Los viejos “manicomios” no existen en Mendoza desde hace décadas. Fueron reemplazados por hospitales especializados en Salud Mental (mal llamados monovalentes).
Estos últimos, por definición, se caracterizan por ofrecer recursos humanos y edilicios (más los primeros que los segundos por una mera decisión política de larga data en torno a estos centros) acordes a la problemática de alta complejidad que tratan, cuyo abordaje requiere de equipos interdisciplinarios constituidos por médicos psiquiatras y de otras especialidades, psicólogos, enfermeros, trabajadores sociales, talleristas, etc.
Estos centros cumplen un papel vital en el sistema de salud pública, asistiendo a pacientes con trastornos graves que, en la actualidad, no pueden ser tratados adecuadamente en los hospitales generales ya que los mismos no cuentan con las condiciones mencionadas respecto a los especializados. Su cierre implicará un nuevo golpe a la salud pública y un “caos sanitario” en detrimento de la sociedad toda y fundamentalmente de las personas que sufren en silencio el estigma y la indiferencia.
Manicomio y hospital especializado no son sinónimos. Al primero lo simbolizan la cronificación, el depósito de pacientes, el abandono y la precarización de recursos de todo tipo. El segundo, en cambio, se embandera tras la atención integrada e interdisciplinaria que apuesta a la pronta compensación, recuperación y reinserción sociofamiliar de aquellas personas que sufren patologías severas. Para poder lograr estos objetivos resulta necesaria una concepción amplia que considere los tratamientos farmacológicos, psicoterapéuticos y rehabilitativos como así también dispositivos intermedios de tratamiento (casas de medio camino, residencias asistidas, seguimiento domiciliario, etc). Como referencia que grafique la misión que cumplen los hospitales de especialidad en Mendoza basta recordar que el Hospital Escuela de Salud Mental Dr. Carlos Pereyra obtuvo el Premio Nacional a la Calidad otorgado por Presidencia de la Nación, en dos oportunidades (la última de ellas en 2015).
Resulta plausible y gratificante que exista una ley como la 26.657 donde los derechos del paciente con trastornos psiquiátricos y psicológicos buscan ser garantizados. No se está contra la ley….la ley es ley y se respeta. Sí creemos necesaria la modificación de ciertos artículos que atentan contra los derechos de los pacientes, sus familias y de la sociedad, que la propia ley dice defender. Al mismo tiempo respetar la ley significará que el Estado instrumente todos los recursos necesarios que permitan una atención adecuada de aquel que sufre como así también la implementación de los diferentes dispositivos de contención y tratamiento de los pacientes (atención primaria, centros de rehabilitación, residencias de todo tipo). Lo dicho, todo en su conjunto, posibilitará que una vez por todas la deuda que la sociedad tiene con las personas que presentan enfermedades tan estigmatizantes y expulsivas, sea saldada.