La epidemia que mató a muchos mendocinos por no hacer caso a los médicos

El cólera se cobró cientos de vidas y la principal razón fue que se encomendaban a la oración y recurrían a la medicina cuando ya era tarde.

La epidemia que mató a muchos mendocinos por no hacer caso a los médicos
La epidemia que mató a muchos mendocinos por no hacer caso a los médicos

El terror los amontonó dentro de los templos, por entonces sólo la esperanza parecía aglutinarlos y dales confianza. Para muchos la solución al cólera vendría desde la Fe y comenzaron a practicarse numerosas "rogativas", es decir, actos religiosos para pedir que la epidemia de cólera no avanzara. Una de estas tuvo lugar en la Iglesia de San Nicolás a mediados de diciembre de 1886. Hoy, la Fe puede armonizar con la ciencia, pero lejos estaba aquella Mendoza de aplaudir a los médicos, más bien les temían.

Por entonces nuestro diario dedicó un extenso texto a la problemática:
"La violencia con que se han presentado los primeros casos de cólera producidos en la ciudad –señala Los Andes, 19 de diciembre de 1886-, la impotencia de los facultativos para salvar vidas, por razón de la misma malignidad del mal y por el descuido con el que han procedido los enfermos, ha despertado cierta desconfianza en el público, echando toda la responsabilidad de las desgracias a los médicos que empiezan a ser en las presentes circunstancias el blanco de la indignación (…)

Sin embargo nada más injusto (...) ni nada más incierto (…) Víctimas de sus deberes y de la noble profesión que ejercen, no sólo cumplen con su deber, sino que sacrifican su tranquilidad y la de sus familias, entregándose por completo a la asistencia de los enfermos.


Hacia 1886 la gente desconfiaba de los médicos y se encomendaba a la oración y a la fe para curar sus males | Archivo
Hacia 1886 la gente desconfiaba de los médicos y se encomendaba a la oración y a la fe para curar sus males | Archivo

Ni un momento, ni siquiera una hora, para dedicarla al descanso (…) Donde la desgracia llama, allí acuden solícitos, dispuestos a derramar el bien entre los mismos que los miran con desconfianza y tal vez con ira”.

La realidad es que numerosas personas acudían a ellos cuando la enfermedad estaba sumamente avanzada y era imposible hacer mucho, consecuentemente morían tras la visita o terminaban sus días en un lazareto. Otro tanto no hacía caso de las recomendaciones y, por ejemplo, seguía utilizando agua de las acequias sin hervirla como se especificaba. Algunos doctores fueron golpeados y a ciertas zonas tuvieron que ir acompañados por agentes policiales.

"Téngase confianza en los médicos –leemos también el citado artículo-, llámeseles en los primeros momentos, cuando recién se presentan los primeros síntomas de enfermedad (…) El público debe desechar por completo esas ideas que la ignorancia esparce contra los médicos, porque son ellas las que están causando la mayor parte de las defunciones".

"Hemos visto enfermos que recién han llamado al médico cuando su cuerpo desfallecido estaba cubierto con el sudor helado y meloso que caracteriza al cólera. En esos casos, la ciencia es impotente, todo el talento y conocimiento de los médicos se estrella en presencia de un cadáver al que es imposible volver a la vida".

Si bien hoy esa desconfianza no existe, en el marco de la actual pandemia seguimos viendo casos de personas que ante los primeros síntomas no avisan a las autoridades o no respetan la cuarentena. Seguir las instrucciones dadas por los médicos es fundamental, al igual que aprender de los errores de otras generaciones.

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