Una encuesta realizada por una consultora nacional permitió establecer que en la Argentina el 63% de los empleadores manifiesta dificultades para cubrir puestos de trabajo, un 22% más que en 2013, mientras paralelamente se pudo conocer que los más buscados para cubrir vacantes son los ingenieros, los oficios especializados y las tareas manuales calificadas.
Lo que llamó la atención también fue que la cifra aumentó un 22% respecto del año pasado y, mientras el promedio mundial en 42 países encuestados fue del 36%, en la Argentina ese porcentaje llega al 63 por ciento.
A nivel internacional a esta situación se la denomina "escasez de talentos", y para verlo se ha diagramado un ranking mundial en el que la Argentina figura en cuarto lugar, detrás de Japón, Perú y la India, aunque cabría advertir que en nuestro caso no se trata de "escasez de talentos" sino de la carencia de posibilidades para que una persona pueda desarrollar todo su potencial.
Ello ocurre, esencialmente, porque no existe relación entre la educación y un proyecto de país, razón por la cual no se puede derivar la adquisición de conocimiento hacia los objetivos predeterminados.
Así se prioriza el hecho de que los chicos se vean contenidos dentro de los establecimientos educacionales. Por esto muchos se reciben sin haber internalizado el conocimiento básico de su especialidad.
Los que sí logran hacerlo (más por iniciativa individual que porque el sistema lo empuje al esfuerzo) al terminar los estudios se encuentran con la dura realidad de que no pueden aplicar ese cúmulo de saberes por la carencia de oportunidades.
Mendoza podría ser considerada pionera en ese esquema de establecer una educación acorde con un proyecto de provincia. Ocurrió durante la gobernación de Pedro Pascual Segura, que recibió, por consejo de Domingo Faustino Sarmiento, al agricultor francés Miguel A. Pouget, quien llegó a la provincia portando injertos de cepas "francesas" entre las que se encontraban las variedades malbec, cabernet y merlot.
De esa Quinta Agronómica surgieron también los primeros enólogos que dieron base a la principal industria de base agraria en Mendoza.
A nivel nacional podemos ejemplificar con lo que sucedió en los años de 1940/50. Con un mundo convulsionado por la Segunda Guerra Mundial y con una evidente escasez de alimentos, la Argentina decidió impulsar la tecnificación de la agricultura y, con ese objetivo, creó las escuelas técnico agrarias, como la Miguel A. Pouget en Mendoza.
Años más tarde y, también como consecuencia de un claro proyecto de país que venía de principios de siglo y que había superado las diferencias políticas, se decidió apoyar el desarrollo industrial para cubrir las necesidades del campo y surgieron las escuelas técnico-industriales.
Pero a partir de allí nada más, no hubo una concatenación entre la educación y el futuro de la Argentina o de Mendoza.
Si nos atenemos a la actual situación, resulta difícil que se produzca un cambio a nivel nacional porque gran parte de la economía está sustentada en lo que sucede en la Pampa Húmeda con la producción de granos, especialmente soja, que se exporta prácticamente tal cual sale del campo.
Pero el caso de Mendoza es diametralmente distinto porque, salvo algunas excepciones con la producción hortícola, en el resto los productos locales necesitan mucho valor agregado, el que debe ser aportado por una importante actividad industrial.
Esos productos y esas industrias necesitan de personal formado y capacitado como para cubrir las necesidades y es hacia allí donde debe apuntar la clase política a los efectos de establecer, en primer lugar, cuál es la Mendoza que queremos para los próximos 20 ó 30 años y hacia allí derivar la educación.
