Estamos en temporada de encuestas. La obsesión de los políticos por medir lo inmedible: el sentimiento de la gente en una realidad que se percibe e interpreta con diferentes significados, creencias y mitos. Porque al final hay muchas realidades, la de cada uno.
La encuesta profunda -como denomino a una forma diferente de indagar opiniones, sentimientos y deseos o necesidades- no es estructurada como la encuesta tradicional. Es como el agua: penetra en lugares recónditos, donde la gente vive el día a día. Va recolectando pequeños datos en la narrativa de la gente, en las conversaciones; en el comportamiento, expresiones y gestos; estados de ánimo y angustia, quejas, insultos, etc.
Subirse a un micro para escuchar y observar; repetir el método al entrar a un supermercado, un almacén; en un club, en las plazas y en los parques; los lugares de trámites y pagos, recorrer las calles, los cafés, los restaurantes; los centros de jubilados, hospitales, consultorios médicos, oficinas, comercios y otros lugares de trabajo; recorrer los barrios donde la pobreza hiere; entrar en una escuela pública, a una parroquia, en los comedores populares, y hablar con los cuida autos, los taxistas, los quiosqueros…
En definitiva, recoger una muestra en los lugares donde los ciudadanos hacen su vida diaria y transitan; en los espacios donde se ocultan esos pequeños datos de la encuesta profunda. Dediqué tiempo a escuchar a la gente y analizando contenidos de programas de TV y radio, leyendo diferentes diarios; escuchando a los políticos, viendo cómo se comportan y qué dicen con palabras y con el lenguaje corporal para convencernos.
Así fui haciendo mi encuesta profunda para concluir que este gobierno no está consiguiendo mejorar la situación económica inmediata de un numeroso sector de la población y que la desigualdad y la exclusión se incrementaron. Entonces, es muy probable que Cambiemos y el gobierno de Mauricio Macri no consigan una elección ventajosa en octubre, si continua la percepción pesimista instalada entre los votantes disconformes.
Por otro lado, habrá diferentes opciones para votar, además de la división del peronismo que sigue teniendo su poder simbólico. Analizado desde Cambiemos podría ser una ventaja estratégica por eso de "divide y vencerás". Sin embargo, se puede convertir en una dispersión de votos con menos concentración en los favoritos del gobierno.
En el libro "El país que queremos: Principios, estrategia y agenda para alcanzar una Argentina mejor", publicado en 2006, y escrito por la mayoría de los que hoy están en el gobierno, desde Federico Sturzenegger, pasando por Rodríguez Larreta, Jorge Baldrich, María Eugenia Vidal, Esteban Bullrich, y otros integrantes del Pro (menos Macri), se esboza un proyecto de país que necesitaría por lo menos 20 años para construirse, haciendo hincapié que el gradualismo y el pragmatismo serían los rectores de las políticas públicas.
Al leerlo -aunque contiene muchas expresiones de deseos, hay también utilidad en propuestas, conceptos e ideas- se presiente que Argentina podría llegar a ser un país mejor "lejos de antinomias, con debate amplio y formación de consensos básicos sobre reglas de juego y políticas de Estado que promuevan un desarrollo equitativo y sustentable en democracia y estado de derecho", se lee en uno de los párrafos del libro.
Antes de formarse Cambiemos, Elisa Carrió reiteraba en ocasiones que había que leer a Churchill. Quería significar que había que crear un gran frente, a pesar de las divergencias, para vencer al FPV, como lo hizo Churchill para derrotar a los alemanes. Entonces nació Cambiemos, no como un partido sino como una estrategia.
Pero a los estrategas de Cambiemos les faltó la inteligencia y el liderazgo de Churchill que, cuando la guerra era inminente, emitió directivas precisas y preparó al pueblo inglés para lo peor. Unió a los británicos con sus discursos envolventes, con la verdad sobre lo que se aproximaba, afirmando que el Reino Unido saldría victorioso enfrentando al enemigo con "sangre, sudor y lágrimas". Pero lo más sobresaliente fue su previsión.
Ordenó la formación de grupos de emergencia para asistir rápidamente a las poblaciones más indefensas de los barrios obreros de las zonas industriales, que seguramente serían bombardeadas intensivamente. Previó, planificó, se adelantó, fue proactivo y desarrollo una estrategia. Por el contrario, el gobierno del presidente Macri no decidió medidas rápidas para asistir a los argentinos más vulnerables, frente a las medidas económicas agresivas que se pensaban tomar.
Hubo improvisación, equivocaciones, y faltó una estrategia. No mejoró rápidamente la asistencia y escasez de insumos en los hospitales y en el PAMI; no actuó sobre la seguridad, y no promovió, desde el comienzo, soluciones prácticas para los más pobres y marginados donde la injusticia social es evidente. El gobierno actuó después… o no actuó.
La encuesta tradicional se enfoca en la imagen de los candidatos y en la intención de voto. Las más recientes muestran un importante porcentaje de indecisos que está indicando, especialmente entre los jóvenes, la desesperanza, la frustración y la indiferencia por el desgaste de los políticos.
Es posible que para un número importante de argentinos, especialmente los de la Ciudad de Buenos Aires, este gobierno sea satisfactorio; son los que lo apoyan y son personas con buenos ingresos o favorecidos por políticas para seguir ganando dinero. A la mayoría de la gente no le llaman la atención los grandes números de los economistas y son incrédulos de los anuncios que dicen que la situación mejorará porque le cuesta llegar a fin de mes.
Esa gente siente que la inflación está viva porque los productos suben, el pasaje de micro sube, los servicios y los combustibles suben. Y no tienen bienestar y confort en sus hogares. Este grupo, fuerza mayoritaria de votantes, donde más del 30% es pobre o gana menos de $10.000 al mes, según el INDEC, son invadidos por pensamientos negativos que se manifestarán en el voto de octubre. Por ahora, en el espectáculo político, solo habrá incertidumbre.