El equipo económico de Mauricio Macri -con el futuro ministro de Hacienda, Alfonso Prat Gay, a la cabeza- está buscando la punta del ovillo de los nudos que intentará desatar en los primeros meses de gestión.
Una economía estancada desde hace cuatro años, el déficit fiscal más alto de las dos últimas décadas, diez años consecutivos de inflación de dos dígitos, reservas en rojo con el tipo de cambio atrasado y sin acceso al crédito y reclamos de rebajas impositivas para reducir la presión tributaria, delinean el escenario con el que tendrá que lidiar el presidente electo.
Ya con el gabinete confirmado, las expectativas están puestas en las primeras medidas que se anuncien. En los quince días que transcurrieron desde las elecciones, el gobierno electo fue adecuando el discurso.
De aquella promesa de campaña con la que buscaba diferenciarse del oficialismo asegurando que el cepo cambiario se levantaría completamente el 11 de diciembre se pasó a un planteo más difuso que sostiene que el dólar se unificará “cuando sea posible”.
En cambio, Macri mantiene sus promesas acerca de que terminará con las retenciones que se aplican sobre las economías regionales, el trigo y el maíz. Así, se compromete a bajar la presión tributaria y, en consecuencia, a reducir los ingresos fiscales sin que hasta ahora dé datos concretos acerca de cuáles serán las áreas en las que se recortarán gastos para evitar que el rojo fiscal siga incrementándose.
Sólo hay menciones de que se bajarán los subsidios sobre los servicios públicos, aunque sin detalle sobre la magnitud, el momento y los criterios con los que se harán esos recortes.
Uno de los puntos de discusión es por dónde empezará Macri. Maximiliano Castillo Carrillo, economista de la consultora ACM, sostiene que el cepo y la inflación son las consecuencias y no las causas de las dificultades argentinas.
“Hay que empezar por el problema que tiene la Argentina, que es una política económica y monetaria inconsistente, que genera inflación y apreciación cambiaria. Lo primero que tiene que hacer el nuevo gobierno es modificar significativamente la política macro, la política fiscal y la monetaria”, sostiene.
“Los números fiscales son insostenibles porque el gasto crece más que los recursos. En estos años pasamos de un superávit de 4% del PBI a un déficit de 6% y financiamos todo con el Banco Central. El Gobierno debería preparar un programa creíble. Tiene que plantear un escenario que sea a la vez ambicioso y creíble. Sería un error empezar hablando de cómo corregir el cepo sin hablar de cuál será la política”.
El economista Luciano Cohan, de Elypsis, puntualiza que “es clave el capital político con el que cuente el nuevo gobierno y cómo logre armar consensos para avanzar con las medidas”.
La flamante administración encontrará U$S 26.000 millones en las reservas del Banco Central, aunque las reservas disponibles oscilan entre U$S 12.000 y U$S 7.000 millones, según quién haga la cuenta.
“Sin reservas, el riesgo de empujar la economía hacia la recesión es elevado en un escenario de eliminación del cepo”, sostiene Matías Carugati, de Management & Fit. “Empezar con el pie izquierdo cuando la diferencia de votos fue tan exigua y con el peronismo en la oposición podría complicar el futuro de la gestión macrista. En este aspecto, la economía política de las medidas a implementar es tan importante como la consistencia de las mismas”, señala.
1- El gradualismo gana peso entre las opciones para el mercado cambiario
La estadística oficial dice que en el último año un poco más de gente en edad activa salió a buscar trabajo. Y hubo una fuerte creación de empleo, en especial en el Gran Buenos Aires, Mendoza, San Juan, Chaco, Tierra del Fuego y en la Ciudad de Buenos Aires, que permitió que esa gente y parte de los desocupados encontraran trabajo.
Proyectado a todo el país, se habrían creado más de 400.000 empleos, de los cuales 197.000 se habrían generado en el Gran Buenos Aires. Y que ese mayor empleo se logró con menor precarización laboral, como surgiría de la caída de la subocupación, también en el GBA, Mendoza o San Juan.
Por eso, el Indec dice que aumentó levemente la tasa de actividad pero más fuerte subió el empleo y se redujo tanto el índice de desempleo como de subocupación, a niveles casi cercanos al pleno empleo. Muchos números “positivos” para una economía con bajo crecimiento, aunque en el sector público y en la construcción hubo una recuperación del empleo.
Así como en las mediciones de inflación o crecimiento económico, la estadística oficial de empleo está sospechada porque la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) fue una de las áreas intervenidas en 2007.
