La escasez hídrica con la que vivimos

En mendoza, debido a las condiciones climáticas y también culturales, la escasez del recurso hídrico se ha convertido en la normalidad

La escasez hídrica con la que vivimos
La escasez hídrica con la que vivimos

Mendoza atraviesa su novena temporada de escasez de nevadas en alta montaña y la situación ya ha superado el nivel de crisis. El cambio climático ya está instalado y una de las consecuencias esperadas es la de una menor ocurrencia de nevadas en las zonas cordilleranas, aunque con más precipitaciones pluviales en la zona del llano. El aumento de las temperaturas promedio, además, está generando un derretimiento acelerado de los glaciares, lo que, por ahora, permite disimular las carencias pero es un problema grave a futuro.

La falta de nevadas dejó de ser crisis porque ya no es transitoria sino que un año de buenas precipitaciones sería una excepción, por lo que se debe considerar a la actual escasez (comparada con los registros históricos) como la nueva normalidad con la que debemos convivir. Esto requiere un urgente replanteo de las modalidades de captación, conservación, administración y consumo para que no corra peligro la vida en el desierto.

Según datos científicos esta situación no tendría reversión sino que podría agravarse ya que los actuales registros no tiene antecedentes desde que se comenzaron a medir, hace 110 años. La realidad indica que este año, además, puede ser pobre en materia de lluvias, incluso, lo que pondría en jaque al sistema si los consumidores no racionan debidamente su consumo. Y este es un problema serio, ligado a viejos problemas culturales.

Suele decirse que los mendocinos tenemos cultura del agua, pero no deja de ser un mito. El 97% de agua de los ríos se destina al riego agrícola y, como no alcanza, se están construyendo reservorios para captar agua de lluvias. El problema es que seguimos vendiendo el agua por turnos. La escasez ya obliga a un master plan para reemplazar la totalidad de canales por sistemas entubados y presurizados a fin de vender al agua por litro para que cada productor tome conciencia de que este recurso es el insumo más escaso y más caro, algo de lo que nadie toma conciencia.

El sistema de riego agrícola necesita una revisión y actualización. En la los primeros años del siglo 20 se delinearon canales primarios y secundarios para abastecer a muchas propiedad agrícolas que hoy se han transformado en zonas urbanas. Esta situación se aceleró en los últimos 20 años y subsisten muchas viviendas que tienen riego agrícola, mientras otras los han renunciado pero dichos canales están subutilizados.

Por otra parte, hay zonas que podrían ampliarse pero dependen de disponibilidad de agua mejor aprovechada y obras específicas.

En materia de agua domiciliaria estamos frente a una realidad de uso de 400 litros por habitante, mientras la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera óptimo 250 litros. Un ejemplo es Chile, cuyo consumo no llega a los 150 litros por habitante. Nuestro consumo no corresponde a una sociedad con conciencia de escasez y respeto por el agua. Derrochamos de forma bastante irresponsable.

Hay también muchos litros que se pierden por fallas en las cañerías y por conexiones clandestinas.

Todo este panorama requiere una urgente revisión de todos los sistemas ya que la escasez viene cada día más grave y hay que tomar decisiones, aunque no sean simpáticas, pero es preferible alguna queja por el valor del recurso que tener que penar por la escasez generada por el derroche y consumo irresponsable.

En el consumo domiciliario hay que asumir el desafío de instalar medidores y cobrar el agua por litros.

Siempre la tarifa cierta es un gran disciplinador del consumo y es necesario racionar el consumo.

Además, fabricar agua potable es muy caro y por eso debería buscarse la forma, en nuevas urbanizaciones o edificios, de generar la obligatoriedad de tener dos cañerías: una para agua potable, en los lugares donde se dispensa para el consumo humano, y otra para agua cruda, que se pueda usar para el baño o el riego de jardines.

Nada es imposible, sobre todo porque la certeza de la escasez ya está instalada.

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