La opción preferencial del papa Francisco por los movimientos populares puso en la disyuntiva al gobierno de Mauricio Macri, dado que buena parte de sus funcionarios no tiene afinidad con estas organizaciones de base, cercanas al kirchnerismo, que ahora intentan acomodarse al nuevo contexto económico y político del país.
El nuevo escenario político tampoco es cómodo para los referentes eclesiásticos, que buscan un equilibrio entre acompañar a estos movimientos, a los que el Pontífice definió como “poetas sociales”, y mantener un diálogo fluido y sin condicionamientos con los residentes de la Casa Rosada.
El punto de tensión en la relación siguen siendo los gestos de Francisco, y de algunos miembros de la Iglesia, hacia la organización Tupac Amaru, cuya referente nacional Milagro Sala fue detenida en Jujuy y acusada de delitos graves como asociación ilícita, fraude, extorsión y vínculos con el narcotráfico.
Esta proximidad provocó también un fuerte revuelo en la Iglesia, donde no pocos cuestionaron que el presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, monseñor Jorge Lozano, haya facilitado una reunión del coordinador de Tupac Amaru, Alejandro Garfagnini, y del referente del Movimiento Evita, Emilio Pérsico, con el ministro del Interior, Rogelio Frigerio.
Las críticas contra Lozano se fundamentaron en “trascendidos e información malintencionada” que pusieron al prelado entre quienes reclamaron la liberación de Sala, y en declaraciones suyas que advertían sobre una “sutil xenofobia” hacia estas agrupaciones populares.
“Nada más alejado de la realidad. Acompañar no significa avalar acciones que desvirtúan los objetivos de estas organizaciones y terminan por utilizar a los pobres. Facilitar el diálogo no implica mediar”, dijo a este periodista una fuente eclesiástica calificada en defensa de Lozano.
En ambientes eclesiásticos atribuyeron esta confusión a la intervención de los Curas por la Opción por los Pobres, que celebraron misa en el acampe de la Tupac Amaru en Plaza de Mayo y exigieron a las autoridades la libertad de la “hermana presa”.
El mismo grupo, encabezado por Eduardo de la Serna y distante de los sacerdotes villeros que promovió Jorge Bergoglio, que supo repudiar los “silencios” de la jerarquía eclesiástica durante la dictadura, consideró que las reformas de Francisco son más gestuales que reales, y apoyó públicamente la gestión de Cristina Kirchner.
La tormenta interna y las suspicacias externas no consiguieron sacar de eje el compromiso de la Pastoral Social de seguir acompañando a los movimientos populares como quiere el Papa, por lo que se dio continuidad a la preparación para este año de un encuentro nacional de estas organizaciones de base.
Francisco ratificó su apoyo a estas agrupaciones, al recibir días atrás en el Vaticano al presidente del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas, Eduardo Murúa, y al jefe del Movimiento Helder Camara por la Paz entre las Religiones y los Pueblos, Guillermo Robledo, quienes dijeron que el Papa les expresó su “preocupación” por la situación económica en la Argentina.
Desde su elección pontificia, Bergoglio asistió a dos encuentros de movimientos populares. Uno en el Vaticano y otro en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), en los que propuso tres grandes tareas que requieren la participación en estas agrupaciones: poner la economía al servicio de los pueblos, unir los pueblos en el camino de la paz y la justicia, y asumir la defensa de la Madre Tierra.
En esos contexto, sobre todo en la ciudad boliviana, el Papa pronunció discursos considerados históricos, en los que criticó con dureza un sistema económico mundial que “no se aguanta” y descarta a “toda una generación” para mantenerse.
La prédica papal a favor de los movimientos populares penetra cada vez más fuerte en ambientes políticos y sociales, por lo que obispos argentinos, como monseñor Fernando Maletti, no dudaron en destacar esta opción por los pobres como una “esperanza de cambio”.
Un cambio al que el gobierno de Macri intenta acercarse, pero no le encuentra, de momento, el modo de incluir en su proyecto “transformador” de las estructuras sociales y clientelares que le dejó el kirchnerismo. Agencia DyN