Además, uno de los últimos datos que llamaron la atención fue que el descenso del desempleo estuvo acompañado de una brusca caída de la tasa de actividad. Eso reflejaría que la baja de la desocupación se habría producido porque una mayor cantidad de gente dejó de buscar trabajo, algo difícil de explicar con un salario real que se mantuvo estancado. Por ejemplo, del 46,9% en el tercer trimestre de 2013, la tasa de actividad bajó al 44,7% en igual período de 2014 y ahora sería del 44,8%.
Dos puntos menos en la tasa de actividad equivalen a 340.000 desocupados menos. En cambio, si se hubiese mantenido la tasa de actividad de 2013, ahora tendríamos el mismo número de desocupados de fines de 2009.
A eso se agrega que el Indec modificó las bases de cálculo de la población con el argumento de que del Censo 2010 surge que en los 31 conglomerados que sirven de referencia de la EPH vive más gente. Por consiguiente, por ejemplo, la misma tasa de empleo calculada sobre una población mayor, resulta un número mayor de gente ocupada.
En consecuencia, ya no sería válido comparar en cantidad de gente el número de ocupados y desocupados, salvo que el Indec rehiciera toda la serie con la nueva población de referencia, cosa que no hizo.
En el sitio del Ministerio de Economía, la serie de población activa, ocupada, desocupada y subocupada se interrumpe en el primer trimestre de 2014, y a pesar del tiempo transcurrido -un año y medio- no fue actualizada. Como tantas otras estadísticas.
2- La incógnita es cuánto impactará la devaluación sobre el traslado a precios
Hasta ahora, la única pista que dio el equipo de Mauricio Macri acerca de la estrategia antiinflacionaria vino de parte del futuro ministro de Producción, Francisco Cabrera, al asegurar que el esquema de Precios Cuidados seguirá vigente "al menos por seis meses más".
Para Ecolatina, "el próximo presidente heredará un proceso inflacionario con elevada inercia, en conjunto con atraso cambiario y tarifario, donde la corrección de cada uno de estos problemas agrega en el corto plazo mayor combustible sobre la suba de precios".
¿Qué pasará con la inflación en 2016? Jorge Todesca ensaya una hipótesis acerca de cuál será el traslado a precios de la devaluación. Según el economista, el actual contexto se asemeja al de enero de 2014, cuando devaluó el ministro Axel Kicillof. En la descripción de Todesca hoy existe una elevada inercia inflacionaria -en torno al 25%- con bajo desempleo y actividad en leve expansión.
El déficit fiscal alcanza al 6% del PBI y la expansión monetaria se encuentra en el 33%. En 2014, tras la devaluación de 27%, la tasa de inflación interanual aumentó 11 puntos porcentuales. "En ese contexto, una devaluación probablemente generaría un pass through elevado y, en consecuencia, un bajo impacto sobre el tipo de cambio real, es decir sobre la competitividad", dice Todesca.
Esto se potencia porque el 60% de los productos de la canasta que componen el Índice de Precios al Consumidor (IPC) son transables, lo que implica que el precio doméstico se vincula estrechamente con el tipo de cambio.
Para Luciano Cohan, de Elypsis, asumiendo que los productos transables van a sentir el impacto de la devaluación, para evitar que la inflación se dispare "lo importante es que los precios de los no transables se formen mirando a la inflación y no al dólar".
Para Fausto Sportono, "la inflación se va a ir para arriba tras la devaluación, si bien no estoy pensando en una suba del tipo de cambio tan violenta. Pero considero que la traslación a precios no va a ser tan fuerte como lo fue en 2014, porque muchos precios ya se están acomodando al nuevo escenario".
La visión de Ecolatina es que "un salto del dólar tendría un impacto significativo en los precios de bienes y servicios transables. No encontramos evidencia para afirmar que estos precios tengan incorporado hoy el valor del dólar paralelo. Para acotar el traslado a precios, será clave la negociación tripartita entre el Gobierno, los empresarios y los sindicatos", puntualiza la consultora.
3- Con un ajuste del gasto se buscará reducir el nivel del déficit público
El kirchnerismo deja el poder con un déficit cercano al 7% del PBI, el más alto en 25 años. La disparidad de crecimiento entre los gastos y los ingresos, junto con el uso del Banco Central y la Anses como fuentes de financiamiento, son dos de los desafíos.
Los subsidios a los servicios públicos son el principal componente del gasto que está en la mira del próximo gobierno. Representan casi el 80% del déficit fiscal primario y en buena medida están atados al valor del dólar por la factura de la importación de combustibles.
Para Miguel Bein, "una aceleración de la inflación ayudaría a licuar el gasto" en este rubro. Sin embargo, remarca que esto va a depender "del manejo de la puja distributiva", esto es el nivel de indexación de las jubilaciones y planes sociales y de los salarios.
