Siempre se valoran los productos pero es poca la importancia que se presta a los residuos. ¿Qué se hace con ellos? ¿Adónde van a parar?
El modelo productivo tradicional se basaba en un concepto lineal: producir, usar y tirar. Acorde con esto, y con la excusa de la innovación tecnológica, se introdujo la “obsolescencia programada”, que implica producir bienes para que duren un tiempo determinado y luego descartarlos para comprar otros más nuevos. De esta manera se benefician los productores de toda la cadena. El problema son los residuos.
La economía circular se presenta como un sistema de aprovechamiento de recursos donde lo principal es la reducción del uso de los distintos insumos: minimizar la producción a lo indispensable y apostar por la reutilización de los elementos que no pueden volver al medio ambiente. Como en el ciclo básico de la naturaleza, la nueva lógica es reducir, reciclar, reutilizar. Es la base del desarrollo sostenible
El actual modelo de consumo está exigiendo a la naturaleza mucho más de lo que ella puede dar. Se calcula que el consumo, en el mundo, presiona tanto que en 9 meses absorbe todo lo que la naturaleza puede producir en un año. El resto se consigue forzando a la naturaleza y consumiendo, a cuenta, recursos de años venideros.
El actual modelo de producción y gestión de recursos, que busca potenciar un consumo a corto plazo, está llevando al planeta a una situación insostenible. El sistema económico vigente se desentiende del ciclo de vida de la naturaleza y choca contra el desarrollo sostenible. En la naturaleza no existen la basura ni los vertederos: todos los elementos cumplen una función de manera continua y son reutilizados en diferentes etapas.
La economía circular promueve la manufactura de bienes con la mayor cantidad de materiales biodegradables y el menor costo energético. Esta práctica busca que los productos, una vez cumplido su propósito, puedan volver a la naturaleza con el menor impacto ambiental posible, reduciendo la cantidad de desechos hasta su mínima expresión.
El flujo de la economía circular apoya el empleo verde, el uso racional de los recursos naturales, el desarrollo sostenible y el cierre del ciclo de vida, algo inviable en las condiciones económicas vigentes. Su implementación pretende eliminar prácticas abusivas, como la obsolescencia programada y la extracción o explotación intensiva que ha tenido efectos devastadores sobre los diferentes ecosistemas.
Un elemento fundamental es fomentar las energías renovables y en esto Mendoza está dando un paso interesante con las centrales solares, hidráulicas y posiblemente algunas de origen eólico. La reducción de uso de combustibles fósiles debe ser un objetivo fundamental. En este sentido será muy importante si se puede avanzar con el proyecto del GIRSU, que requiere aprobación legislativa para hacer uso del crédito, a efectos de poder reciclar los residuos sólidos urbanos y, en lugar del enterramiento, hacer un paso previo con la instalación de digestores que permitan generar energía a partir del biogás.
En el ámbito rural sería importante que grupos de productores decidan reciclar sus residuos orgánicos, ya sea formando una cooperativa o una empresa que genere biogás para la generación eléctrica y logren un mejor tratamiento de los residuos sólidos orgánicos.
Está claro que el reciclaje es válido para todas las actividades. Ya se hace con el vidrio y en parte con los plásticos y la hojalata. También alcanza a la producción de papel y de cartón y, lentamente, va llegando a otros residuos como plásticos industriales o neumáticos. Sólo falta un mayor compromiso de los ciudadanos en función de consumidores, apoyando a los emprendedores que están generando cientos de pequeñas empresas con estos principios.
La economía circular puede ayudar a salvar al planeta, pero deben hacerla seres humanos comprometidos.
