La economía argentina sufrió un fuerte impacto una vez conocido el resultado de las elecciones primarias. Los mercados estallaron, las pérdidas de las acciones argentinas fueron récord, el peso se devaluó un 33% en 3 días, el riesgo país subió hasta 2000 puntos y las primas de los seguros de riesgo de default aumentaron un 100%.
Evidentemente, la Argentina tiene una grave crisis política que derivó en una crisis económica. Para que se produjera el problema en la economía era necesario un disparador pero la misma economía argentina no estaba bien. Aunque venía en lenta recuperación, no podía salir de la recesión generada por la dura política monetaria y se mantenía al dólar controlado, aunque la inflación seguía muy alta.
No obstante el resultado electoral dejó al descubierto situaciones complejas. Los argentinos probablemente querían el cambio sin el nivel de sacrificio impuesto, mientras las empresas penaban con una presión impositiva que superaba sus capacidades para alcanzar mejoras productivas.
El fuerte rechazo mostrado en las PASO a las políticas del gobierno hizo olvidar a todos algunos logros importantes conseguidos en otras áreas. Dicen que los argentinos votaron con el bolsillo y es posible. Solo si la economía personal está bien los ciudadanos se preocupan por otros temas importantes como la seguridad, la educación o la corrupción.
La situación, por no ser habitual, ha generado una gran desazón y mayor incertidumbre a la sociedad y las respuestas deben venir de la política. La decisión del presidente Macri, después del fallido discurso del lunes posterior a los comicios, de hablar con Alberto Fernández, las declaraciones del ganador llevando algo de tranquilidad y de algunos economistas de su entorno asegurando que no buscan el default y que la moneda se había devaluado en forma excesiva, pusieron un poco de tranquilidad.
También colaboró el candidato Roberto Lavagna, aportando ideas positivas para acordar en el tránsito hasta las elecciones de primera vuelta y pidiendo al resto de los candidatos suspender las campañas a fin de evitar discursos encendidos a efectos de llevar tranquilidad a la población, ha sido positiva como actitud constructiva.
No obstante, y superada esta instancia cualquiera de los candidatos que gane deberá hacerse cargo de una economía sin márgenes de error. La situación está en un terreno muy delicado, hay presupuestos que deberán asumidos en forma definitiva por los candidatos de manera clara a toda la población.
El primero, y más importante, es que Argentina no puede volver a darse el lujo de tener déficit fiscal. En la situación de desconfianza actual, cualquier desvío puede derivar en una hiperinflación.
El segundo presupuesto es que el país necesita aumentar en forma drástica sus exportaciones para aumentar las inversiones y el empleo pero para sostener este proceso en el tiempo no puede depender de una moneda devaluada. El aumento de las exportaciones traerá mayor ingreso de dólares y una tendencia a la revaluación de la moneda. Este proceso solo se puede afrontar con mayor competitividad interna. El gobierno debe aportar bajando impuestos y las empresas invirtiendo para mejorar su productividad.
Para bajar impuestos hay que bajar el gasto público. Y para ello se deben acordar políticas macro de largo plazo. Hay que ir reemplazando planes sociales por seguros de desempleo transitorios, capacitar a los desempleados y eliminar subsidios a las tarifas de servicios públicos. Revisar la legislación laboral para incentivar la creación de empleo registrado bajando cargas innecesarias.
Argentina está en riesgo de default por repetir recetas antiguas que ya fallaron en todas las oportunidades. No se puede cambiar repitiendo los mismos errores. No se puede construir algo nuevo con recetas comprobadamente fracasadas. Pero tampoco se puede gobernar con discursos facilistas y demagógicos. La política debe comenzar por transitar un camino de seriedad.