"El gasto se ajustaría por subsidios, aunque mi impresión es que el ajuste fiscal va a ser más gradual de lo que se dice", sostiene Luciano Cohan. Otro de los componentes importantes del gasto es la deuda con los proveedores.
Para Cohan, es probable que el Gobierno recurra a la emisión de bonos para solucionar el tema. "Las cuentas hoy no dan para resolver esto con el flujo de caja. Los bonos son una solución buena porque no afectan la solvencia", sostiene.
"El ajuste del gasto hay que hacerlo, no se puede escapar de esto. De hecho, aunque el gobierno saliente lo niegue, el ajuste ya se está produciendo.
Así como están las cosas, el sector público está ajustando al sector privado a través del impuesto inflacionario y del aumento de la presión tributaria", señala Fausto Sportono.
Para el economista de Ferreres y Asociados, lo que se viene "no es un ajuste fiscal del tipo del que se hizo en 2001, cuando se ajustó para pagar la deuda. Acá se están reordenando las cuentas. Entonces, el dinero que ahorrará el Estado quedará en la economía argentina. Con el aumento de tarifas se van a liberar recursos fiscales, se va a reducir la emisión y así la presión inflacionaria. El tema es que ese proceso sea lo más suave posible".
Respecto del financiamiento, los analistas coinciden en la necesidad de terminar con el círculo vicioso de terminar emitiendo pesos para prestarle al Estado y alimenta así el fuego inflacionario. "Para conseguir financiamiento externo hay que sentarse a negociar con los holdouts. Empezar a negociar y ver en qué punto de esa negociación se dan las condiciones para salir a conseguir financiamiento", dice Sportono.
4- Bajan retenciones y Ganancias para reducir la presión tributaria
Mauricio Macri asegura que su gobierno eliminará las retenciones a las economías regionales, al maíz y al trigo y bajará progresivamente las de la soja. También ratificó que modificará el impuesto a las Ganancias para que menos trabajadores en relación de dependencia paguen ese tributo.
Luciano Cohan evalúa que cumplir con estas promesas de campaña no desfinanciará al Estado. "Las retenciones a las economías regionales son poca plata, al igual que lo de maíz y trigo. Lo de la soja es más grande".
También trascendió que el nuevo gobierno llevaría al 0% las retenciones a la soja durante tres meses para impulsar la liquidación de los granos acumulados en las silo-bolsas y así hacerse de dólares frescos para avanzar en la liberación del cepo. "No me parece una mala idea impulsar la liquidación por esta vía", dice Cohan.
Respecto del cambio de Ganancias, trascendió que el equipo económico subirá el piso del impuesto para que sólo tributen los trabajadores que ganen por encima de $ 30.000.
Al mismo tiempo, se buscaría establecer un mecanismo de ajuste directo, para evitar repetir la situación de la última década, en la que, por el efecto de la inflación, cada vez más trabajadores quedaban alcanzados por el impuesto sólo por el incremento nominal de sus ingresos a pesar de que su poder adquisitivo hubiera caído.
La incógnita es cómo se compensarán los ingresos fiscales en una administración que arranca con un elevado déficit fiscal.
5- Un 2016 sin crecimiento, pero con chances de recuperación
Con el nuevo gobierno aún en gateras, son pocos los analistas que se animan a hacer pronósticos concretos acerca de cómo se moverán las variables económicas en 2016, tras cuatro años de estancamiento de la actividad y en la creación de empleo privado.
Uno de los que se juega es el Estudio Bein, que anticipa un tipo de cambio promedio de $ 14,8 para todo el año, paritarias del 28% y una suba de la tarifa eléctrica en torno a 350%. "En este escenario, el déficit primario se estabiliza en la zona de 4,5% del PBI, con un salto en la tasa de interés de las Lebac al 34% en promedio para el próximo año".
Si esto se concreta, en 2016 la economía caería en torno al 2%, con una tasa de inflación promedio en torno al 40%. "No imagino que haya mucho crecimiento en 2016. Salir en cero sería un buen número", segura Luciano Cohan. "Difícilmente el consumo crezca. Lo que puede empujar en 2016 es la inversión y creo que esa será la apuesta del Gobierno".
Fausto Sportono señala que "la actividad no va a repuntar. Vamos a tener un primer semestre complicado por el impacto de la modificación del tipo de cambio. Pero si la devaluación y la corrección tarifaria salen bien y empiezan a funcionar las inversiones en obras públicas, el segundo semestre podría ser mucho mejor.
La industria ya se habrá adaptado al nuevo dólar y, si se eliminan las retenciones, habrá un salto en la producción de trigo, por lo que la economía ya estaría creciendo. En el promedio, el año sería negativo, pero terminaría creciendo marcadamente.