En el último año Godoy Cruz pasó de ser Disney al Aquapark. Pasó de meterse con copas internacionales a pensar en la permanencia. Pasó de acertar en cada técnico que buscaba a tener cinco entrenadores en una temporada. Pasó de armar equipos austeros y rendidores a armar un equipo pobre y tibio.
Así es el presente de este Godoy Cruz, que si no cambia será imposible frenar esta caída libre que lo puede depositar en la Primera Nacional.
La muestra es que Mario Sciaqcua pasó a estar en la cuerda floja a tener el poder de borrar a jugadores importantes para sacar de este mal momento al equipo y que, casualmente, los tres fueron capitanes.
Uno de los borrados es el "Morro" García, el menos cumpable del momento que está viviendo el equipo, ya que no es asistido y permanentemente juega de espaldas al arco. Por ende no pesa en el partido y no incide en el resultado.
Cuando García tuvo compañía (Juanfi Garro, Ángel González, Jaime Ayoví o Javier Correa) fue el goleador del equipo y tuvo grandes rendimientos, pero hoy los alimentas con gotas en el desierto futbolístico quer tiene el Tomba. Una de las razones es que sus compañeros de ataque juegan para Deportivo Brunetta y Atlético Merentiel. Mientras que las promesas como Sebastián Lomónaco y Tomás Badaloni están verdes para ayudarlo... pero lo más fácil era borrar al ídolo, con la anuencia de la dirigencia, y sacar pecho por eso.
Los casos de Tomás Cardona y Juan Andrada son más entendibles, ya que ambos no mostraron el nivel que tuvieron en otros torneos. El volante central tenía la obligación de ser el referente en la mitad de la cancha, pero se mostró muy tibio en lo momentos donde las papas quemaban.
El caso de Cardona también es raro porque ante Unión fue su primer partido como titular desde la lesión, pero antes de lastimarse tampoco era la solución, ya que la personalidad que mostró en el pasado se la olvidó en el presente.
El cuarto caído en esta volteada es Agustín Manzur, un pibe con ADN tombino pero que no pudo explotar cuando tuvo la oportunidad.
Hay momentos donde los entrenadores tienen que reconocer su error, admitir que no pudieron llegarle al grupo, pero nunca tirarle la responsabilidad a los jugadores más jóvenes... porque los chicos ganan peleas, pero los grandes ganan las guerras.