Si tuviésemos que hacer un ranking sobre lo que dicen las encuestas, no quedan dudas de que la educación ocuparía un lugar relevante dentro del plano de los problemas estructurales y que superan la coyuntura que establece la inseguridad o la situación económica. Sin embargo y pese a la que la dirigencia política es consciente de esa inquietud general, muy pocos -diríamos que ninguno- de los candidatos o de las plataformas partidarias han hecho hincapié en el tema educativo en las propuestas para las elecciones parlamentarias que se desarrollarán dentro de poco más de un mes. Es factible también que, superado el acto electoral, se produzca un impasse en las discusiones, momento que muy bien podría ser utilizado por la dirigencia política para acordar criterios que permitan mejorar un aspecto esencial y que tiene una incidencia fundamental para las futuras generaciones.
No es nuestra intención criticar la actitud de los diferentes gobiernos respecto de la educación, porque cada una de las gestiones al menos ha intentado mejorar algunos aspectos. En ese plano podemos reconocer que la gestión anterior aumentó el presupuesto destinado a la educación, mientras el actual gobierno mantuvo esos niveles, a los que agregó algunos aspectos en lo referido a la gestión de los docentes, tanto en el control -a través del discutido ítem aula- como en la defensa de los maestros ante las agresiones que suelen sufrir en las aulas. Sin embargo, los resultados de las pruebas internacionales determinan que se ha retrocedido en la calidad educativa y que hemos pasado a ocupar planos intermedios en el ámbito de Latinoamérica.
Es probable que ese decrecimiento responda más a una situación social que a la actividad escolar en sí misma, ya que años atrás se priorizó la inclusión del alumno dentro del establecimiento escolar por encima de la calidad de la educación y por ese motivo también se debilitaron algunos aspectos, como el del respeto a la autoridad educativa, por señalar sólo un ejemplo.
Pero el señalado es sólo un aspecto, dentro de un complejo esquemas de variables que hacen a la educación en su conjunto. Por ese motivo también es que resultó interesante la iniciativa de Los Andes, al convocar a figuras que saben del tema, que se mueven en los distintos estamentos educativos y que conocen en profundidad los problemas que afectan a la educación en su conjunto. Si nos atenemos a las opiniones vertidas durante el ciclo, podemos concluir en que la preocupación sobre lo que sucede es un tema coincidente, como también es importante el hecho de que estén dispuestos a "ocuparse" en un futuro inmediato, para aportar su experiencia y capacidad en la búsqueda de soluciones. Hubo autocrítica respecto de temas puntuales y esencialmente muchas coincidencias, especialmente cuando se abordó la necesidad de una verdadera integración de la comunidad educativa, que abarque al Estado -por sobre el Gobierno de turno-, a la política en general para alcanzar los acuerdos y a la sociedad -por la importancia de los padres en futuras acciones- con un único objetivo final que es el de favorecer a los alumnos.
La educación es un tema que debe ser abordado por la clase política, más allá del hecho de que sus resultados se observen recién en el mediano y el largo plazo, por lo que es escaso el aporte electoral que ofrece. Sin embargo, es una responsabilidad insustituible de quienes tienen a su cargo aportar soluciones, ya sea desde el Ejecutivo como desde las bancas legislativas.
Es un compromiso que involucra a todos y hay mucha gente dispuesta a aportar lo suyo, como quedó demostrado en el ciclo que se desarrolló días pasados.