos. Cuando Cordera dice “Hay mujeres que necesitan ser violadas” dice que el psicópata es inocente porque hay gente que necesita del psicópata. ¿A ustedes no les suena? ¿Ustedes no recuerdan cierto presidente de la nación violando todas y cada una de las convenciones sociales y civiles y sonriéndole riojanamente a la cámara? ¿Ustedes no recuerdan a otro presidente diciéndole “¡Éxtasis!” a una caja fuerte mientras simultáneamente proclamaba la nueva política y la redistribución de los panes y los peces?
¿A alguien se le olvidó la presidenta burlándose de las muertes que en ese mismo momento se producían en los saqueos de Córdoba y Tucumán, mientras golpeaba una cacerola en medio de una murga en un acto oficial? ¿Qué se promovió, qué se puede promover desde allí sino una generación de zombies ideologizados, de un lado, y de cínicos que creen que todo está permitido, del otro? “Sean transgresores”, les dijo un día el presidente Kirchner a los jóvenes. No sé de qué nos quejamos.
Lo sé. Lo sé. Es injusto adjudicarle todo al peronismo. Probemos a contextualizar. De acuerdo. ¿No hay una evidente conexión entre el discurso de Cordera, que justifica a psicópatas violadores de la ética y las leyes en el ámbito privado porque cree que hay personas que los necesitan, por una parte, con el discurso de quienes justifican a psicópatas violadores de la ética y las leyes en el ámbito público porque creen que hay sociedades que los necesitan, por la otra?
¿No hay una clara vinculación entre esas declaraciones psicopatoides con el “La Argentina no está madura para la Democracia” que rigió la política argentina hasta 1983 y con el “A este país, sólo el peronismo lo puede gobernar” que lo rige desde 1989? ¿No son estas dos frases la expresión genuina de los dos principios que entregaron el poder por décadas al Partido Militar y al Partido Populista, las dos expresiones psicopáticas de la política nacional? ¿Qué nos asombra?
Finalmente: creo que hay una clara conexión, bien directa, entre la forma en que se enseñó y se enseña periodismo en el país con la epidemia de mercenarios y mistificadores que ocupó por años nuestros principales medios de comunicación. Hablo con conocimiento de causa porque me gradué de periodista en TEA, la academia donde Cordera dijo lo que dijo, y tuve de profesora a Ingrid Beck, responsable de la organización del evento y de lo sucedido.
Por un lado, TEA es una buena escuela de aprendizaje de las técnicas básicas del periodismo. Taller de radio y televisión. Estilos periodísticos. Cabeza informativa. Por el otro, desde el punto de vista ideológico, es un ámbito staliniano-nac&pop cuyos métodos de disciplinamiento se parecen a los de la escuela de formación de cuadros de la Federación Juvenil Comunista de una época. La idea básica que rige TEA es que no existe la realidad, ni hay nada que sea “objetivo”.
Lo que se dice y se opina pertenece enteramente, por lo tanto, al mundo de la subjetividad, y depende de los intereses, liberadores o arteros según el caso, de quien enuncia. De allí salió el actual “¿Desde dónde me lo decís?” que atosiga las mentes argentinas. Todo esto les parece muy progre a los muchachos, pero no es más que el viejo y querido “No hay hechos sino opiniones”, de un tal Nietzsche.
En vez del tradicional “Los hechos son sagrados; las opiniones, libres” que rige el verdadero periodismo (oportunamente rememorado por el juez Fayt en su polémica con el kirchnerismo), se enseñó y se les enseña a los futuros periodistas argentinos que pueden decir cualquier cosa y justificarlo de cualquier modo. Como la ex presidenta de la Nación... que de algún lado salió el Relato.
En mis tiempos de estudiante tardío no pasaba semana sin que me peleara con algún profesor de TEA. Parecía una escuela de liberación, pero desarrollaba un régimen opresor y perseguidor de la disidencia. Un día me retiré de la clase para protestar por el maltrato que el profesor Petrarca (hoy en Perfil) propinaba a los alumnos.
Hubo un informe del profesor y un descargo mío. Después, terminé bajo el enorme mural de las Madres que adornaba la escuela escuchándole decir al vicedirector (cuyo nombre no recuerdo) “Si el profesor Petrarca pide una sanción, algo habrás hecho”. Textual. Lo juro por lo que quieran. Se creían marxistas pero eran, básicamente, anticapitalistas preconciliares del estilo de Torquemada, como casi toda la izquierda argentina.
Nada ha cambiado, por lo visto. Para entender dónde se gestó lo de Cordera hay que escuchar a la directora de TEA-Arte Ingrid Beck, una de las fundadoras de “Ni una menos”, de cuyas declaraciones parece desprenderse que el principal responsable de lo sucedido es el alumno que difundió la información. Basta escuchar su actual descargo (“Actuamos en automático y dijimos cómo es el reglamento.
Quizás es algo que vamos a repensar”. “Tiene que ver con apología del delito. No sé cómo se trataría”. “Estamos aprendiendo entre todos. No tomamos en su momento dimensión de lo que pasó”) para entenderlo todo. “La renuncia de los responsables a la responsabilidad” podría ser el título.
De allí, y de academias como TEA, salieron los jóvenes imitadores de Barone y Sandra Russo, y los admiradores de Víctor Hugo y Cynthia García. De allí salió la doctrina del periodismo militante nac&pop, que periodismo no es y militante tampoco, porque no lo financiaba un partido político sino que se pagaba con los impuestos de todos. Basta mirar el panel de invitados al ciclo de la profesora Beck para no sorprenderse de lo que pasó con Cordera.
Lo peor de la cultura que pergeñaron la Década SaKeada y los Maravillosos Noventa. Y basta recordar que periodistas profesionales a cargo de una escuela de periodismo sostuvieron sin ruborizarse que una entrevista no podía difundirse al mismo tiempo que la llamaban “ejercicio periodístico” para entender cómo se enseña a los pibes a esconder la verdad y proteger los secretos del Estado nac&pop. ¿Qué otra cosa podía pasarnos sino los Kirchner y Cordera?