Nos encontramos con un texto que integra la ecología de la naturaleza con la ecología humana, de factura fácil de leer y comprender y, al mismo tiempo, hermoso y casi poético.
Es la primera vez que un Papa se sumerge -en forma totalmente nueva- en este tema tan importante y tan acuciante.
Ecología integral nos está diciendo que todas las cosas que existen en este planeta y las personas que lo habitamos somos parte de un “gran todo” dentro del cual nos movemos y somos. Es una relación de todo con todo, del mismo modo que sucede en nuestro Sistema Solar y en el infinito universo que nos sostiene.
La absoluta novedad del texto consiste en que asume las nuevas formas de análisis de las ciencias contemporáneas que supera la fragmentación de los saberes y confiere una gran coherencia y unidad a lo que es y significa la naturaleza y la vida.
La metodología del escrito tiene la ventaja de partir siempre desde abajo, de las realidades concretas, de los desafíos reales y no de doctrinas a partir de las cuales se hacen deducciones, generalmente abstractas y poco incisivas a la hora de los hechos.
Francisco se apoya en un doble cimiento: el científico-analítico que hoy ofrece el conjunto de saberes sobre el universo, el Sistema Solar y el planeta Tierra, desenmascarando las explicaciones facilistas -generalmente en beneficio del mercado y de los grupos dominantes- que consideran las contradicciones de orden social y ecológico como factores externos que no entran en la contabilidad de los negocios.
Y el cimiento teológico donde se manejan las categorías ya conocidas de la teología de la creación, haciendo las correcciones necesarias a los reduccionismos realizados en la interpretación de la posición del ser humano dentro de la creación. Francisco lo posiciona no como dominador sino como cuidador y guardián de la herencia recibida.
"Nuestra casa"
Entiendo que la columna vertebral sobre la que se apoya toda la reflexión de la encíclica es que "este planeta Tierra que nos alberga es la única casa que tenemos". Es nuestra casa. Casa de todos y para todos.
Muy oportuna esta aseveración porque nos “despierta e inspira” a fin de que comparemos lo que es y significa la casa de cada uno de nosotros con la gran casa terráquea que nos contiene y de la que depende nuestra vida.
A nuestras casas particulares las cuidamos, las limpiamos, las adornamos, las arreglamos, le llevamos confort a fin de que, quienes las habitamos, nos sintamos bien y desarrollemos buenamente nuestra vida. Nunca se nos ocurriría romper o arruinar la casa que con esfuerzo hemos levantado.
Nuestro querido planeta ha tardado tres mil millones de años en irse formando hasta que posibilitó la vida, vida muy pequeña en sus comienzos que se fue desarrollando hasta llegar a los homínidos y hombres de hoy cuyos ancestros aparecieron hace unos doscientos mil años.
Esta Tierra-Casa nos posibilita -cada día- todos los elementos necesarios para sustentar todas las vidas y la vida de los que van llegando. Pensemos, por un instante, si podríamos vivir sin el oxígeno que nos proveen los vegetales, en especial los conglomerados de árboles; ¿podríamos vivir sin el agua? de la que está compuesto el 70% de nuestro cuerpo; sin la protección de los gases propios de nuestra biosfera, los rayos solares calcinarían todo y convertirían Nuestra Casa en un inmenso desierto como, casi con certeza, ha ocurrido con el planeta Marte.
Hagamos las cuentas
- La Tierra , con todo lo que ella contiene, es "anterior" a nosotros;
- ha producido, y continúa produciendo, todo lo necesario para mantener la vida;
- la tierra, el agua, los mares, los ríos y lagos, las montañas y sus minerales, los vegetales, los animales, el oxígeno y los otros gases necesarios para la vida “no” son nuestros sino de la Tierra, de la Pachamama;
- el ser humano “le pide a la tierra” lo que necesita para vivir; no es su dueño sino su administrador, a fin de que todo lo que existe sea sustento para la “vida digna de todo ser viviente y de todos los seres humanos”;
- el trabajo de hombres y mujeres está destinado a aprovechar lo que la Tierra les da y con ellos hacer que la vida de todos vaya progresando material, cultural y espiritualmente;
- todo lo que contribuya a ese progreso del ser humano, es bienvenido “en la medida en que no nos adueñemos de lo que “no” nos pertenece, en la medida en que ese progreso llegue a todos y en la medida que ese progreso no esté estrujando a la Tierra y cortándole las venas que posibilitan la vida”;
- desde la aparición de la Era Industrial, la humanidad -nosotros- ha ido pidiéndole a la Tierra cada vez más recursos, de tal manera que hoy no le estamos dando tiempo de recuperación de sus energías y recursos. De continuar así, los científicos nos están alertando de un seguro colapso;
- Francisco acusa directamente a los países autodenominados “desarrollados” de ser responsables del progresivo agotamiento de los recursos de la Tierra y del seguro “enmugrecimiento” de la tierra, del agua y de la atmósfera;
- este “desarrollo en sentido único” (producir cada vez más y producir bienes que no son imprescindiblemente necesarios), además del desequilibrio ambiental, está produciendo el “desequilibrio humanitario” de la mayoría de los países del sur del planeta; países a los que se les extrajeron
-y se les siguen extrayendo- los recursos absolutamente necesarios para que puedan vivir o, a estas alturas, sobrevivir. Es conveniente recordar que de todos los bienes de que disponemos -naturales y fabricados por la humanidad-, el 80% de ellos lo está consumiendo el 20% de la población de la Tierra, mientras solo queda el 20% de los bienes para el 80% de los habitantes;
- “la industria de la guerra” es otro de los elementos desestabilizadores de nuestras vidas: muertes, destrucción, desaparición de poblaciones, emigración forzosa. Poniendo en claro que con lo que anualmente se gasta en armamentos, en movilizaciones militares y en guerras se podrían subsanar -también por un año- las carencias alimenticias, sanitarias, educativas, edilicias y de progreso de todos los países pobres y emergentes de nuestro planeta.
El nuevo paradigma
De manera coherente con su ecología integral, Francisco ve al mundo como órdenes abiertos unos a otros, todos interconectados.
Realza la singularidad del ser humano, portador de señales de la trascendencia con una misión ética de responsabilizarse de la creación. Ve al mundo como una casa común, lo que sugiere un sentido de familiaridad y de solidaridad.
Pero es riguroso en la crítica a las agresiones que infligimos a la casa común, a los millones de pobres que son desatendidos y está en contra de la cultura del consumo. Propone la sobriedad compartida. La voracidad productivista y consumista produjo dos injusticias, una ecológica, degradando los ecosistemas, y otra social, lanzando a la pobreza y a la miseria a millones de personas.
El Papa denuncia esa conexión “causal”. Por eso propone un cambio de paradigma en la relación entre todos, cambio que sea más benevolente para con la naturaleza y más justa para con los seres humanos y todos los demás seres que habitan la casa común.
Eso implica entender que la economía tiene que ver con la política, la educación con la ética, la ética con la ciencia. Todas las cosas relacionadas se ayudan entre sí para existir, subsistir y continuar en este mundo.
“Ha llegado la hora de actuar, antes de que sea tarde”, nos advierte y propone Francisco. De nada sirven los congresos y reuniones internacionales si no se dan pasos concretos para salvar al planeta y a toda vida. Todavía hay tiempo y una fundada esperanza en el “despertar” para lograr una verdadera ecología.
Si lo queremos y lo hacemos, esa esperanza se convertirá en feliz realidad, para nosotros y para las próximas generaciones.