De los muchos objetivos económicos que se impuso el gobierno nacional, es posible destacar objetivamente al menos dos éxitos relativos de la nueva administración: el descenso de la tasa de inflación y el acceso al crédito en los mercados de capitales.
En el primer caso, si bien la actual tasa de inflación mensual está solamente un poco por debajo del nivel previo a la asunción del nuevo gobierno (1.6% mensual vs 2%), la misma es ahora producto de una economía con menores distorsiones ya que no existen tipos de cambios diferenciales, controles de precios, etc., que mantenían artificialmente baja la inflación en los últimos años del gobierno anterior.
El segundo logro del gobierno nacional fue revertir la situación de aislamiento financiero internacional en la que estuvo inmersa la Argentina durante la última década. En 2016, luego de la salida del cepo cambiario y el acuerdo con los “holdouts”, el país retornó a los mercados de capitales y la falta de divisas se revirtió totalmente.
Si bien la demanda de dólares aumentó en dicho año un 25%, la oferta de dólares creció mucho más (53%) permitiendo al Banco Central recomponer su stock de reservas (crecieron en casi u$s 14 mil millones). La mayor oferta de dólares se explica principalmente por el uso del crédito externo y más por el sector público (76% del aumento en la oferta de dólares) que por el sector privado.
La contrapartida de estos éxitos relativos es la evolución del Tipo de Cambio Real que aumentó fuertemente luego de la salida del cepo cambiario, pero luego comenzó a caer. Actualmente, si bien se encuentra por encima de los niveles previos a la asunción del nuevo gobierno, su nivel (medido en dólares) es similar al de 2001.
En este período de gobierno, las autoridades económicas además de revertir buena parte de los controles cambiarios y de precios, ejecutaron una política monetaria contractiva para reducir la inflación y un ajuste muy gradual del déficit fiscal.
La nueva política monetaria consistió en un profundo cambio de régimen hacia un esquema de metas inflacionarias. El instrumento utilizado por la Autoridad Monetaria para combatir el proceso inflacionario fue un fuerte aumento en las tasas de interés, que después de mucho tiempo, volvieron a estar por encima de la inflación esperada.
Por otro lado, gracias al acceso al financiamiento externo, el gobierno pudo implementar, al mismo tiempo que bajaba la inflación, una reducción muy gradual del déficit fiscal de forma tal de atenuar en parte el proceso recesivo de la economía.
Como en economía nada es gratis, este mix de políticas económicas no fue la excepción y terminó repercutiendo negativamente sobre la evolución del tipo de cambio real. Las altas tasas de interés en pesos redujeron la demanda de dólares mientras que el financiamiento externo de gran parte del déficit fiscal aumentó la oferta de divisas en la economía. Esta menor demanda y mayor oferta de dólares afectaron negativamente la evolución del tipo de cambio real. De esta forma, la caída del tipo de cambio real representa la contrapartida de los éxitos relativos conseguidos por el gobierno nacional en materia inflacionaria y de acceso a los mercados de capitales.
De cara al futuro y mirando exclusivamente los planes explicitados para los próximos años, este mix de políticas económicas podría continuar. Por el lado del Ministerio de Hacienda, las nuevas metas fiscales resultan incluso más gradualistas que las prometidas originalmente a principios de 2016. Esto implica que los desfasajes fiscales continuarán requiriendo financiamiento.
Por el lado de las Autoridades Monetarias, las mismas también planean continuar con su actual estrategia de reducción inflacionaria y dado que las actuales expectativas inflacionarias se encuentran por encima de las metas propuestas por el BCRA, sería dable esperar que las relativamente altas tasas de interés en pesos continúen (al menos por encima de la inflación esperada).
Por estos motivos, si en los próximos años se cumplieran tales objetivos y el contexto externo no cambiara, las relativamente altas tasas de interés en pesos sumado al financiamiento externo de las cuentas fiscales podrían continuar jugando en contra del tipo de cambio real.
Este panorama claramente podría alterarse ante posibles cambios del escenario actual. Entre los múltiples factores que podrían cambiar este panorama pueden destacarse al menos cuatro.
En primer lugar, que el Gobierno decidiera cambiar al menos parte del actual mix de política monetaria contractiva y fiscal sumamente gradualista. En segundo lugar, un deterioro en las condiciones externas (caída en los precios de las exportaciones, menor demanda de las mismas y/o encarecimiento de las tasas de interés internacionales relevantes). En tercer lugar, también podría alterarse por un resultado negativo para el oficialismo en las elecciones de octubre próximo.
Esto podría conllevar a un aumento en la prima de riesgo país y a un menor nivel de acceso al financiamiento externo. Por último, también podría reducirse el financiamiento externo y subir la prima de riesgo país en el caso que los problemas cambiarios profundizaran el actual déficit de cuenta corriente que tiene la economía y terminaran abortando la incipiente recuperación actual de la actividad económica.
Teniendo en cuenta estos hechos y que, con los actuales niveles del tipo de cambio real, muchas cadenas productivas de las economías regionales comienzan a tener problemas de competitividad, el gobierno debería complementar sus políticas con otras que obsesivamente apunten a reducir los costos de producción del sector privado.
En este sentido, múltiples iniciativas podrían implementarse: volver a rescatar el programa de desregulación iniciado a mitad de los 90. Sería una excelente iniciativa que ayudaría a mejorar la eficiencia y la competitividad de la economía. Otra importante iniciativa, que según declaraciones de funcionarios estaría siendo analizada, sería rediseñar el esquema impositivo reduciendo la actual presión fiscal con gravámenes que sean lo menos distorsivos posibles, que alienten el proceso inversor y que reduzcan la carga tributaria de la mano de obra.
Por otro lado, también debería avanzarse en la eficiencia interna del sector público con mecanismos que agilizaran los trámites públicos relacionados con los negocios (ventanillas únicas, generalización de trámites por internet, etc.). Mejorar los estándares de los servicios prestados por el Estado requiere también de una mayor eficiencia de los empleados públicos. Para esto, los mismos deberían regirse por un marco muy diferente del actual, con pautas explícitas claras y objetivas tanto para la incorporación como para el ascenso del personal, contemplando la capacitación del mismo y evaluaciones de desempeño que “premien” el esfuerzo y la calidad en la prestación de servicios de los empleados públicos.
Comenzar con estas iniciativas no es fácil ni rápido pero, en el esquema actual de la economía de Argentina, es vital para poder superar los desafíos de un tipo de cambio real.