La encrucijada del Mercosur

La llegada a la presidencia del Brasil de Jair Bolsonaro obligará al bloque regional a adaptarse a esta nueva realidad.

La encrucijada del Mercosur
La encrucijada del Mercosur

A raíz del triunfo en Brasil del candidato derechista Jair Bolsonaro, se dispararon muchos debates acerca del futuro del acuerdo del Mercosur, cuya eficacia es puesta en duda por varios sectores ya que está encerrado en políticas proteccionistas pero sin posibilidades de acceder a terceros mercados. Además, el acuerdo no permite a los países miembro, salvo excepciones, cerrar tratados de libre comercio individuales con otros países.

Cuando se firmó el acuerdo, los presidentes Alfonsín y Sarney plantearon lo que se denominó una "unión aduanera imperfecta", que sería un grado superior al de una zona de libre comercio, pero sin llegar a un sistema de integración completa, a un Mercado Común, como es el caso de la Unión Europea, ya que para eso había que equiparar tasas impositivas.

Este acuerdo fue presentado como la respuesta regional ante el fenómeno de la globalización y se planteaba al mismo como una plataforma que permitiría potenciar a las empresas de la región, fortaleciéndolas y hacerles conseguir escalas suficientes como para competir en todo el mundo.

De arranque se estableció un arancel externo común alto que bajaría en forma gradual en 5 años, pero esto fue bloqueado por el espíritu proteccionista de los empresarios tanto de Brasil como Argentina, a lo que contribuyeron políticas económicas poco serias y crisis políticas.

No obstante, estas políticas proteccionistas atrajeron a grupos multinacionales que compraron empresas o se instalaron al amparo de la protección, como las automotrices, que siguen presionando por más protección y son las que ponen mayores oposiciones a acuerdos del grupo con la Unión Europea o México. Así, la región no crece, pero sí lo aprovecharon empresas multinacionales protegidas por aranceles, que al final son pagados por los consumidores de todos los países miembro.

El acuerdo nunca pudo conseguir avances importantes desde el punto de vista institucional ya que, por diversas razones -a veces de índole política y otras por recurrentes crisis económicas- se producían decisiones unilaterales de alguno de los países, que eran contestadas afectando a productos del otro país.

Pablo Guedes, quien será el ministro de Economía de Bolsonaro, dijo el mismo domingo que Argentina y el Mercosur no son prioridades para Brasil y esto puso en dudas la continuidad del Mercosur generando miedo entre las empresas argentinas. A la vez el nuevo presidente expresó su deseo de abrirse al mundo y bajar aranceles, ya que Brasil es una de las economías más cerradas del mundo.

Este planteo del nuevo gobierno más que una amenaza debería considerarse como una oportunidad, ya que permitiría a todos los países miembro, manteniendo el carácter de una zona de libre comercio, salir al mundo a cerrar nuevos convenios de libre comercio con otros países.

Esta situación también beneficiará a Uruguay y Paraguay que, con economías más pequeñas, necesitan asegurarse una mayor apertura y flexibilidad para comerciar con todo el mundo.

Pero para que esto sea posible, tanto Argentina como Brasil deben transitar un terreno de cuentas fiscales ordenadas, porque de lo contrario no aparecen como socios confiables para nadie. Esto significa dejar de lado objetivos de integración mucho más elevados -y a la vez más abstractos- para centrarse en el objetivo básico pero muy importante del comercio, que es lo que permite crecer a las economías de nuestros países.

Si bien los objetivos del gobierno de Bolsonaro se concentrarán, inicialmente, en el plano fiscal y en una reforma previsional, no es de descartar que se comiencen conversaciones para empezar a destrabar las normas que hoy no le dan libertad de negociar a los países. No obstante, está avanzado el acuerdo con la Unión Europea, por lo que la flexibilidad de las normas no debería significar la extinción del acuerdo como tal.

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